Jorge Beteta – Facebook
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Una frase atribuible a Napoleón Bonaparte, y con la cual quisiera iniciar la presente reflexión es: “Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
El pasado 25 de junio fue una fecha que, en definitiva, alteró en muchos aspectos sumamente significativos a Guatemala. En principio, la fiesta electoral fue un evento remarcable, lastimosamente, no por su impacto democrático reflejado en una amplia concurrencia de electores, sino, por el abstencionismo. Según datos publicados por este diario, de conformidad con el Tribunal Supremo Electoral, el abstencionismo alcanzó un asombroso 39.92% de la población empadronada. Dicho de una manera más simple, de cada 10 personas que podían votar, casi 4 decidieron no hacer uso de su derecho a elegir a autoridades. Sin embargo, cada vez es mayor el hartazgo de la población guatemalteca, reflejada en los altos porcentajes del voto nulo en estas votaciones, que llegaron a alcanzar, según los datos publicados por el diario internacional BBC, poco más del 17% de los votos emitidos. Para poner un poco más en contexto al lector, en caso de que no se haya enterado para este momento, el voto nulo obtuvo mayor porcentaje dentro de los votos emitidos, que el candidato que se sitúa en primer lugar y que llegará a segunda vuelta.
Como joven, considero personalmente que es sumamente preocupante. No es la primera vez que distintos medios internacionales y nacionales se han referido a nuestra democracia como una democracia erosionada. Sin embargo, es importante preguntarse, ¿qué hemos hecho realmente para abordar esta situación? Como ciudadanos, tenemos a nuestra disposición múltiples herramientas que pueden ayudarnos a fiscalizar el funcionamiento de distintas instituciones públicas, incluso, pudiendo llegar a participar nosotros mismos en los procesos de incidencia nacional. Aterrizando estas oportunidades que tiene la población, le pregunto estimado lector, ¿Ha usted participado activamente en una mesa de votación? ¿Ha sido observador en el proceso electoral? Y como último punto, ¿Ha usted criticado el desenvolvimiento del proceso electoral actual?
Desde mi propia experiencia, muchos compañeros responden negativamente las primeras dos preguntas, pero se rasgan las vestiduras señalando los amplios problemas existentes en el proceso. Sabemos todos, y todos tenemos oportunidad de ver actas que fueron mal llenadas, procesos en los que hemos visto muchas anomalías. Pero… ¿no es acaso aquel que observa y no hace nada, igual de culpable que aquel que lo hace mal? ¿Cuánto tiempo más vamos a permitir que otras personas sigan tomando en sus manos el proceso más importante a nivel democrático y nacional que viviremos este año? ¿Cuánto más debe soportar Guatemala?
Como sociedad, la historia en la conquista de los derechos democráticos nos une a nivel mundial, sin que ésta haya sido precisamente un camino de rosas. En lo que hoy conocemos como Alemania, entre los años 1815 a 1848, la población atravesaba un cambio muy particular. Hasta 1815, se había logrado una serie de conquistas en el terreno de los derechos democráticos, dejando atrás el absolutismo. Sin embargo, dentro de esta época turbulenta, el “antiguo régimen”, que había sido depuesto por la población, vuelve a tomar el control y reinstaura el antiguo orden (el absolutismo), tirando por la borda los derechos que la población, después de arduas batallas, había conseguido. En ese momento, considerado históricamente como el periodo de los “Biedermeier”, la población se retiró de la vida política y comenzó una resignación generalizada, casi aceptando que la situación era inmutable y que todo estaba perdido.
Estimado lector, actualmente el hartazgo y la resignación han tomado puestos protagónicos dentro de nuestra sociedad. Criticar es necesario, pero no suficiente. Como guatemaltecos, no podemos seguir el camino de los “Biedermeier” y condenar a nuestra Guatemala a una situación “inmutable” donde todo está perdido. Creo que es elemental que reflexionemos internamente si únicamente criticando se puede cambiar la situación en la que nos encontramos. El cambio comienza con nosotros, tomando roles protagónicos en los espacios que disponemos. Participemos activamente en esta segunda vuelta electoral, y tomemos acciones positivas. No caigamos en los errores del pasado, retirándonos de la vida política por hartazgo. Más bien, levantémonos y gritemos ¡Guatemala, no más!