Es importante señalar el papel intermediario que tiene el sistema inmune en la interacción de la desnutrición y las enfermedades infecciosas. Cualquier circunstancia que comprometa el óptimo estado nutricional: condiciones pobres, sanitarias e higiénicas o mal consumo de alimentos, puede afectar la función inmune, por lo tanto, es de esperarse que se reduzca la capacidad del huésped para competir ante la exposición a un agente infeccioso incrementándose el riesgo de una enfermedad, pero a la vez su productividad y capacidad y según su edad, su crecimiento desarrollo, reproducción, laboriosidad y en general su calidad de vida.
Estudios clínicos, de laboratorio y epidemiológicos, han demostrado que la desnutrición afecta a la mayoría de los mecanismos inmunes del huésped desnutrido y compromete desde la integridad de las barreras físicas hasta defectos más profundos de la inmunidad celular, humoral, sistema complemento y función de las células fagocíticas, lo cual permite considerar al paciente desnutrido como huésped inmunocomprometido.
Por otro lado, la respuesta a un proceso infeccioso de parte de un ser humano o animal, depende fundamentalmente de una respuesta inflamatoria vigorosa, y para sustentar esta respuesta se requiere de un sistema inmune íntegro y de una disponibilidad adecuada de sustratos enérgicos y de nutrientes con funciones específicas. El paciente desnutrido tiene un déficit variable de ambos requerimientos; por ello, no solo se infecta con mayor facilidad, sino que las infecciones siguen un curso más severo y prolongado en este tipo de pacientes. La infección, a su vez, incide en forma negativa sobre el estado nutricional por las necesidades que genera en torno a energéticos y catabolismo de proteínas circulantes.
Es pues evidente que estamos ante lo que los epidemiólogos llaman un ciclo perverso, un ciclo reiterativo de desnutrición e infección que aun en la actualidad es la causa principal de morbilidad y mortalidad en los niños de los países en desarrollo, en deficiencias de crecimiento y desarrollo en la reproducción humana, en limitaciones de la capacidad laboral, en problemas de envejecimiento.
Son tres los principios básicos en la tríada de nutrición, infección e inmunidad
1º Las infecciones alteran el estado nutricional:
El círculo vicioso de infección desnutrición infección y su impacto sobre el crecimiento, fue ejemplificado en un estudio longitudinal en la población maya en Santa María Cauqué realizado por el INCAP en la década de los sesenta, el cual describe cómo los cuadros repetitivos de infecciones impactan sobre el crecimiento ponderal de los niños, los autores señalan en ese estudio que esto se debe a las infecciones repetidas que impactan sobre el estado nutricional y en específico sobre la reserva de proteínas minerales y vitaminas necesarias tanto para el crecimiento ponderal como para poder montar una adecuada respuesta inmune ante las infecciones, pero lo más importante de estos estudios longitudinales de INCAP de la década de los 60 y 70 es que señalan que si no se modifica el ambiente insalubre que va de la mano con la pobreza y de la mano ellos de una suplementación y una alimentación no sé si anal adecuada no se puede romper o revertir ese ciclo perverso de desnutrición infección.
Sobre el daño de esa interacción, sobre cómo esta va actuar, hay consideraciones que se deben tener en cuenta. En términos generales se puede decir que el efecto de una infección sobre el estado nutricional también depende del Estado nutricional basal del huésped cuando se infecta; agudo o crónico en calorías y proteínas, deficiencias en minerales y vitaminas. No produce el mismo resultado un estado nutricional agudo que uno crónico y tampoco es lo mismo una deficiencia de proteínas a la de una de calorías y deficiencias de minerales o vitaminas.
También debe considerarse el tipo de germen que ataca y su capacidad de reproducción y daño.
Hay también elementos propios de la respuesta del huésped que pueden afectar el resultado de la interacción nutrición infección de tal forma que el daño podrá ser mayor o menor. Durante el proceso infeccioso, el huésped puede tener una ingesta disminuida (anorexia) cuyo objetivo podría ser delimitar la disponibilidad de nutrientes esenciales que también son requeridos para la multiplicación del agente agresor. Otro aspecto es la fiebre. Generalmente, existe un incremento de los requerimientos basales nutricionales en presencia de fiebre causada por infecciones. Otro aspecto a considerar es que las infecciones por enteropatógenos, pueden producir en el individuo pérdida directa de nutrientes y agua por vómitos y diarrea, además de una absorción y transporte alterados a tejidos, de nutrientes.
2º La respuesta aguda del huésped a la infección incrementa la demanda de nutrientes.
Toda respuesta de un individuo ante una infección, se acompaña de una serie de respuestas bioquímicas hormonales y metabólicas muy predecibles. Algunas comienzan en el período de incubación del microorganismo y la gran mayoría se desencadenan junto al desarrollo de la evolución de la infección y con las fiebres. Por ejemplo, por cada grado que la fiebre aumenta, la temperatura corporal incrementa los índices metabólicos celulares regulares (basales) en un 5%, lo que eleva el gasto energético de todo el cuerpo; como consecuencia de la fiebre, también hay sudoración donde se pierden nutrientes. La anorexia, que suele presentarse durante la infección, disminuye la captura de nutrientes. La respuesta hormonal, se caracterizan por un incremento en la producción de la hormona llamada Leptina, de glucocorticoides y mineralocorticoides, de la hormona del crecimiento, del glucagón y de la insulina, entre otras y esto se traduce en alteración del metabolismo de proteínas, con pérdida de músculo para la obtención de aminoácidos utilizados en la síntesis de nuevas proteínas como enzimas y de proteínas del sistema inmune.
En el uso y manejo de la energía ante un proceso infeccioso, el metabolismo de carbohidratos conocidos como azúcares se altera. Por ejemplo, en el adulto la reserva calórica de azúcares es de solo 1,000 calorías, las cuales se consumen en 12 a 24 horas de acuerdo con la demanda metabólica a que está obligando el proceso infeccioso; en un niño, esa cantidad se consume entre 8 y 12 horas. En un estado de infección aguda, esta fuente energética es la primera en consumirse y al consumirse requerirá de otros nutrimentos con fines energéticos; la segunda fuente de mayor reserva energética son las grasas o lípidos 140,000 kilocalorías en el adulto; pero ante un proceso infeccioso agudo, las alteraciones en su metabolismo difieren según el agente causal. En un tipo de infecciones será de baja actividad, en otras palabras, menor utilización de las grasas y mayor utilización de energía por descomposición de proteína (catabolismo)s con fines energéticos. En otras infecciones puede ser la actividad de normal.
Durante la infección aguda también se pierde o se secuestra hierro, magnesio, potasio, fosfatos, zinc, azufre y las vitaminas tienen y son usadas aceleradamente estas pérdidas selectivas o reacomodo temporal de micronutrientes, tiene razón de ser y ocurre, con el fin de sintetizar proteínas de fase aguda que son necesarias para poder montar una adecuada respuesta inmune.
3º La alteración del Estado nutricional tiene un efecto negativo sobre la respuesta inmunológica e incrementa la susceptibilidad a la infección
Como se mencionó anteriormente, la desnutrición causa inmunosupresión a través de diversos mecanismos, incluyendo leptina y el eje del cerebro hipotalámico-pituitario-adrenal. La leptina juega papel fundamental entre el estado nutricional y la respuesta inmune. La leptina es una proteína secretada por tejido adiposo y su función es de regular la saciedad. Sin embargo, también incide sobre la respuesta endocrina y la respuesta inmune. La leptina que estimula células inmunes, tiene receptores en diferentes células para que estas la usen, incluyendo células del hipotálamo cerebral y linfocitos y macrófagos del sistema inmune. Los niveles de leptina, guardan una relación directa con la concentración de grasa corporal y se reducen rápidamente durante el ayuno.
En un individuo sano y normal (eutrófico) las infecciones así como los procesos inflamatorios incrementan los niveles de leptina, que tiene un papel regulatorio en inflamación también. Sin embargo, en personas con desnutrición proteico calórica, los niveles de esta hormona se encuentran disminuidos y en condiciones de niveles bajos de leptina, otras substancias llamadas glucocorticoides, impiden la función de las células inmunes llamadas macrófagos. Durante los procesos agudos de la infección y en otros procesos inflamatorios, los niveles de leptina se incrementan, lo cual hace suponer un papel protector de ésta en la respuesta inflamatoria. En ayunos prolongados o en inanición, los niveles de leptina disminuyen y esta deficiencia, incrementa o altera la regulación de la producción de otras sustancias inmunomoduladoras y por ende, incrementa la susceptibilidad a la infección. La deficiencia de leptina, también altera el proceso de hematopoyesis.
Todos los procesos arriba mencionados, explican la respuesta metabólica del huésped ante un proceso infeccioso agudo, como un incremento en el gasto energético y de nutrimentos, con el fin de montar una adecuada respuesta inmune ante un agente Invasor y también explican la repercusión del proceso infeccioso agudo, en el estado nutricional de un individuo
En conclusión:
Es evidente que las alteraciones nutricionales específicas mixtas crónicas y agudas alteran la respuesta inmune del huésped, lo cual incrementa la susceptibilidad a la infección y también la severidad de estas.