Martín Banús

Las últimas semanas han sido avasalladoramente significativas en la arena política mundial, especialmente por las olas de migrantes, en su mayoría sirios, hacia una Europa que literalmente no sabe siquiera cómo abordar dicha inmigración.

Mientras en Guatemala las cosas han quedado definidas al más puro y mediocre estilo chapín, en la arena internacional lo que resulta verdaderamente atemorizante es la crisis político-militar en Ucrania y en Siria, producto de la inflexión en las posturas imperantes. Aun antes de estos conflictos y con mayor razón ahora que han surgido, se había venido dando por parte de EE. UU., Rusia y China, desde años atrás, una evidente carrera técnico-armamentista, sin parangón desde el fin de la guerra fría. Rusia se ha convertido en una potencia que supera a los mismos EE. UU. en muchos aspectos, y la China no se ha quedado atrás.

Lo preocupante es que un pequeño error o provocación, como por ejemplo, otro avión derribado, una violación fatal al alto al fuego acordado, una violación fronteriza, un asesinato de alguna figura reconocida, etc., pueden ser la chispa que desate, cual efecto dominó, una inimaginable conflagración mundial, un holocausto como nunca antes los ojos del hombre hayan visto. ¡Así de simple!

¿Qué es lo que subyace en esta distensión? Desde nuestra perspectiva, todo surge debido al enfermizo deseo de dominación mundial. ¡Punto! Algunos países no están dispuestos a jugar el papel de lacayos, como suele ser la pretensión de los EE. UU. con todos aquellos países que no dan la estatura belicista ni armamentista de ellos. Pero el caso de Rusia y China, son diametralmente opuestos…

Tal actitud de amos y gendarmes del mundo, ha llevado tradicionalmente a los norteamericanos muy lejos de sus fronteras, a asediar y a intervenir en asuntos internos de otras naciones, incomodando o amenazando su seguridad. La enfermiza ambición de dominar y poseer los recursos ajenos es ya una característica reconocida mundialmente, propia de la política exterior norteamericana.

Esa postura de matones del mundo, les funcionó en una época en la que la tecnología militar no los amenazaba, pero los tiempos han cambiado. Hoy son varios los países que podrían mandar el infierno a sus ciudades, tal y como ellos lo hicieron imperdonablemente en Hiroshima y Nagasaki. Ahora se ven obligados a negociar, pero no lo hacen muy bien, ni siquiera con la ayuda de los ingleses…

No cabe duda que los EE. UU, es una nación sorprendente y ejemplar en muchísimos aspectos que sería largo mencionar, pero su política exterior nunca fue noble ni amigable, menos aun confiable, ni siquiera con sus aliados a los que recientemente se demostró que los espiaba.

Se trata de una economía belicista, de una economía que parece sostenerse a base de conflictos bélicos que crea a pequeña y mediana escala, mismos en los que siempre, con la ayuda de los medios que domina masivamente, pretende aparecer como la parte agredida, para tener así el pretexto de una reacción militar… Esto no es nuevo y de lo anterior se ha escrito ya muchísimo y desde el siglo antepasado cuando simuló el hundimiento del Maine, dinamitándolo desde adentro, (ello se evidenció años después) para tener así la excusa de declarar la guerra a una debilitada España en tierra cubana. Resultado de ello es la permanencia estadounidense en Guantánamo; todo una maniobra al mejor estilo de rapiña inglés.

Creemos sinceramente que EE. UU. podría lograr mayor colaboración e incluso mayores beneficios, si realmente asumiera una postura como la que seguramente le requerirá el Papa a B. Obama, ahora con motivo de la visita del hacedor de puentes a Washington, para que de marcha atrás con un embargo sexagenario a la isla, que para lo único que ha servido es para darle más que razonables excusas al régimen cubano, por la evidente ruina en la que se encuentran sumidas sus ciudades, pero a la vez, para exaltar su contrastante y enorme desarrollo social, en comparación, -por ejemplo-, con el nuestro, que gozando de todo tipo de “libertades” y en “democracia”, permanecemos injustificable y criminalmente en la ignominia social…

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