Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt
Me cuento entre los guatemaltecos complacidos porque el licenciado Alejandro Maldonado sea nuestro Presidente aunque sea por corto tiempo, pues sabiendo de su trayectoria y de haber escuchado recientemente su pensamiento a través de entrevistas y el discurso de aceptación de su mandato, me hizo sentir la diferencia de comportamiento, conocimientos, como de la capacidad de estadista que tanta falta nos hacía. Ello me motivó a sugerirle que si en verdad desea se le reconozca su labor como útil, buena y constructiva, afirmaría su paso a la historia si dispusiera elaborar la iniciativa para cambiar la actual ley electoral para evitar los inconvenientes que se derivan de solo servir para satisfacer intereses politiqueros. Además, que soy del criterio de aprovechar al máximo las coyunturas políticas del país.
Para el efecto, mejor resultaría que lo acompañara en su gestión como Vicepresidente el licenciado Gabriel Medrano Valenzuela, quien con su vasta preparación profesional y conocimientos pudiera coordinar con su sustentada experiencia la corrección de todo aquello que impida mejorar el sistema democrático por el que actualmente atravesamos. El mejor ejemplo lo tenemos con la reciente elección de diputados al Congreso de la República, pues sabiendo de lo que han sido capaces, para la población guatemalteca no es aventurado pronosticar, incluso antes que tomen posesión de sus curules los recién electos diputados, que volveremos a tener un organismo inútil, inoperante, corrupto, como tremendamente ineficaz.
La causa de todo lo anterior no es otra que la forma antidemocrática como se ha venido implementando la ley electoral de parte de los partidos políticos, quienes de manera poco ortodoxa han venido designando a dedo a los candidatos, seleccionados no por sus méritos de capacidad, idoneidad y honradez, sino por conveniencias económicas, politiqueras, así como por otras negociaciones totalmente carentes de valores y principios, a lo que habrá que sumarle la serie de obstáculos que el Tribunal Supremo Electoral ha tenido para aplicarla.
Pero lo anterior es solo una muestra de lo que no debe hacerse más, aunque sea inmensa la cantidad de reformas a implementar, si es que en verdad se quieren cambiar aquellos sistemas inoperantes con los que hemos estado viviendo, debiera incluirse la eliminación de la reelección, evitar las exclusiones por sexo o de sectores, penalizar el transfuguismo permanente en que viven los políticos, impedir y controlar al máximo la utilización de recursos muy poco transparentes de las campañas electorales y eliminar de tajo la posibilidad de elegir a aquellos elementos de nuestra sociedad con antecedentes que demuestran, no solo su falta de honestidad e idoneidad, sino son el vivo ejemplo del mal manejo de recursos públicos y privados.