Vinicio Barrientos Carles
Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Antes que todas las cosas, en un comienzo, fue el infinito Caos.
Hesíodo
Partamos del hecho de que los mitos son un producto cultural de gran valor para el ser humano, elementos constitutivos inseparables de lo que significa humanidad. Aunque las ciencias sociales le han dedicado un considerable espacio para su estudio, debe reconocerse que no existe una única corriente de pensamiento dedicado a su interpretación, de manera tal que es posible observarlos y comprenderlos con distintos enfoques y desde diferentes perspectivas. El término mitología proviene de las raíces griegas μῦθος, mythos, y Λóγος, logos. La primera significa un acto de habla ritualizado, o tradicional, mientras que la segunda se refiere a la expresión tanto oral como escrita.
Así, podemos interpretar una mitología como un conjunto de relatos adheridos a una determinada cultura, vinculados con expresiones usualmente de origen sagrado, que posteriormente han sido tratados como una serie de creencias colectivas sostenidas en el tiempo. También es característico en los mitos más antiguos una referencia al origen y posible finalidad del mundo, una cosmogonía, esto es, una teoría al respecto del origen y sentido del cosmos, en la cual también es frecuente encontrar una teogonía asociada, relacionada con el origen y rol de ciertas divinidades. Destacan entre estos elementos los fundamentos cosmovisionarios para el sentido de la existencia del ser humano, es decir, referidos a una visión antrópica del mundo.
Con esto último que anotamos, descubriremos, por un lado, cierto antropomorfismo primigenio, es decir, un mundo, el cosmos, moldeado a la forma y la percepción humana de la existencia. Se ha planteado que los mitos constituyen una proyección antrópica, una imagen del inconsciente colectivo, hacia el entorno circundante. Por otro lado, aunque la mayoría de las religiones se encuentran indefectiblemente asociadas a ciertos relatos míticos, a una narrativa de esa naturaleza, existen mitos en los que no aparecen ningún tipo de dioses, ni tampoco se encuentran vinculados con alguna religión formalmente establecida, sino que flotan en forma de leyendas o relatos que encierran visiones de gran valor cultural. También los hay otros que resultan ser generadores de una diversidad de religiones.
Como se ha expresado, la etimología de la palabra proviene del griego antiguo, perteneciente una cultura originaria, en varios aspectos, del pensamiento occidental. De hecho, la racionalidad, pasará a ser característica en ambos, en la mitología griega y en la occidentalidad. De cierto que, desde varios ángulos, al mencionar mitología, solemos evocar la correspondiente al pensamiento griego. Sobre la mitología griega, todos y todas tenemos algún conocimiento, usualmente con referencia a los dioses del Olimpo, de quienes aprendemos en la escuela elemental.
Sin embargo, curiosamente como sucede en otras cosmovisiones, en la cosmogonía griega, antes de que aparecieran los dioses con rasgos antropomorfos, se relata la existencia de algunas divinidades mucho más abstractas, generalmente identificadas con elementos o principios naturales, las cuales dieron origen a todo cuanto existe. Estas entidades originarias del cosmos se conocen, con mayor especificidad, como las deidades primordiales. El titular de esta ocasión refiere a esta temática, muy amplia, por cierto, por lo que en la presente publicación haremos mención, únicamente, a unos cuantos puntos que ayuden a despertar la curiosidad. También destaca el hecho de que esta mitología primordial responde, usualmente, a varias versiones, como es el caso de la mitología primordial griega.
De hecho, sobre esto último, es posible identificar los orígenes de los mitos primordiales griegos en relatos cosmogónicos provenientes del Oriente Próximo, de antes de 2800 a. C., los cuales fueron difundidos por todas las comunidades de los pueblos circundantes. Valga acotar que esta denominación, Oriente Próximo, «es una expresión de origen europeo, utilizada para referirse a una región geográfica de contornos nada precisos, ubicada en el oeste de Asia y este de África, caracterizada por encontrarse cerca de Europa». Ciertamente que la denominación contiene un sesgo geográfico e ideológico, y aunque se considera sinónimo de Oriente Medio, esto no es del todo correcto.
Empero, regresando al asunto del origen de la tradición cosmogónica más antigua, suele reconocerse al poeta Hesíodo como uno de los primeros que escribe sistemáticamente sobre las tradiciones y los mitos, difundidos previamente de una manera exclusivamente oral. Se lee:
Hesíodo, en griego antiguo Ἡσίοδος fue un poeta de la Antigua Grecia. Su datación en torno al año 700 a. C. es discutida. Algunos autores lo han considerado también como el primer filósofo griego [..] Se le han atribuido muchas obras, pero actualmente se consideran auténticas solo la Teogonía, en la que relata la genealogía de los dioses de la mitología griega, a modo profético, escrita en versículos, como lo escrito en Trabajos y días, los 54 primeros versos de El escudo de Heracles; el resto se considera apócrifo
Se le considera casi contemporáneo a Homero, de quien también se tienen otras referencias sobre la mitología griega antigua; aunque algunos estudiosos colocan a Hesíodo como anterior a Homero, todo ello y otros detalles históricos son un asunto de discusión. Lo cierto es que posteriormente a los escritos de Hesíodo se generan otras variantes sobre la mitología, pero, en particular, sobre las deidades primordiales, entre las que destaca el orfismo, con una teogonía propia y una teoría soteriológica independiente de la tradición de aquel entonces.
No obstante, al margen de las discrepancias posteriores, en la Teogonía de Hesíodo se lee lo que hemos citado en nuestro epígrafe motivante: «… en primer lugar existió el Caos», declarándolo, así, como la primera entidad primordial., la divinidad primigenia, la que existió antes que cualquiera otra. Χάος es una expresión que ha dejado el camino abierto para la filosofía, por su amplitud y paralela ambigüedad, respecto a su correcta interpretación y la connotación en los versos antiguos, aunque se tiene claro que no apuntaba a las connotaciones contemporáneas usuales relativas al desorden o confusión. Aunque la denotación inmediata es para «vacío», el sentido contextual no señala una interpretación que indique que al comienzo había «nada».
En cualquiera de las posibilidades hermenéuticas, todas las variantes teogónicas sostienen que Caos fue la primera divinidad primordial, lo que existió desde un inicio, antes que cualquier otra cosa. Aunque Caos es en griego un sustantivo de género neutro, en los relatos posteriores se presenta como una deidad femenina, lo que a su vez invita a una curiosa o peculiar interpretación.
Por otro lado, la cosmogonía hesiódica expresada en la Teogonía, explica que luego surgieron «Gea, la de amplio pecho», «el tenebroso Tártaro» y «Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales», sin explicitar si descienden directamente de Caos, por lo que la tradición posterior les presentó con existencia independiente. Tanto Gea como Caos formaron posteriormente una familia propia, sin intervención sexual masculina, dada su naturaleza femenina que permite este tipo de reproducción primordial. De Caos nacieron posteriormente Nix, la noche, y Érebo, la obscuridad. De Gea nacieron Urano, el cielo estrellado, los Ourea, las montañas, y Pontos, el mar, con lo cual terminan las concepciones inmaculadas de Gea. Aunque estas divinidades son descendencia, se consideran primordiales también.
Nix concibió con su hermano Érebo a Éter, la luminosidad, y Hemera, el día, aunque algunas versiones posteriores incluyen a Hipnos, el sueño, y a su gemelo Tánatos, la muerte no violenta. Nix es mucho más importante que su hermano Érebo porque es la fundadora de la rama principal de la familia de Caos, al generar una serie de hijos por sí misma, en su mayoría personificaciones de las fuerzas consideradas obscuras, destructivas y negativas, tales como Moros, el destino, Ker, la perdición, Geras, la vejez, Ezis, el dolor, Apate, el engaño, Némesis, la venganza, Eris, la discordia, Momo, la burla, las Hespérides, las hijas de la tarde y las Keres, los espíritus de la destrucción y la muerte, entre otras.
Si la línea genealógica de Caos, a través de Nix, produjo toda una serie de fuerzas negativas; Gea fue la progenitora de todo lo positivo y substancial en el mundo, las deidades que presidían distintos aspectos de la naturaleza y todos los grandes dioses y diosas, a través de las dos familias que fundó con sus dos hijos, la mayor, a partir de su unión con Urano y una menor, con Pontos. Esta descendencia de tercer orden, nietos de Caos, surgieron paulatinamente a lo largo de varios siglos, conforme los relatos básicos se cimentaban en una narrativa única perpetuada por el sistema educativo griego. Esta dualidad primordial entre el bien y el mal se encontrará en muchas civilizaciones de la Antigüedad.
Ahora que hemos abierto esta interesante temática, cabe con propiedad un par de notas al respecto. Primero, apuntar que la conexión existente entre los mitos y las religiones resulta un tema ciertamente delicado para las personas de un pensamiento fundamentalista, en el sentido de que la interpretación literal de sus textos sagrados, o fundacionales, conlleva a la negación de cualquier hermenéutica contextual o simbólica. De esta forma, niegan, directa o indirectamente la diversidad humana y cultural, lo que puede derivar, peligrosamente, en posiciones intolerantes o fanáticas, que tiendan al dogmatismo absolutista, es decir, a considerar que existe una verdad absoluta, cuestión anacrónica e inaceptable em pleno siglo XXI.
No obstante, la mayoría de las personas no encuentran problema en tomar sus textos sagrados como verdades religiosas, reveladas por inspiración divina, pero mostradas en un lenguaje simbólico para la conformación de un sistema de valores asequible al género humano. Lo importante acá es la universalización de los conceptos, sin distinción étnica o de otro tipo, sin los riesgos que representan las ideas o nociones en torno de la supremacía de un dios específico, negando las creencias de otras culturas. Es decir, la consideración de una verdad, a título personal, no debería nunca degenerar en el rechazo de las creencias de otras personas, en un apropiado respeto a la otredad.
Es decir, que opuesto a esta razonable aceptación de la alteridad se encuentra una posición dogmática, negligente y beligerante. Por ello se observa que muchas personas emplean las palabras mito y mitología para caracterizar como falsas las historias o narrativas que aparecen en una o más religiones, o aún peor, en las religiones diferentes a la que se es creyente. En breve, la actitud reflejada en la aseveración tipo: «mi religión habla de verdades (históricas), mientras que las otras religiones describen únicamente mitos (o sea, falsedades imaginarias)».
Así, las personas creyentes de una religión mayoritaria, como es el caso del cristianismo en nuestro medio, suelen ofenderse si se incluye la palabra mito en algún coloquio al respecto de su fe, pues para ellas, esto equivaldría a afirmar que su religión es una mentira, lo cual va en contra de sus creencias. Por ejemplo, al hablar del mito de Adán y Eva, la forma en que se describe en el libro del Génesis, la creación del ser humano.
En sentido positivo, poco a poco se ha ido aceptando que cada religión contiene un conjunto de mitos que se ha desarrollado a partir de sus escrituras sagradas, y que no hay conflicto con los elementos míticos que existen en estas creencias, pues la adopción de su religión como algo verdadero compete a la fe y sus personales creencias, y no al estudio académico de los mitos ahí contenidos.
En la búsqueda de la tolerancia de pensamiento en nuestra sociedad, ciertamente amenazada con el dogmatismo acrítico y poco reflexivo, es que hemos incluido varios artículos en torno de la problemática, específicamente en la columna de opinión Dyeus otiosus, en donde es usual abordar algunos puntos o aspectos, en esta misma línea de pensamiento. En lo que sigue deseo tratar el caso de unos descendientes de Nix, sus nietos específicamente: los oniros. Para ello recordar las palabras del escritor y poeta de origen irlandés Oscar Wilde (Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde): «Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad, pero se les olvidó mencionar que las pesadillas también son sueños.
Antes comentar que la mencionada columna, Dyeus otiosus, trata sobre las creencias, entendidas como aquellas situaciones o aseveraciones que asumimos como verdaderas, sin poseer evidencia, aceptándolas tal cual, sin cuestionarlas, manteniéndolas a lo largo del tiempo. Existe toda una tradición evolutiva del pensamiento humano que nos ha llevado a distinguir entre el conocimiento y las creencias, de lo cual podremos extendernos en ocasión posterior. En particular, hemos mencionado arriba el pensamiento griego clásico, en el cual se enfatizó la notable distinción entre la episteme, επιστεμε (ciencia o conocimiento inteligible) y la doxa, δοxα (opinión o conocimiento sensible, como en la palabra paradoxa).
En el diálogo La república, Platón desarrolló lo esencial de su teoría del conocimiento, explicando la fuente o el origen de aquello que se asumía como verdad. Así, la doxa puede provenir de la imaginación (eikasia: εικασια) o de la creencia (pistis: πιστισ). La pistis griega de Platón sería hoy entendida como la fe (del latín fides), por medio de la cual asumimos que algo es así, con confianza y fiabilidad, aunque no existan pruebas o evidencias de aquello en lo que creemos.
Al inicio explicamos que el término mitología proviene de las raíces griegas mythos (μυθοσ) y logos (λογοσ), las cuales refieren a dos tipos de expresión o discurso, íntimamente relacionado con las creencias y los conocimientos. La primera significa un acto de habla ritualizado, o tradicional, mientras que la segunda se refiere a la expresión, tanto oral como escrita. Así, una mitología es un conjunto de relatos adheridos a una determinada cultura, vinculados con expresiones usualmente de origen sagrado, que posteriormente fueron tratadas como una serie de creencias colectivas sostenidas a lo largo del tiempo.
Sobre lo que mencionamos del riesgo absolutista, cabe indicar que el cuestionamiento crítico de la diversidad de mitos en las distintas culturas con las que el pueblo griego tuvo interacción fue clave para el desarrollo del concepto de la verdad, la cual no podía ser cambiante y mutable, sino que, por el contrario, debería ser permanente y perdurable. Sin embargo, hemos comentado previamente el valor que conllevan los mitos, tanto como producto cultural como de gran valor para el ser humano, en un sentido colectivo, pues pasan a ser elementos constitutivos inseparables de lo que significa humanidad.
Cuando Hesíodo, en su Teogonía, presenta a Caos, Χαοσ, como la primera de todas las entidades primordiales, no es explícito al respecto de si las otras tres entidades, o divinidades, primordiales provienen o emanan de Caos, o si todas ellas tuvieron un origen totalmente independiente. De hecho, en esta afirmación central de Hesíodo se ha dejado suficiente espacio para el planteamiento de toda la filosofía ulterior, palpable en los presocráticos, de forma que el pensamiento mitológico deviene en precursor del pensamiento filosófico, sea para la interpretación convergente, o sea para la especulación divergente.
Dicho de otra manera, esta «realidad turbia», primordial, apareció en las genealogías subsiguientes como la fuente primaria de todo lo oscuro y lo negativo en el mundo, contrapuesto a Gea, de donde brotaron otros principios y la mayoría de los dioses griegos y, en particular, los dioses olímpicos mejor conocidos, provenientes de Crono, uno de los titanes, hijos de Urano.
Aunque Caos es en griego un sustantivo de género neutro, es tratada en unos relatos como una entidad femenina, capaz de crear descendencia sin la intervención sexual de una pareja, al igual que Gea; sin embargo, otros han considerado a Caos como masculino. Repasando lo anotado, hemos dicho que, de Caos, surgieron dos gemelos, Nix, la noche, y Érebo, la obscuridad y la sombra. Sin embargo, mientras más generaciones se incluyen en el árbol genealógico, los relatores discrepan más en cuanto a su ascendencia, entonces surgen diferentes versiones.
Por ello, una versión, presente en Hesíodo, coloca alguna descendencia entre Nix y Érebo, como se muestra en la imagen que sigue. Otros, empero, la colocan como descendencia exclusiva de Nix. En todo caso podrán apreciarse las características obscuras, o negativas, de esta descendencia, con las excepciones de Hemera y Éter que, siendo descendientes de la noche, se contraponen a ella, porque representan el día y la luminosidad.
Quizá llame la atención un mensaje, común en muchos otros relatos mitológicos, y es que la obscuridad, la noche, precede a la luz, el día, y que esta segunda proviene de la primera. Otros dos hijos importantes de Nix y Érebo son Tánatos, la muerte, en su sentido natural y no violento, e Hipnos, el sueño, es decir, el estado físico psicológico, mental, de la necesidad de dormir.
Pues bien, fue de Hipnos que los oniros, sus hijos. Estos oniros son los sueños, las realidades que se viven cuando se duerme. Algunos otros autores posteriores colocarán a los oniros como hijos directos de Nix, pero en la versión que estamos siguiendo, los oniros vienen a ser claramente hijos de Hipnos y nietos de la noche, Nix, y de la obscuridad, Érebo. Los oniros más relevantes eran tres: Fóbetor, que inducía sueño con animales; Morfeo, que introducía a las personas en los sueños; y Fantaso, que se encargaba de colocar ciertos objetos inanimados. De los oniros proviene el término onírico, referido a la naturaleza e interpretación de los sueños, sea popular o psicológica.
Hoy en día los mitos, tanto los históricamente registrados como los que se desarrollan en la cultura moderna, son interpretados a la luz de la psicología profunda, tanto individual como colectiva, puesto que se considera que encierran hechos y valores que emanan desde los abismos del inconsciente, manifestando prioridades subliminales.
Así, aunque usualmente relacionamos a la mitología con las religiones antiguas, cabe reflexionar que tal concepción no es del todo correcta, pues más allá de una visión primitivista, debemos comprender que la vigencia de los mensajes subyacentes no se ha modificado con el paso del tiempo. De esta forma, nuestra lectura sobre la mitología puede ser redirigida hacia una hermenéutica diferente, como parte de las verdades que no ven la luz en un discurso lógico racional, sino más bien complementario a este.
En la actualidad podemos identificar algunos componentes mitológicos en el arte contemporáneo, sea la literatura o la cinematografía, al crearse en ellos universos ficticios de cierta complejidad, que inclusive pueden dar lugar a profundos sistemas filosóficos. Ejemplos excelentes pueden ser tomados de la obra de J. R. R. Tolkien en sus libros El Silmarillion y El señor de los anillos, entre otros escritos, o Los mitos de Cthulhu, que surgen de la unificación de las novelas de H. P. Lovecraft y su círculo de adeptos. Así que invitamos al lector al seguimiento de estas temáticas.
Para cierre, regresaremos a una de las cuatro divinidades primordiales, a Eros, de donde deriva la conocida palabra «erotismo». Sobre el erotismo la escritora francesa Anais Nin (Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell) escribe: «El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía». Empero de nuestra interpretación actual de las derivaciones lingüísticas del término «eros», a Eros, Eρως, le presentamos como una de las cuatro deidades primordiales que son Hesíodo, por allá cerca del siglo VIII a. C. También Homero, el autor de la Ilíada y la Odisea, hace lo mismo.
Sin embargo, es fundamental comprender, como hemos entrelineado, que los mitos, y en particular el origen de los dioses, no permanecen inmóviles e incambiantes en el tiempo. Esto viene a ser una clara consecuencia del dinamismo social y lo que resulta prioritario para los pueblos, a lo largo de su histórico vivir. En este sentido, Eros, el dios del amor, es una de las deidades griegas que más variantes presenta en las diferentes versiones de la mitología, y en especial sobre su origen.
Definitivamente esta evolución responde a la búsqueda antropológica del origen del ser humano, porque de las cuatro divinidades primordiales propuestas por Hesíodo, es Eros la que se vinculará casi personalmente con los seres humanos, a través del fenómeno de la fertilidad. En efecto, de los primordiales de Hesíodo, Caos y Gea tuvieron descendencia, desapareciendo poco a poco de la escena del común de los mortales, para ceder su posición a sus hijos y nietos, como hemos descrito arriba, siendo los oniros descendientes de Nix, la noche, hija de Caos, mientras que Tártaro pasó a ser un lugar muy lejano, situado más abajo del inframundo, por debajo de la tierra (Gea) y los mares (Ponto), como estos del cielo (Urano).
Lo curioso de esta evolución de Eros, originalmente el dios primordial responsable de la atracción, en general, es que fue paulatinamente transformándose en una deidad antropomorfa, con la cual era posible compartir los aspectos humanos referidos al amor y el sexo, llegando a ser posteriormente venerado también como un dios de la fertilidad. Así, simplificando de sobremanera esta evolución del pensamiento griego, es posible distinguir dos aspectos en la concepción de Eros.
En el primero es una deidad primordial que encarna no solo la fuerza del amor erótico (humano o animal), sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, con la cual los seres se acercan unos a otros, a la manera de la gravitación que acerca a los planetas y a los dioses, concibiéndose como la luz primigenia que es responsable de la creación y del orden de todas las cosas en el cosmos. Eros llegó a ser adorado como Protógono, Πρωτόγονος, es decir, el primero en nacer.
Sin embargo, en una visión más tardía del pensamiento griego, Eros apareció en relatos humanizados del amor y de los vaivenes del mismo, y empezó a intervenir de manera más frecuente en los relatos que mezclaban a los dioses con los humanos, de forma tal que, ante ambos, Eros inició un largo trayecto que llega hasta nuestros días, por ejemplo, en la historia de Eros y Psique.
La narrativa relacional entre Psique, el alma, y Eros, el amor, explica que, al querer Psique descubrir el rostro de su amante secreto, Eros, ella derrama, sin querer, una gota del aceite hirviendo de la lámpara con la que ilumina a Eros, quien asustado despierta y huye desconsolado, desesperadamente, por sentirse traicionado. Del popular relato se derivó la antigua expresión latina stilla olei ardentis (la gota de aceite hirviendo), que hace referencia a la traición por parte de alguien en quien se confía totalmente. En la historia, Psique, que inicialmente era una mujer mortal hermosísima, fue transformada en diosa, llegando a representar la personificación del alma y de la mente.
En algunos mitos, a Eros ya se le identificaba como hijo de Nix (Nicté) y Érebo, apareciendo en otros Hermes o Hefesto, o bien Poros y Penia, y en otros mitos menos difundidos como hijo de Iris y Céfiro. Sin embargo, posteriormente prevaleció la versión de Eros como hijo predilecto de Afrodita y Ares, interpretación modal que llegó hasta los romanos en la forma de Cupido, como hijo de Venus y Marte, para después latinizarse y llegar hasta nuestros días en la forma de los putti, también conocidos como querubines, amorcillos o erotes. Este Eros-Cupido se manifiesta como un ayudante de Afrodita, que dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales.
Si se buscan imágenes de Eros como una deidad antropomorfa, pero no del niño con arco y flechas, ícono romanizado de su equivalente Cupido, se encontrarán muchas sobre esta historia de Psique y Eros, de la que cabe perfectamente un artículo posterior que bosqueje las numerosas versiones. Esta gran cantidad de relatos, algunos muy disímiles entre sí, exponen la importancia que para los seres humanos ha representado la relación amorosa, el principio de vida entra las especies.
Sin embargo, la popularidad de este relato que citamos, entre Psique y Eros, el más conocido, se debe, básicamente, a la lectura de una de las obras de Apuleyo, Las metamorfosis, que, a lo extenso de los siglos se llevó a cabo. Según Agustín de Hipona, se conocía como El asno de oro (Asinus aureus), la cual es la única novela latina que ha llegado completa hasta el día de hoy. Se estima que la obra fue escrita en el siglo II d. C., siendo una adaptación de una obra original anterior en griego, cuyo autor fue posiblemente Lucio de Patras, aunque se tiene duda si este nombre no ha sido tomado del personaje principal que narra la obra de una forma muy amena y divertida.
En una de las narraciones se intercala este relato de Psique y Eros, y de cómo una mujer, hermosa de sobremanera, llegó a despertar los celos de la misma Afrodita, diosa de la belleza, la sensualidad y el amor.
En este artículo hemos querido enfatizar este hecho observado en el estudio comparativo de los mitos y las religiones, referido a esa búsqueda del acercamiento de lo inefable y desconocido, de los grandes misterios, hacia la mundanidad del ser humano, sometido y dependiente de las fuerzas superiores a él, naturales o sobrenaturales. Esta persecución antropológica por el origen y el sentido de la existencia humana derivó en la mitología griega a una mayor inmediatez de las divinidades primeras, acercándolas a la vida cotidiana de los pueblos, en evidente función de los intereses y las prioridades de la intelectualidad del momento. En suma, los mitos encierran valiosos secretos en la comprensión de la psicología humana, sobre sus grandes temores y sus prioridades.
Así, las distintas variantes, cuando menos, al respecto del origen y naturaleza de Eros describen este reposicionamiento paulatino, movilizándolo hacia una jerarquía inferior, mucho más cercana a la correspondiente de los seres humanos, evidenciándose con ello un principio de proximidad desde los órdenes más abstractos y generales que gobiernan el cosmos, hacia los más concretos y específicos, que dan orientación y curso a nuestras vidas, desde la cotidianeidad hasta una posible trascendencia, por ejemplo, con la que se ha considerado la más sublime de nuestras emociones mortales: el amor. De divinidad primordial, se le aprecia descender a la cotidianeidad, mundana, no divina, de todos los seres humanos.
Así, vemos una continua y permanente evolución de las nociones, desde la abstracción de Caos hasta la mundanidad de Cupido, pasando por los dioses olímpicos en su caracterización antropomorfa, quienes, más allá de su poder para intervenir en la vida humana, participan en comunidad de sus intereses y preocupaciones. Esto se identifica en las envidias que manifiestan los dioses hacia la condición humana, lo que se observa en el mito de Prometeo, por ejemplo, o en este relato de Psique y Eros que hemos comentado.
Finalmente, esto deriva en la trilogía «Dios, Hombre y Mundo», la cual resultará fundamental en la filosofía clásica de la Antigüedad, asunto que se hace explícito en estos mitos, como en el particular en la evolución del Eros primordial al Cupido romano, que ha llegado a nuestros días en las tarjetitas, propias del romance y del amor sexual, abundante en los días próximos a los mediados del mes de febrero, antesala de la primavera en ciertas latitudes del mundo europeo y occidental. Nos quedamos aquí, para conversar próximamente en los influjos y los impactos de la mitología griega en nuestro mundo contemporáneo.
Fuente de imágenes ::
[ 1 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://lacasadelasospecha.wordpress.com/2012/11/21/el-gran-parto-universal-caos-y-orden/
[ 2 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://es.wikipedia.org/wiki/Gea + https://es.wikipedia.org/wiki/Eros#/media/Archivo:Eros_bobbin_Louvre_CA1798.jpg + https://mitosleyendascriaturas.blogspot.com/2017/03/tartaro.html + https://hablemosdemitologias.com/c-mitologia-griega/el-dios-caos/
[ 3 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://www.gazeta.gt/los-oniros-nietos-de-la-noche-y-la-obscuridad/
[ 4 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://lamenteesmaravillosa.com/las-pesadillas-recurrentes-mucho-mas-malos-suenos/
[ 5 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://es.wikipedia.org/wiki/Pesadilla
[ 6 + 7 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://www.gazeta.gt/del-eros-primordial-a-cupido/
[ 8 ] Imagen editada por Vinicio Barrientos Carles :: https://es.wikipedia.org/wiki/Psique_(mitolog%C3%ADa) + https://es.wikipedia.org/wiki/Las_metamorfosis_(Apuleyo)