Hay personas que están interesadas en promover nuevos movimientos políticos en el país y hasta piensan que vale la pena explorar las posibilidades de obtener distinta clase de financiamiento para montar algo nuevo, tomando en cuenta los cambios ocurridos desde abril para esta fecha y, sobre todo, viendo la voluntad de buena parte de los guatemaltecos de darle carta de legalidad al sistema con su participación en el último proceso electoral.

El problema, sin embargo, es que no hay cambios sustanciales en la realidad del país porque los mecanismos de elección siguen siendo los mismos y en todo caso se trataría de formar un nuevo partido político pensando en hacer algo distinto que realmente le aporte algo al país, pero esa misma idea han tenido muchos de los que desde 1985 para nuestros días se han lanzado a la aventura política y todos, sin excepción, dependen finalmente de sus compromisos con el sistema para crecer porque quien no se alinea no tiene derecho ni de pedirse cartas.

El próximo Congreso llegará legitimado por una elección que puede considerarse importante aunque la abstención, los votos nulos y los blancos sean la verdadera mayoría. Y con esa legitimación se van a aferrar a sus privilegios y ya veremos que las reformas que sin duda se harán a la Ley Electoral y de Partidos Políticos serán tibias, un parche para taparle el ojo al macho y decir que ya se reformó la ley, pero sin tocar cuestiones como la reelección o la elección por planilla, piezas clave del vicio que afecta al sistema.

A lo mejor me paso de tremendista, pero no veo condiciones para que, tal y como están las cosas y con las cuestiones que hay que cambiar y quiénes son los llamados a aprobar esos cambios, podamos generar una estructura política distinta que abra espacios a la participación de sectores de jóvenes no contaminados que vengan con la intención de realmente convertir su vocación política en una oportunidad de servicio.

Y no tengo confianza tampoco en la actitud del ciudadano, puesto que cuando se decidió por reelegir a dinosaurios políticos que han hecho micos y pericos en sus municipios, demostró que la tal lucha contra la corrupción son puras babosadas. No les gusta que les robe gente de la chusma, que alguien que salió de la Primero de Julio se convirtiera en magnate, pero aceptan con total sumisión que quienes se creen de sangre azul se harten con el pisto de los fideicomisos y hagan lo que les da la chingada gana con los recursos públicos.

Siempre he dicho que el político llega hasta donde los ciudadanos le dejan llegar y en el caso de Guatemala es cierto que hubo un despertar contra la corrupción que destapó la CICIG, pero no pasó de ser un aire con remolino porque finalmente ese despertar no alcanzó a quienes han sido cultivadores de la corrupción desde hace muchos años y se premió nuevamente a los que piñatizaron el Estado haciendo chinche sus bienes.

Por eso, por la actitud ciudadana, sigo pensando que aquí las cosas no cambiaron como algunos creen.

Artículo anteriorA propósito del presupuesto 2016
Artículo siguienteDemoledora confesión