La investigación de La Hora sobre la compra de medicamentos que hizo el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) no solo evidenció el despilfarro que se hace con los recursos provenientes de las cuotas patronales y de trabajadores, sino que además ha permitido establecer otra dramática realidad de nuestro país. Para que los negocios oscuros sean más lucrativos y se puedan dar aparentes justificaciones, en la compra de medicinas, no sólo se paga más con dinero público sino que el ciudadano debe pagar más dinero por medicinas que van más allá del valor mundial de mercado.
Un lector de La Hora compró en España, en una farmacia, uno de los medicamentos que aquí se vende a precio exorbitante. Cada pastilla de Irbesartán de Aprovel fue comprada por el IGSS a Q7.58 con Lanquetín, mientras que en las farmacias tiene un precio al público de Q2.75 y eso hace que el IGSS “aclare” su propio negocio. Pero en España, el mismo medicamento comprado en una farmacia cuesta Q2.36 por pastilla, es decir casi diez veces menos y similar al precio promedio que el mismo IGSS tuvo conocimiento.
Eso significa, ni más ni menos, que como el Estado que es el mayor comprador de medicamentos y paga un enorme sobreprecio cada vez que hace un contrato, los precios se disparan en las farmacias, lo que se refleja en un altísimo costo de las medicinas que es generado por esa corrupción en el Estado que debemos erradicar. No sólo se están forrando los funcionarios con el dinero de la gente, sino que, para que todo el esquema y sistema de medicinas no queden expuestos a la crítica, resulta que le encaraman los precios de venta al consumidor local.
Es en realidad indignante e inhumano lo que la corrupción provoca en el país. No se trata simplemente de que se roben el dinero ajeno, sino que, para justificarse, facilitan que los precios de mercado en el país sean exorbitantes en comparación con lo que valen en el extranjero. Y el enfermo que no tiene cobertura del sistema de seguridad social, por ejemplo, tiene que pagar mucho más en cualquier farmacia de lo que tendría que pagar en el extranjero.
Es recurrente la denuncia de que aquí las medicinas son más caras que en otros países y lo experimenta cualquier persona que, por viaje o cualquier otra circunstancia, tiene que adquirir sus medicamentos en otro país. Y no bajarán nunca los precios porque sirven para justificar, de alguna manera, el enriquecimiento ilícito que hacen funcionarios puestos en los cargos precisamente para realizar negocios que permitan a sus superiores llenar maletas como las del tristemente célebre Benito.