Hay cosas que extrañan. Es inevitable.
Para los espectadores de este proceso electoral que debe concluir con la instauración formal del nuevo gobierno nacional, son varias las cosas que nos deben extrañar. Sucede que la atención la acapara el espectáculo montado alrededor del empeño en obstaculizar la investidura de las nuevas autoridades electas. Un empeño que se podría caracterizar, básicamente, por dos esfuerzos.
El primero de esos esfuerzos -el más notorio y, a juicio de muchos analistas, en franco deterioro- se refiere a los intentos por obstaculizar desde la jurisdicción de la legislación ordinaria (Código penal, Código Civil, etc.) tratando de imponerla sobre la jurisdicción electoral (Ley Electoral y de Partidos Políticos, de rango constitucional).
El segundo de ellos se manifiesta de una forma más sutil -en estos momentos- como el preludio de lo que va ir in crescendo (aumentando progresivamente) de aquí al futuro. Se trata de dos modalidades que, en el fondo, son una y la misma cosa. La diferencia entre ellas radica, probablemente, en el hecho de que se realizan en escenarios un poco diferentes. Se trata de los fenómenos consistentes en: a) el vacío, en términos de fuerzas políticas amigas, que encontrarán las nuevas autoridades (en el Ejecutivo) y los nuevos representantes o diputados (en el Legislativo) durante el próximo ejercicio; y b) el ninguneo (menosprecio o desconsideración) al que se va ir sometiendo la auténtica fuerza política de ese movimiento ciudadano que, en esta contienda electoral, ha impuesto de manera contundente su manera de ver las cosas.
El vacío se da en el escenario de las fuerzas políticas formalmente constituidas como tales (los partidos políticos) y busca anular la capacidad de disfrutar de alianzas. El ninguneo está orientado a la ciudadanía en general y a los grupos de presión y de poder existentes y pretende menguar el poder de la opción ganadora, despintándola de ser un movimiento auténtico y de espíritu nacional.
En aras de la Realpolitik esperada, no me referiré al primer empeño (el intento de judicializar la política). También soy del criterio que irá menguando la capacidad inventiva para lograr materia y razones para judicializar y, consecuentemente, su esperanza de prosperar. Sin ser exhaustivo, deseo abonar algunas observaciones al segundo tipo de empeño que se empieza a ensayar (el vacío); con lo que pienso podría motivarse alguna inquietud analítica en algún lector interesado.
A estas alturas del partido, ese vacío en términos de eventuales fuerzas políticas formales que puedan contarse como aliadas en el escenario del ejercicio del poder público durante el próximo período gubernativo y legislativo, se hace patente de varias formas e inclina a entenderlo de diferentes maneras.
En el caso de las bancadas de los distintos partidos integrantes de la actual legislatura, se observa una generalizada ausencia de personalidad. Una ausencia que no es solo de parte de los partidos como organizaciones de las cuales se debería esperar madurez y claridad de criterio si no que, también, de parte de los diputados allí presentes. Resulta un fenómeno de suyo interesante ver cómo tantos diputados -muchos de ellos políticos en ciernes y, por lo tanto, con la supuesta pretensión de ser conocidos y reconocidos como líderes claros y confesos (según sus particulares aficiones)- no demuestran carácter suficiente para lucirse tal y como piensan y tal y como son. A estas alturas -y aunque se trate de una Legislatura por fenecer-, debería haberse hecho patente ya, de una manera más clara y personal (me refiero tanto a los partidos, como personas inscritas en el Registro, como a los diputados, como personas que ejercen el cargo de diputados en el Congreso) cuál es el colorido real de las fuerzas presentes en el Hemiciclo. Es lamentable que casi el único criterio existente al momento es el derivado de la filiación ideológica (¿) que les adscribe la prensa a las bancadas.
Otro elemento digno de mencionarse en este contexto es el de las manifestaciones públicas que han o no han hecho los líderes de los partidos políticos (sobre todo aquellos que se las llevan de ser auténticos líderes políticos y se deberían querer desmarcar de todos aquellos a quienes la gran masa reconoce como oportunistas y negociantes -ya no digamos de la política, en general, si no que de esas participaciones en eventos electorales que, según se asegura, son negocios bastante lucrativos-).
A estas alturas, es inconcebible continuar escuchando de los supuestos líderes políticos ideas que sugieren que, de no haber sido por el fraude que suponen, serían los actuales vencedores. Y, al mismo tiempo, no poder notar ninguna expresión o manifestación de fuerza política que los sustente (p.ej., textos medianamente razonados, apuntando a las virtudes propias, firmados de manera inteligible por personas -sin “vergüenza” de hacerlo en público-), más que los reclamos que les redactan sus asesores jurídicos y presentan ante diferentes autoridades.
No me explayaré en el incipiente ninguneo a las fuerzas triunfadoras (su auténtica naturaleza y la legitimidad de sus programas). Ninguneo que, no había transcurrido ni media hora luego de conocerse el resultado del balotaje, y ya se manifestaba con expresiones tales como que esa derrota no había sido ni arrolladora ni contundente (¿) …
Finalizo con la modesta pretensión de que los políticos que se consideran serios (y auténticos, en el sentido de sí representar contingentes amplios de personas que conocen sus ideas y los siguen por ello), asuman su papel como tales haciendo patente su posición ante los eventos y ante la Democracia. Y, si pueden, demostrando su papel como los auténticos líderes que dicen ser de las bancadas de diputados que tienen en el Congreso. Es un fenómeno que espero con ansias porque tengo la leve sensación de que muchas de esas bancadas son pro-forma, no constituyen bloques de personas fieles ni a sus principios partidistas ni a sus supuestos líderes…; presiento que esos “parlamentarios” son, en su mayoría, más bien almas o espíritus independientes, seres de cristal interesados solo en sus personales agendas y posiciones…