Juan José Narciso Chúa
No cabe duda que las elecciones mostraron su cara amable con la masiva participación de ciudadanos en el ejercicio del voto, pero también las elecciones hoy muestran con enorme razón que se constituyeron en una auténtica limitación para conseguir mayor profundidad en los cambios que vendrían a favorecer el futuro de la sociedad en materia política.
Ciertamente, la configuración de actores y las modificaciones en las relaciones de poder han variado levemente, pero aún los cambios de fondo siguen siendo una materia pendiente. El Congreso continúa siendo el poder del Estado que necesita los mayores cambios principalmente cuando los diputados se convirtieron en mercaderes baratos de intereses fácticos, políticos y transnacionales, tejiendo un organismo que se olvidó completamente de legislar para el bienestar general de la población, así como dejó de lado la fiscalización del propio Estado, para entrar en un proceso de colusión que condujo al deterioro permanente, que únicamente encontraba a la corrupción, como el mecanismo de articulación que facilitaba la permanencia de privilegios a cambio de amasar fortunas.
El nuevo equipo de Gobierno ha dado pasos positivos, es innegable, aunque no exento de errores políticos, al presentar una terna en donde quién resultó electo, constituía una cara académica pero las cartas principales se encontraban enfocadas en dos reconocidos conservadores “intachables” que representaban su primera y segunda opción. Los cambios en el equipo de ministros también muestran nuevas caras. Sin duda hay aciertos que destacar como Ana María Rodas -un lujo de Ministra de Cultura. Andreas Lenhoff -un viejo amigo y compañero de trabajo-, de innegable valor y decencia. Carlos Avalos, otro profesional de alto valor, compañero de trabajo en varios ámbitos, buen amigo e intachable en su actuación pública. Oswaldo Enríquez, también un compañero de trabajo y de proceder ético.
Puedo imaginarme que vendrán más cambios, pero lo fundamental es que el tiempo apremia, por su escasez, pero también se demanda un planteamiento concreto del temporal régimen, de su postura de cara a las transformaciones fundamentales que se requieren en lo político. No se puede pedir mucho, pero sí se pueden plantar las bases para una plataforma de cambios. Un aspecto crucial se centra en el presupuesto y en la recaudación. Es inadmisible un presupuesto de Q72 mil millones sobre la base de una maltrecha recaudación, por un lado, así como una deuda interna creciente y que muestra señales de alarma en su nivel pues camina al grado más crítico, así como es difícil asegurar los pagos en mantener el monto de compromisos anuales.
Recortar el monto original del presupuesto es imprescindible, sin duda, pero cómo hacerlo es otra cosa. Se requiere de criterios técnicos para alcanzar un monto adecuado y de voluntad política para aceptarlo e implementarlo. Es necesario hacer una “revolución” presupuestaria que permita un proceso de asignación y redistribución adecuados, pero cambiando la forma de distribuir fondos. Continuar con los feudos institucionales de fondos preestablecidos, como ha sido la constante hasta ahora, únicamente profundizará los desequilibrios sin una evaluación de los resultados de cada asignación institucional.
La coyuntura es cambiante y rápida, pero demanda moverse con cautela, pero con rapidez, no se puede perder esta oportunidad, ni tampoco se puede dar la espalda a las demandas del movimiento ciudadano que exige más cambios.
Los ciudadanos debemos estar vigilantes, no nos dejemos engañar con falsas promesas que pretenden dejar las cosas intactas –como la solicitud de Sandra Torres de aprobar los cambios a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, tal como está redactada, pues con la misma no se cambia lo trascendental-, tampoco se le puede dar pábulo a declaraciones como la de recuperar Belice, hecha por Jimmy Morales. Por favor, seriedad.