El gobierno que dirige Alejandro Maldonado Aguirre, quien en términos futbolísticos se encuentra en la lista de lesionados, parece encaminado a centrar todo su esfuerzo, por tiempo y circunstancias, en administrar la transición para pasar la estafeta al equipo que resulte de la elección en segunda vuelta que se hará dentro de poco más de un mes, puesto que no se avizoran las condiciones como para que pueda dirigir con esperanza de éxito el inicio del proceso de transformación del sistema que sigue siendo una prioridad para resolver el problema de fondo del país.

De hecho, dado el desbarajuste de este año en el Ejecutivo tras el caso La Línea, el simple hecho de administrar la transición demanda un esfuerzo enorme porque implica tratar de poner orden en un aparato descalabrado. Aparte de que durante este período la gestión se centró muy especialmente en los negocios, es notorio el descalabro institucional que prevalece en el país y por lo tanto resulta imposible hacer en el tiempo que falta para el traspaso de mando, todos los ajustes necesarios para entregar una maquinaria funcionando.

El último año de nuestros gobiernos se caracteriza por la implementación de la Ley de Hidalgo, aquella que asienta que es baboso el que deje algo, pero cuando se empezó a desmoronar el gobierno muchos funcionarios le metieron más prisa a sus asuntos pendientes en el plano de los negocios, mientras que otros simplemente dejaron de hacer para evitarse problemas. En los dos casos el efecto ha sido tremendo para el país y el próximo gobierno encontrará en muchos campos algo así como tierra arrasada.

Al presidente Pérez Molina dejaron de hacerle caso sus funcionarios hace varios meses y le jugaron la vuelta de manera reiterada, sabiendo que su poder se había esfumado cuando renunció la Vicepresidenta. Y en el caso presente, muchos de los nuevos funcionarios, empezando por Presidente, Vicepresidente, ministros y secretarios, tienen que aprender el chance y eso les tomará varias semanas, en tanto que los que continuarán están preocupados por asegurar su futuro en alguna entidad internacional y no les interesa para nada si a Maldonado y su breve gestión le funcionan las cosas.

Hubiera hecho falta un buen aire con remolino para avanzar en el campo de las reformas políticas presionando al Congreso, pero no se ve por dónde ello pueda ocurrir dada la personalidad de las altas autoridades que parecen tener cierto aire de pachorra. De suerte que si logran concretar algo en términos de transición, podrán sentirse satisfechos.

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