Imposible dejar de recordar, imposible dejarse llevar por la nostalgia cuando he sido testigo de lo que te ha pasado recientemente y te continúa golpeando hoy. No me olvido cuando te veía pasar junto con tus hermanos y tu mamá en su carro hacia el colegio, recuerdo que vestías el uniforme del Colegio de Infantes, ustedes pasaban en su carro lleno de familia, lleno de alegría, lleno de personas de bien.
Te llevo varios años de diferencia y por ello, la relación se inició posteriormente. No puedo dejar de mencionar cuando te graduaste de bachiller y pasaste a estudiar Medicina en la Usac, para aquellos años ya andábamos juntos, las reuniones de los sábados para jugar los famosos veintiunos, resultan inolvidables. Las mañanas de los sábados y los domingos constituían el telón de fondo para jugar juntos el basquetbol que nos unió para siempre y acrecentó nuestra amistad.
Esas mañanas de fin de semana eran pletóricas de sol, bellas, frescas cubiertas de un clima agradable para el deporte y ahí convergíamos todos, ahí nos dábamos cita sin establecer horario, sino simplemente llegábamos uno a uno, ahí estaba Chelí quien vivía enfrente de la cancha, luego se asomaba Hawaii, al rato se aparecía Jicho, algunas veces llegaba el Seco (+) y el Muerto, luego en pareja llegaban el Pollo y la Leona venía de ahí de la manzana dos, de ese mismo lugar que posteriormente asomaban también el Seco y el Zorro (+)
También acudían a esta inolvidable cita el Chiris, el Viejo y el Sapo (+), para luego acudir prestos y dispuestos la Ardilla, el Negro y el Gato y luego aparecían vos Pepa y el Diablo (+). La reunión era una fiesta, una elegía para el deporte, un espacio para el sudor, el esfuerzo, la lucha y la técnica combinadas, en el marco de una entrañable amistad.
Generalmente empezábamos a las diez de la mañana y terminábamos fácilmente a la una o una y treinta, todos cansados, sudados, tostados por el sol, pero satisfechos de haber dado lo mejor de nuestra técnica y experiencia en aquella pequeña cancha de una colonia marginal pero que nos cobijó a todos y nos unió para siempre.
Luego venían las infaltables reuniones que seguían a los veintiunos. La magia de la soltería nos facilitaba la vida. Íbamos a tu casa Pepa, ¿te recordás?, ahí en aquel ranchito que tu papá había hecho fue uno de los parajes que nos dio albergue para luego del deporte iniciar el proceso de la vendimia, de la plática diversa, de la broma interminable, de la jodedera de siempre, pero igual persistía el continuum de esta amistad que nos unió para siempre.
El equipo Cachorros fue nuestro emblema deportivo, así fuimos campeones en aquellos campeonatos de las vacaciones inolvidables que empezaron en 1973 y no recuerdo con precisión cuando terminaron e igual nos inscribimos en la Universidad Popular y ahí continuamos por muchos años, que yo sitúo alrededor del año 1993, en donde nos enfrentamos a grandes equipos y ganamos inolvidables partidos, así como perdimos contra excelentes rivales.
Las reuniones de tragos los sábados por las noches fueron otro pasaje imperdible en el tiempo y acá abro la memoria a una anécdota en la cual vos sos el protagonista. Estábamos en aquella casa de la señora que le decían la de los 7 platos, en la conversa en el marco de unos tragos, afuera de la casa, cuando otro beodo hoy fallecido, sacó una pistola y empezó a apuntarnos temerariamente, yo lo vi y les avisé para que prontamente nos retiráramos pues podría ocurrir una tragedia. Inmediatamente, nos paramos y salimos corriendo y cuando llegamos a la esquina, nos preguntamos si estábamos todos y alguien dijo “falta la Pepa”, te gritamos para que salieras, cuando vimos que de aquel lugar saliste corriendo de una manera extraña y vimos cuando arribaste que llevabas la botella, las aguas y los vasos que habíamos dejado en la huida y nos dijiste, bolo, pero no mula y reímos todos al unísono.
Escribo esta nota pensando en este momento difícil para vos Pepa, ojalá puedan aliviar en mínimamente parte tu dolor, pero sabés bien que este montón de amigos estamos con vos y nuestros recuerdos son recortes de una vida agradable, pletórica de anécdotas y pasajes inolvidables. Todo nuestro pensamiento positivo con vos querido Pepa.
*Los apodos en su orden corresponden a: Miguel Mejía (Pepa) Carlos López, Marco Tulio Valdez, Jorge Asturias, César Ortega (+), Víctor Hugo Ruiz, Sergio y Carlos Figueroa, Byron y Víctor Hugo Alonzo (+), Sergio Afre, Raúl Alvarado, Aroldo Campos (+), Romeo Carías, Luis Rodolfo y Juan José Narciso y Hugo Mejía (+).