En la Antigua Grecia, la casa (oikos) comprendía no solo el conjunto de bienes sino también de personas, quienes conformaban la unidad básica de la sociedad en la mayoría de las ciudades-Estado; en ellas, los oikos funcionaban como unidades económicas y sociales, en las que se desarrollaban actividades agrícolas y pecuarias, constituyendo la base de la sociedad griega de esa época. El oikos estaba conformado por una cabeza de familia o telestai, que era el hombre de más edad, su familia formada por la esposa y los hijos; así como también varias generaciones de descendientes, incluyendo a los esclavos. La vida social estaba organizada en torno al funcionamiento del oikos, a partir del cual se satisfacían las necesidades básicas de lo material, lo ético y lo espiritual de las personas en la Grecia Antigua. Aristóteles (384-322 a. C.) se distinguió por ser el filósofo de la polis (ciudad) de Estagira. En sus trabajos de política separó la esfera pública, que correspondía a la asamblea de la polis, de la esfera privada o doméstica que se realizaba en el oikos (la casa u hogar). Si todo lo que concierne a los ciudadanos de la polis, es político, las actividades y acciones que se realicen en dichas sociedades deberían, en teoría, ser también políticas. En la actualidad, ¿Puede haber ámbitos dentro de la sociedad que sean excluidos de la legislación y del control del poder estatal? La frase de lo personal es político e implicaría que no hay ámbito de la vida de las personas, que sea ajeno a lo político. Esta frase, lo personal es político, se puede interpretar como que lo privado es público, desde una perspectiva individual o social.
La relación entre lo privado y lo público ha sido estudiada de manera extensa y satisfactoria por los franceses Philippe Ariès (1914-1984) y George Duby (1919-1996), cuyas conclusiones constituyen los cinco volúmenes de su Historia de la vida privada. Inician el estudio con la familia romana en el domus o vivienda, luego el trabajo doméstico, la situación en los hogares de hombres libres y esclavos, el placer sexual, el derecho patrimonial y testamentario, la modificación de las costumbres que provocó el cristianismo, las diversas relaciones de las personas con la muerte, lo sagrado, los hijos, la violencia intrafamiliar, la antropología del parentesco, las transformaciones del Estado y la intervención de lo público en lo privado.
Lo cotidiano y lo privado se entretejen y se confunden con lo público en las reivindicaciones de los movimientos sociales, pero también en las asociaciones de consumidores, y se hace de ello la reivindicación máxima: “El cliente siempre tiene razón”, frase atribuida a Harry Gordon Selfridge (1858-1947), magnate estadounidense fundador de la cadena de grandes almacenes Selfridges. Posteriormente la frase fue reivindicada por los movimientos estudiantiles, de una izquierda políticamente indefinida, en la década de 1960, con diversas corrientes, entre las que se destaca la corriente del feminismo llamada la segunda ola, de origen anglosajón como la anterior, que fue el resultado de la acción de la primera abogada que venció los obstáculos que le negaban la igualdad ante la ley, frente a sus pares hombres, la segunda ola defendía la instauración del sufragio universal incluyendo a las mujeres mayores de edad, así como el derecho a la propiedad privada para ellas.
Esta segunda ola reivindicó la igualdad de obligaciones en el ámbito familiar y doméstico entre hombres y mujeres, liberación sexual, la herencia, el acceso al trabajo, al ahorro y a abrir cuentas bancarias o el derecho al aborto voluntario. Está asociada, por tanto, a los movimientos izquierdistas y feministas de la Guerra Fría surgidos en Estados Unidos. Esta segunda ola feminista denominada feminismo radical, sostiene que la raíz de toda desigualdad social sea sexual o no, es producto de la existencia del patriarcado, institución prehistórica que se ha perpetuado hasta hoy, según el feminismo radical consiste en la primacía privada y pública del varón sobre la mujer. Este movimiento fue popularizado por la escritora feminista radical estadounidense Carol Hanisch con su libro Lo personal es político (1969), en el que sostiene que el sexo, el aspecto físico, el aborto, los cuidados familiares o incluso el trabajo doméstico, debieran considerarse temas privados sin injerencia política. La frase, en un contexto postmoderno y neoliberal ha perdido sus contornos originales y empieza a volverse hegemónica cuando un grupo, que se considera oprimido por el ámbito público, trata de convertir su disgusto personal en un asunto de protestas públicas. Aunque el patriarcado, en su forma original haya desaparecido con el capitalismo, como producto de la liberalización parcial del trabajo femenino en el ámbito doméstico, surgen las demandas de las mujeres asalariadas y organizadas, para quienes, decir que lo personal es político, equivale a afirmar que debe ser asunto público toda participación femenina en el entorno familiar y social.