Sócrates proclamaba en las plazas de Atenas la independencia del pensamiento; no dejó nada por escrito porque sostenía que cada persona debía desarrollar sus propias ideas (Platón, su discípulo, recopiló muchas de sus lecciones). Con esas iniciativas, tan provocativas y poco ortodoxas, se le acusó de corromper a la juventud e irrespetar a los dioses. Un jurado de 500 ciudadanos, al sorteo, lo condenó a la muerte o al exilio. 280 votos contra 220 en su favor. En todo caso un tribunal competente. El acusado prefirió lo primero y tomó voluntariamente del vaso de cicuta.
Giordano Bruno tuvo unas ideas fantásticas y rebeldes. Ciertamente algunas de tipo teológico que fueron causa de excomunión en la Iglesia Católica, en la Luterana y expulsión de la Ginebra de Calvino. Un tipo extraño, pero de mente muy despierta. Afirmaba que la Tierra no era más que una estrella en un universo infinito y que había muchos otros mundos y sistemas solares. Aseguraba que la Tierra se movía y daba vueltas alrededor del Sol; que el día y la noche eran pruebas que además giraba sobre su propio eje. Fue condenado por la Inquisición, un tribunal competente y quemado en 1600. “Ustedes jueces tiemblan más al dictar la sentencia que yo al escucharla”.
Galileo Galilei, siguiendo las fantasías de Bruno y Copérnico, logró demostrar, con los cambios en las lunas de Júpiter, que los planetas se mueven alrededor del Sol y que los propios planetas tenían satélites (lunas) que los circundaban. Desde que publicó los descubrimientos con su novedosísimo aparato, el telescopio, tuvo mucha resistencia de Roma. Finalmente, en 1633 lo juzgaron. “Confesó” sus herejías. Un tribunal del Santo Oficio, tribunal competente, lo condenó a cadena perpetua sanción que después redujeron porque “se retractó”: “y sin embargo se mueve”. Lo dejaron en arresto domiciliario.
Tomás Moro era amigo íntimo del rey y disfrutaba muchos privilegios por ser canciller de Inglaterra. Un hombre probo, sabio, muy respetado. Cuando Enrique VIII se separó de Roma y la Iglesia Católica, todos los altos funcionarios debían firmar una declaración de sumisión, el Acta de Supremacía que establecía que el rey de Inglaterra era la cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Tomás se negó a pesar de los ruegos del rey, de varios amigos y hasta de su propia familia. Convencido estaba que Jesucristo instituyó en Pedro y a sus sucesores como sus representantes en la Tierra. Firme en sus convicciones fue condenado por un jurado, un tribunal competente. Murió decapitado en 1535.
Alfred Dreyfus, oficial francés de origen alsaciano-judío fue acusado de espiar en favor de los alemanes; tras un amañado juicio, con pruebas falsas, fue condenado unánimemente por los siete jueces y enviado a la infame Isla del Diablo. Un tribunal competente. Años después se demostró que el veredicto era infundado, producto de un rabioso antisemitismo.
¡Ah! Se me olvidaba. Un tal rabí galileo, un tal Jesús de Nazaret, fue condenado por un tribunal competente, el Sanedrín. Mas vale que muera un hombre por el pueblo y no la nación entera. Jn. 11:50.
Sobra decir que las expropiaciones y abusos que se cometieron contra los judíos en la Alemania Nazi eran legales, aprobadas por jueces competentes. Lo mismo puede decirse de las expropiaciones en Cuba y los fusilamientos, aprobados éstos por tribunal sumario aunque competente. Sin ir muy distante en la Historia y en la Geografía, las detenciones de candidatos presidenciales de oposición, en Nicaragua, fueron ordenadas por tribunal competente; de igual manera, las expropiaciones de medios de comunicación (varios periódicos), universidades (Universidad Centroamericana, INCAE), empresas, también han sido ejecutadas por orden de juez competente.