No se ha cumplido una semana desde la investidura de Alejandro Maldonado Aguirre como Presidente de la República para terminar el período presidencial que vence el 14 de enero próximo y se empieza a sentir la actitud irresponsable de un Congreso que no se reúne para elegir Vicepresidente entre la terna que propuso. Eso indica que tendrá serios problemas para lograr el objetivo de que durante su mandato se pueda impulsar el inicio de las reformas que el país sigue necesitando en materia legal para depurar un sistema político que ha sido cooptado por la corrupción y la impunidad.
Creemos que el presidente Maldonado ha dado muestras de que pretende abanderar el esfuerzo por iniciar el proceso de cambio y aunque exista esa indiferencia e irresponsabilidad en el Congreso, su liderazgo puede ser determinante para que se pueda revivir la demanda popular que obtuvo su mayor logro con las renuncias de Pérez Molina y Baldetti, lo cual es insuficiente desde el punto de vista de que ellos fueron producto de un sistema creado de manera sistemática y cuidadosa para facilitar que quienes lleguen al poder puedan enriquecerse en forma escandalosa.
Se ha dicho que Maldonado Aguirre tiene la elevada aspiración de ser bien recordado por su ejercicio en la Presidencia de la República y, ciertamente, se encuentra en una posición que podemos considerar como más allá del bien y del mal. Sin ambiciones de futuro en el plano político, puede poner todo su empeño en dejar una huella imborrable en dos sentidos puntuales. En primer término consolidarse como “ave rara” en nuestro medio por llegar al poder a servir y no a enriquecerse, diferencia que sería fantástica desde cualquier punto de vista que se quiera ver. Y en segundo lugar, ejercer un sano liderazgo nacional para demostrar que no hace falta mucho tiempo para consolidar una autoridad moral que le permita dirigir, con pleno respaldo de un pueblo ansioso de nuevos horizontes, el proceso de reforma institucional que nos saque del arrabal en que nos metieron los políticos y sus financistas.
No podemos crearnos falsas ilusiones con el nuevo Congreso porque nada ha cambiado toda vez que los diputados que lo conformarán son producto de las mismas prácticas viciadas de compra de curules que obliga a recuperar la inversión en el menor tiempo posible y luego maniobrar (cambiando de partido si hace falta) para quedarse el mayor tiempo posible.
Este Congreso que termina debe recibir la presión pública en su máxima expresión para obligarlo a aprobar las reformas que el país necesita y en ese empeño el liderazgo y la conducción del Presidente serán fundamentales.