Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura
El inefable Gedeón me vino a buscar hará cosa de dos años. Deseaba que lo acompañara a reclamar un par de zapatos que le había dejado a don Meme para que se los arreglara. Cosa de cambiarles la suela y el tacón.
Suficientes razones me asisten para negarme a acompañarlo cuando decide atender sus asuntos; sin embargo, por alguna causa que desconozco siempre termino acompañándolo. Durante el camino me fue contando que a pesar de que últimamente ya resulta más económico comprar un par de zapatos importados y de muy buena calidad, había mandado a arreglar esos zapatos porque eran muy suaves y sus pies ya estaban acostumbrados a ellos. Entre una y otra plática llegamos hasta el taller de don Meme, que se encontraba sumamente entretenido escuchando la serie mundial de béisbol. Según pudimos enterarnos, los Cardenales le iban ganando a los cerveceros de Milwuake.
Luego de los saludos mi amigo le explicó que iba por lo de sus zapatos.
-¿Hace cuánto que me los dejó? –quiso saber don Meme.
Gedeón le explicó que, si no estaba mal, hacía cosa de ocho meses.
-¿Y cómo son sus zapatos?
-Son cafés, con una hebilla dorada.
-Permítame un momento –dijo don Meme, y luego de subirle el volumen al radio para continuar con lo de la serie mundial, se metió atrás de un cancel que divide el área del mostrador con la parte trasera de su taller. Comenzamos a escuchar los ruidos característicos de quien está buscando alguna cosa entre un mar de cosas. Pasaron cinco, diez, quince y hasta veinte minutos y el hombre no encontraba nada. Mientras tanto nosotros nos mantuvimos platicando de los deportes, de la serie mundial, de lo buenas que se estaban poniendo las Pereira, de que ya se estaba acercando el aniversario de los Bomberos con su correspondiente festejo. Menos mal también estábamos escuchando lo de la serie. Y cuando ya Gedeón había decidido que mejor regresaba otro día por sus zapatos, se apareció don Meme, todo empolvado, con más de diez pares de zapatos, todos aún sin ningún trabajo de reparación. Los puso sobre el mostrador y le pidió a Gedeón que le indicara si alguno de tales pares era el suyo.
-Son estos –le dijo Gedeón, señalándoselos con el dedo.
-Pues mire –le indicó don Meme-, si quiere viene dentro de 8 días y se los tengo listos.
Gedeón le respondió que estaba bien. Luego de despedirnos nos retiramos. Durante el camino de regreso mi amigo no paró de hablar sobre la irresponsabilidad de la gente como uno de los motivos por los que el país no progresa.
-¿Vos qué opinás? –me preguntó.
¿Y yo qué podía decirle? Lo mismo, que era una verdadera barbaridad que la gente fuera tan incumplida e informal.
-Sí, vos –me dijo-, menos mal que durante este tiempo no me han hecho falta esos zapatos; además, últimamente he andado un poco escaso de plata y hasta estuvo mejor que don Meme no me los tuviera listos.
Luego de comentar alguna cosa sin importancia sobre el clima, los robos que hacen los políticos en el gobierno y sobre la selección de futbol nos despedimos y cada uno se fue a atender sus asuntos.
Hará cosa de un año me volvió a buscar Gedeón. Deseaba que lo acompañara hasta el taller de don Meme porque le urgía recoger su par de zapatos.
-¿Los mismos por los que fuiste a preguntar hace dos años? –le pregunté
-Sí, vos –me respondió-. Es que fíjate que no había tenido tiempo de pasar a recogerlos.
Aduciendo cierto repentino exceso de trabajo le expliqué que me resultaba imposible acompañarlo. Es que me entró cierto coraje por su actitud tan desidiosa; además, existía la posibilidad de que don Meme aún no los hubiera reparado, y si tal cosa fuera cierta, tendría que escuchar las necedades de Gedeón al respecto de la irresponsabilidad de la gente como uno de los motivos por los que el país no progresa.