Pese a que las encuestas lo ubican como el presidente más reprobado de la era democrática y uno de los de menor popularidad en toda América, Alejandro Giammattei está pasando esta campaña electoral con absoluta comodidad porque ninguno de los candidatos punteros, en los que la opinión pública pone la mayor atención, formula la menor crítica en su contra. Aún otros aspirantes que sí denuncian la grave situación nacional, responsabilizan al pacto alcanzado para preservar el sistema con acceso al dinero de la gente, pero la figura presidencial no es tocada ni con el pétalo de una rosa.
Se sabe, positivamente, que varios han pactado con él o su principal alter ego y que parte del arreglo es no molestarlo ni ahora ni nunca y dejarlo vivir en paz. Y es que debe reconocerse que logró acumular tal poder que le permite el control de todas las instituciones nacionales, al punto de que si él decide que alguien participa lo hará y quienes le parecen cualquier amenaza se quedará fuera de la contienda.
La campaña se ha banalizado y prácticamente no se habla de los temas nacionales de gran trascendencia, entre ellos el tema de la corrupción y el sistema mismo, haciendo que los candidatos caigan en ridículas trivialidades que, por lo menos, distraen y causan risa a los ciudadanos en el curso de la que es, sin lugar a dudas, la más vacía de las campañas electorales que se han vivido.
Volviendo al tema de la concentración de poder que se ha logrado, no es ninguna exageración decir que desde los tiempos de Ubico no se veía tal nivel de control que pone a los tres organismos y a todo el Estado bajo el mando absoluto de quienes, desde el Ejecutivo, tienen tentáculos en todo el sector público. Aún en los gobiernos militares, tipo el de Peralta Azurdia o Ríos Mont, por lo menos la Universidad de San Carlos se mantuvo autónoma, pero actualmente, gracias a un espectacular fraude, hasta la misma Usac es parte de la parodia que se realiza bajo el disfraz de una democracia.
Los candidatos se dedican a pronunciar discursos populistas, bailar en la plaza y hasta a retarse en competencias de remo, además de aquellos que muestran su ignorancia y vulgaridad con pasmosa arrogancia. La demagogia ha alcanzado niveles espectaculares y se puede decir que hay para todos los gustos, pero lo que no existe es propuesta seria, concreta, sobre los grandes problemas del país.
Y así como a Giammattei lo pusieron en el olvido, hacen con la corrupción y el sistema. Al día de hoy no existe un plan para erradicar las mafias y restablecer la justicia verdadera, temas que parecen no interesar a los dicharacheros candidatos.