Factor Méndez Doninelli
Esta vez, se cumplen 61 años de aquellas gestas heroicas y populares que marcaron el inicio de la lucha armada “como herramienta de combate ante el cierre de los espacios de diálogo.”
En la historia nacional se conocen como las jornadas patrióticas de marzo y abril de 1962. Fueron luchas populares pre insurreccionales conducidas por la juventud estudiantil de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) y los adolescentes estudiantes de secundaria de los institutos nacionales que lucharon en las calles contra la dictadura militar de ese entonces representada por el general Miguel Ydígoras Fuentes. Los universitarios representados por la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) y los muchachos y muchachas de pos primaria organizados en el Frente Unido del Estudiantado Guatemalteco Organizado (FUEGO). En aquel tiempo, ambas organizaciones estudiantiles contaron con amplio apoyo popular, se distinguieron por ser representativas, vigorosas y beligerantes.
Las élites de este país, los sectores conservadores y los militares represivos pretenden imponer a la sociedad un tipo de amnesia colectiva para impedir que se conozca la historia, es por eso que adquiere importancia el rescate de la memoria histórica para que, las nuevas generaciones conozcan los hechos y no olvidar a los héroes y mártires mujeres y hombres, víctimas de la intolerancia y de las acciones represivas de los regímenes militares que el siglo pasado dominaron durante muchos años la vida nacional.
En 2012, al cumplirse 50 años de esta gesta estudiantil, la editorial de la USAC, publicó la antología “50 años de las jornadas patrióticas de marzo y abril de 1962” de la que tengo el honor de ser compilador. En la presentación hecha por la Dirección General de Extensión Universitaria y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO-Sede Académica Guatemala, se lee: “Marzo y Abril, en su contexto histórico, representaron la explosión o el estallido, como alguno de los colaboradores del libro le llaman, de ese sentimiento de frustración del pueblo guatemalteco, que se inicia desde la misma intervención estadounidense en el derrocamiento del gobierno democrático del coronel Jacobo Árbenz Guzmán en 1954.”
En otro párrafo se indica: “De la lectura de este libro se infiere que las jornadas de marzo y abril no constituyen un hecho aislado en la historia del país. Son una consecuencia, una secuela de otros hechos lamentables de nuestro acontecer a través del tiempo y que debemos conocer porque son las lecciones de la historia. También impresiona la cantidad de personas, grupos sociales, sindicatos, e instituciones participantes en la lucha: el estudiantado, con destacada actuación de la AEU; los profesionales y sus Colegios; el Consejo Superior Universitario, que declara a Ydígoras como “persona non grata”, las organizaciones de mujeres, los partidos políticos incluyendo una facción del Partido Revolucionario y la Democracia Cristiana Guatemalteca, y hasta algunos conocidos conservadores de la época se unen como un solo pueblo en demanda de justicia, paz y democracia, petición que se concretiza en la petición de renuncia al gobernante Miguel Ydígoras Fuentes.”
Continúa el relato: “Otro hecho de singular importancia es el largo plazo de la lucha. Dos meses completos de marchas, protestas, mítines, revueltas callejeras y enfrentamientos contra un poder armado que aplicaba la fuerza sin misericordia. Cerca de 40 muertos y cientos de heridos, detenidos y expatriados fue el precio de la lucha popular. Muchos se cuestionan: ¿valió la pena? Es una pregunta difícil y conflictiva de responder, pero que no puede eludirse. A nuestro juicio sí valió la pena, aunque solo fuera para demostrar que el pueblo de Guatemala, a pesar de ser humilde, callado y a veces hasta sumiso, tiene el valor y el coraje de enfrentar la adversidad cuando los valores de justicia, equidad, igualdad, paz y seguridad son conculcados por gobiernos espurios surgidos del fraude y la componenda, al margen de los intereses nacionales.”
Sean estas líneas, un homenaje a quienes ofrendaron su vida en la lucha.