Jonathan Bell
Jonathan Bell. (Guatemala, 1977). Estudio en la Universidad Rafael Landívar Marketing y Publicidad. Escribe regularmente en su blog. Ha trabajado más de 12 años como publicista. Ocupa el puesto de director Creativo General en d4 McCann Erickson. |
CUENTO
Empezó a llover tan duro
que se nos borró la memoria,
las inundaciones trajeron
zancudos y felicidad.
Con tanta lluvia
se hacen grandes pozas,
al entrar en ellas,
una parte de nosotros
ya no sale nunca.
Salí a bañarme al aguacero,
allí encontré tu silueta desnuda,
llenándose la boca con granizo
y mi nombre.
***
Voces desnudas
que hacen el amor leyendo textos,
que se aman contestándose a sí mismas,
que se visten sólo en el silencio
y que saben callar
cuando es hora de morir.
Somos música para sordos
que se pierde como el eco
de dulces gemidos sin testigo.
Estamos ya casi olvidados,
lo digo porque nos veo distintos,
llenos de tierra y con las ganas
más fértiles que nunca.
***
Una noche las estrellas
se volvieron luciérnagas,
se metieron por mis venas
y nunca salieron.
La noche se quedó oscura
y jodida.
La luna quería
dormir a mi lado,
me prometió vestirse
en silencio e irse de madrugada.
Nunca le contesté
por miedo a enamorarme.
Las avispas pican y no dan miel,
como la prosa moribunda
que termina en la basura,
con la vida arrugada
de mil destinos.
***
Se me aparecen espantos,
recuerdos que desgarran
y que luego terminan huyendo,
tratando de sacarse el pasado
de las entrañas.
Una vez estuve vivo,
hoy que no sé si estoy muerto,
siento que estoy muriendo
como si fuera a vivir
para siempre.
Hay días que la corriente
se nos sale de cause,
arrasa con penas y alegrías
y nos suelta saber dónde putas.
***
Tenemos escándalos tan abrumadores,
que parecemos los siete enanos
siendo devorados por el lobo,
en un cuento sin fin.
Estamos en un abismo distinto,
se pasan los días aferrándonos al orgullo,
allá era distinto, aquí no tengo miedos
aunque me está llevando puta.
Me tapo la boca
pero hablan mis manos,
guardo las manos pero siguen
hablando mis ojos.
Somos el rugido del mar
en el interior de una concha.
***
El monte seguía profundo y misterioso,
pero el tiempo lo sabía todo,
llegó la sequía y le prendió fuego,
quedaron cenizas y verdades.
Si el paraíso no viene a mí,
le voy a componer una canción.
Se la voy a cantar suavemente
para lograr que acerque
su oído a mis labios.
Tengo sed de cielos azules
y de luces entre nubes oscuras.
Tengo un hambre
que no sabe dormir sin luz.
***
Mis soles me esperan
calentando la cama,
a veces llego tan tarde
que se quedan dormidos,
los hago un lado y me acuesto.
Se van de madrugada.
Allí estaba otra vez,
la soledad con cara de perra.
Era tan buena compañera
hasta que la cruzaron,
ahora merodea por allí
con sus tres cachorros.
Siempre me gustó
guardar las semillas
de las manzanas.
Un día hice una apuesta,
cuando el árbol tuvo un nombre
la gané y me bañé en tierra mojada.
***
Una mañana el mundo amaneció
patas arriba.
Cuando salí a ver a la puerta,
me resbalé y fui a caer al patio del cielo.
Así estamos pasando el tiempo,
respirando uno a la vez,
convirtiéndonos en polvo,
como libros olvidados,
tal como lo imaginamos.
Irreconocibles como piedras perdidas,
alucinando sin su significado,
entre rosas marchitas
y calambres de pecho,
tal cuál como fui advertido.
***
Seguimos esperando
nuestros pechos desnudos
para entregarnos acaramelados
en nuestra propia hemorragia.
Es lo bueno que le comimos al tiempo
y no tus débiles hechizos enfrascados,
lo que me está quemando por dentro.
Tengo algunos recuerdos
pegados como mozote a la ropa.
Cuando quiera me desnudo, les prendo fuego
y me libro de ellos.
***
Siempre me hipnotizó
la belleza de los colibrís,
chupan dulce y paran a descansar
en los alambres.
Siento que tengo uno de esos
bajo la piel.
Me enamoré de la canela,
y aún amándola
a veces me daba asco.
Eso de abusar del sabor
de los amores nos
corroe las lenguas.
Veo luciérnagas intensas
que se levantan del papel,
en las noches vuelan sobre mí,
tal vez solo soy un poste,
tal vez ellas solo son palomillas.
***
Tengo una colección de lunas tristes,
en las noches las saco y lloro con ellas.
Hace poco vi un niño llorando
por su mamá,
lo vi en un álbum viejo
y apolillado en un estante.
Me hice amigo de los grillos,
cuando el silencio me quiere tragar,
los llamo para espantarlo.
***
Hay quienes dan una última oportunidad,
sin saber que esa última oportunidad
se convertirá en una prostituta de recuerdos.
Pocas veces me río en silencio,
me recuerdo de las letras que se
le pegan a uno en la oscuridad,
al otro día cuesta ordenarlas.
Dichosos los que pierden la memoria,
los que se pierden a sí mismos
sin remordimientos.
***
Nos hipnotizan las fuentes,
nos cubren sus aguas en seco,
cuando ya no escuchamos nada
quedamos pensativos,
como preguntas sin respuesta,
justo para morir sin corazón.
Tu lengua pegada a la mía,
a veces de hielo, me arranca pedazos.
Tu maldad se alimenta de mis penas,
pero yo hoy me he vuelto
animal insaciable.
Un pajarito estaba viéndose
reflejado en el vidrio,
vos, el olvido y yo
estábamos del otro lado.
Un cristal nos dividía
de nuestra bestialidad crónica.
Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar