Por RACHEL ZOLL y MICHAEL R. SISAK
FILADELFIA
AP
El Papa Francisco arribó a Filadelfia, a las 9:40 de la mañana, su avión chárter de American Airlines aterrizó y fue recibido por dignatarios locales y la banda de música de una escuela secundaria.
De allí partió del aeropuerto de Filadelfia, hacia la Catedral Basílica de los Santos Pedro y Pablo para una misa a la que asisten unas 1 mil 200 personas. En la recepción se encontraban un exagente de policía herido en cumplimiento del deber y su familia. Las hijas de Richard Bowes le entregaron un ramo de flores y Francisco las abrazó, lo mismo que a su hijo.
Francisco bajó de su Fiat en la pista para bendecir a un hombre en silla de ruedas, a quien besó en la frente, la banda de música de una escuela secundaria local tocó varios temas, incluido el de la película «Rocky», ambientada en Filadelfia.
Francisco llegó a la Basílica de los Santos Pedro y Pablo donde lo recibieron el gobernador de Pennsylvania, Tom Corbett, y su esposa, antes de entrar, Francisco se volvió dos veces a saludar a cientos de personas que lo aplaudían. El Papa Francisco recorrió la nave central del templo, sosteniendo un gran báculo coronado por un crucifijo mientras cantaba un coro. Celebró la misa frente a 1 mil 600 personas en la principal catedral católica de Filadelfia. Lo que hizo recordar que el otro papa que habló en la catedral fue Juan Pablo II, en 1979.
Tras discursos ante el Congreso de Estados Unidos y Naciones Unidos que tenían como objetivo animar a líderes mundiales a tomar medidas audaces en materia de inmigración y medio ambiente, el papa Francisco inicia la última etapa de su gira estadounidense, que se espera esté más centrada en los católicos: Un encuentro de familias organizado por el Vaticano que terminará con una misa al aire libre para un millón de personas.
Francisco pasará los dos últimos días de los seis que estará en territorio estadounidense en Filadelfia, donde será el principal atractivo del Encuentro Mundial de Familias, una conferencia para más de 18 mil personas de todo el mundo que se celebraba ya mientras el pontífice estaba de visita en Washington y Nueva York.
En cada ciudad, Francisco ha sido recibido por una multitud de fieles emocionados que le vitoreaban, a la espera de una oportunidad para ver o tocar al popular líder espiritual. Se espera que en Filadelfia se repita el guión. Las medidas de seguridad sin precedentes para la esperada visita han sido tan fuertes que los organizadores están preocupados porque puedan haber ahuyentado a los asistentes.
«Tiene una personalidad magnética que no solo atrae a los católicos, sino a multitudes universales. No tiene un guión. Es fácil identificarse con él. Su corazón, en sí mismo, puede verse reflejado en su mensaje», dijo Filipina Opena, una católica de 46 de La Mirada, en California, mientras grupos organizados y familias visitan los lugares históricos de Filadelfia tomando fotos antes de la llegada del pontífice. «La gente siente que es sincero y genuino. Cuanta más gente lo escucha, cuanta más gente lo ve, todos lo entienden y se dan cuenta de ello».
El argentino, que viaja a Estados Unidos por primera vez en su vida, tendrá una visita cargada de historia estadounidense. Hablará en el Independence Hall, donde los Padres Fundadores firmaron la Declaración de Independencia y la Constitución, y lo hará desde un atril empleado en el Discurso de Gettysburg, otro guiño a Abraham Lincoln, uno de los cuatro estadounidenses que el pontífice citó como inspiración en su intervención en el Congreso.
Como ya hizo en Nueva York y Washington, prestará atención tanto a las élites como a los desfavorecidos, visitando en esta ocasión a presos en la mayor cárcel de Filadelfia. Hoy por la noche, en el Benjamin Franklin Parkway, el corazón cultural de la ciudad, presenciará las actuaciones de Aretha Franklin y otros artistas en un festival para homenajear a las familias. El domingo regresará a ese mismo lugar para oficiar la misa, su último gran acto antes de partir a Roma por la noche.
«Probablemente no serán los políticos los que recuerden su mensaje sino los niños», dijo Liza Stephens, una madre de 48 años de Sacramento, California, que viajó a Filadelfia con sus dos hijas de 10 y 12 años. Las tres pasaron tiempo como voluntarias empaquetando comida para África, entre otras actividades del Encuentro Mundial de Familias.
La archidiócesis de Filadelfia organizó el encuentro con el que espera obtener una necesaria inyección de alegría y entusiasmo papal en un momento en que enfrenta un descenso en el número de fieles, problemas financieros y el peor escándalo de abusos sexuales cometidos por curas en el país.
La archidiócesis fue objeto de tres investigaciones de un jurado de acusación. El último, en 2011, la acusó de mantener en el cargo a más de tres docenas de sacerdotes que enfrentaban acusaciones, series de abusos a pesar del compromiso asumido en 2002 por la Conferencia Estadounidenses de Obispos Católicos de expulsar a cualquier cura culpable. El mismo jurado investigador inculpó a un sacerdote que supervisaba al clero de la archidiócesis, monseñor William Lynn. Más tarde fue declarado culpable por poner en riesgo a menores, convirtiéndose en el primer responsable de la iglesia en Estados Unidos condenado por no frenar a los abusadores.
El papa podría charlar en privado con víctimas de los abusos durante el fin de semana, un acto que líderes de la iglesia dijeron que no se anunciará hasta después de que suceda.
La visita se presenta también como uno de los encuentros eclesiásticos más interesantes de su gira. Su anfitrión será el arzobispo Charles Chaput, que se opone abiertamente al aborto y al matrimonio gay y marca la línea más conservadora de la archidiócesis.
Se espera que Francisco hable de libertad religiosa en el Independence Hall y que traslade un mensaje de compasión, esperanza y fuerza a las familias en sus apariciones en la ciudad. Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales católicos esperan celebrar actos independientes, incluyendo uno para padres homosexuales con sus hijos el sábado, mientras piden una mayor aceptación en el seno de la iglesia. El papa pronunció el famoso «¿Quién soy yo para juzgar?» cuando fue preguntado por un sacerdote supuestamente gay, pero también se ha reafirmado en los dictados de la iglesia sobre el matrimonio.
«Tiene una personalidad magnética que no solo atrae a los católicos, sino a multitudes universales. No tiene un guión. Es fácil identificarse con él. Su corazón, en sí mismo, puede verse reflejado en su mensaje», Filipina Opena, una católica de 46 años de La Mirada, en California.
«Probablemente no serán los políticos los que recuerden su mensaje sino los niños», dijo Liza Stephens, una madre de 48 años de Sacramento, California.











