Hace más de 75 años, el notable economista brasileño JOSUÉ de CASTRO escribió: «En realidad, el subdesarrollo no es la ausencia de desarrollo sino la consecuencia de un modelo universal de desarrollo equivocado. El subdesarrollo es el producto de una mala utilización de los recursos naturales y humanos… Sólo a través de una estrategia global de desarrollo, capaz de movilizar a todos los factores de producción en favor de la colectividad podremos eliminar el subdesarrollo y el hambre de la faz de la tierra«.
Por esa misma época, LEWIS MUMFORD también subrayó: “Hasta el límite de sus capacidades y perspicacias, cada uno de nosotros debe someterse a su autoexamen, reevaluar sus normas y valores, modificar sus actitudes y expectativas, y reorientar su interés y proceder. Esa hora exigirá una capacidad de humildad y de sacrificio difícil bajo cualquier circunstancia; pero particularmente difícil para una generación para la que estas palabras sólo despiertan desprecio o resistencia que se justifica a sí misma”.
El momento en que vivimos amenaza con una catástrofe, momento de incertidumbre e ilusión, que igualmente presenta una esperanza inesperada y una promesa guiada y comandada por el Dr. Bernardo Arévalo, ganador de las elecciones presidencias.
¿Qué cabe decir en estos momentos sobre nuestro destino? Que el momento no está para repetir una dirección publica en todos sus niveles, con hombres y mujeres pusilánimes, pues de lo contrario nos hundiremos en el pantano de la desilusión y el desánimo, propiciando aún más la gravedad de desastres sociales y ambientales de la nación. Al emitir el voto, la mayoría entregó parte de sus energías para volver realidad, la posibilidad de que nos gobiernen personajes orientados y con ética, eso es bueno pero no suficiente. Ese votante espera, que su energía política entregada al Dr. Arévalo, él la convierta en una responsabilidad en más de mil nombramientos, para que se obtenga la renovación de la democracia, la justicia y la equidad. Esta es la verdadera carga y el desafío del próximo gobierno, si queremos trasformar lo negativo señalado por Josué de Castro en un: “un desarrollo realmente en beneficio de todos”.
Y lo anterior no funciona, por más bien que se planteé, si los ciudadanos no tenemos claro que: independiente de que el Dr. Arévalo sea la persona que nos gobierne, del funcionario público que trabaje, todos tenemos obligación ciudadana de poner nuestros potenciales físicos, mentales y emocionales a disposición de la sociedad, para generar una asociación activa entre recursos, acciones y beneficios públicos y una administración eficiente para fortalecer la democracia y el desarrollo humano nacional, sin restricciones y para la mayoría. Está en juego entonces, como fundamental para el desarrollo de la nación, atender y fortalecer una conducta ética gubernamental e individual, que significa en términos prácticos, comprometernos con la promesa electoral y con el plan de gobierno mostrado por el ganador y su grupo; obliga a cada uno de nosotros, a sellar con ellos, actos de cooperación política, económica y social, que involucren honestidad y eficiencia de todos para todos. Solo así podremos cumplir con lo destacado por Mumford al principio de esta opinión.
Cambio político, cambio personal, deben hacer mancuerna y debemos rechazar la noción popular de que un nuevo gobierno es el responsable de montar automáticamente la mejora de nuestro bienestar; eso resulta una ilusión, si la lucha personal por el propio bienestar y la autorrealización del ciudadano, no están incluidos en esa esperanza. Ya no debemos creer ingenuamente que todo lo arreglará un gobierno y sobretodo un presidente. Es tarea de todos por la vía de la ciencia, la moral y la ética, encerrar todas las dimensiones de la vida de un individuo y de la sociedad, dentro de valores de libertad, identidad y unidad. En ello se debe fundamentar el poder de la elección.