En el Estado colonial todo puede ir siempre de mal en peor y de esto es importante que no nos quepa duda, porque esto significa que para la mayoría de este país la vida puede volverse aún más dura de lo que ya actualmente es, por ello quedarse en silencio frente a la situación de empobrecimiento y colonización no es una opción, ya que la historia nos ha demostrado que la desmemoria y la falta de pensamiento crítico pueden llevarnos de una desgracia a otra.
¿De qué otra forma podemos llamar a esta consecución de malos gobiernos que no toca fondo, sino por el contrario, parece que cada vez puede llegar a ser más insólito, más funesto?
No, no ha sido suficiente pasar de Jimmy Morales a Alejandro Giammattei, pues el futuro pinta verdaderamente preocupante. Descaradamente se ha venido allanando el camino hacia un fraude electoral, en el que la institucionalidad del Estado ha jugado un papel determinante para establecer las condiciones que permitan que este se consuma y para ello se aseguraron de quitar de la contienda al binomio presidencial que podía llegar a cambiar este escenario político, lo que para la hegemonía significó un riesgo, el cual no estuvieron dispuestos a correr y lo han dejado muy claro dejando fuera de las elecciones a Thelma Cabrera y Jordán Rodas del Movimiento para la Liberación de los Pueblos.
Una de las complejidades del empobrecimiento es que puede hacernos creer que nuestros verdugos pueden liberarnos; la idea de que un mal político puede llegar a ser bueno por el hecho de que aparentemente es “nuevo” y que por tener dinero no robara “tanto”, no solo es una falacia, sino que demuestra que nos han sumido en un cerco mediático que nos hace incapaces de ver lo que realmente ocurre.
Dentro de este cerco se nos ha impuesto la aspiración de un estilo de vida de narcotraficante, como un personaje que se ha construido como “antítesis” de los ricos tradicionales, como si se tratara de la posibilidad de que una persona no nacida en “cuna de oro” puede llegar a escalar en la estructura social, política y económica al convertirse en narco. Por supuesto que lo de antítesis es una ficción, ya que, si algo hemos visto en las últimas dos décadas, es que se ha venido afianzado la alianza entre los “viejos” ricos y los “nuevos”, lo que al mismo tiempo significa una alianza entre la oligarquía, el narcotráfico y el crimen organizado.
A esto se debe que la escalada de Carlos Pineda no se trate solo por la forma en que ha usado las redes sociales para promocionarse electoralmente, ya que en primer lugar no es un personaje nuevo en el escenario político ¿o ya se nos olvidó su cercanía a Mario Estrada y Manuel Baldizón, ambos ligados al narcotráfico?
La imagen que se ha construido alrededor de Carlos Pineda toca elementos que definen la historia política del Estado colonial, que funciona a forma de una finca, cuyo dueño además de finquero es narco.