Walter Juárez Estrada
La supremacía del Tribunal Supremo Electoral, debe ser garante en todo proceso electoral, actuar con arreglo a la norma constitucional a la Ley Electoral y de Partidos Políticos y el parchado reglamento. Despojarse los magistrados de cualquier vínculo político, ser jueces de derecho para dar certeza y confianza al electorado, que los cuestiona por sus resoluciones parciales, su poca capacidad y el sesgo que han tenido en rechazar y registrar a aspirantes a puestos de elección popular con tacha y no ser idóneos para ocupar un cargo.
En todos los eventos electorales, los inconformes de las resoluciones del ente electoral, recurren a instancias jurisdiccionales para revertir los fallos, desvalorizando la supremacía que debe tener el órgano electoral, que los constituyentes cuando crearon esa entidad pugnaron por su “supremacía”, a efecto de que todas las acciones en materia electoral, los postulantes las sustanciaran en dicho órgano, pero desafortunadamente en el correr del tiempo eso no ha sucedido.
Recurrir a otras instancias retrasa el proceso electoral y los tribunales ordinarios, incluso la Corte de Constitucionalidad, que es la última instancia para dirimir todo conflicto de controversia legal debe darle la verdadera interpretación a lo que dice la Carta Magna, pero en los fallos que la 8ª. magistratura ha resuelto tienen tinte político, obedeciendo órdenes foráneas. Si se actúa de esa manera no se le da certeza y credibilidad a los fallos. Es aquí donde todas las entidades sin pretensiones y simpatías políticas deben pronunciarse.
La opacidad ha sido una constante en la actual magistratura, al no tener criterio en sus decisiones y dejarse manipular por los fiscales de los Partidos Políticos. Los errores que han tenido los magistrados es en sus cuadros medios, al no tener la experiencia y la capacidad para dirigir un proceso electoral donde más de nueve millones de guatemaltecos tienen que decidir en las urnas quiénes a su juicio son los ciudadanos que en los próximos 4 años deben dirigir los organismos del Estado. Las improvisaciones de los directores del ente electoral, ha dado lugar a que se les tache de incapaces, porque no saben cómo dirigir un proceso electoral. La directora electoral ha puesto en duda su capacidad al decir que en los municipios lejanos de la cabecera, por la lejanía no lleguen a tiempo el 25 de junio las papeletas, una declaración absurda y torpe si se quiere.
O sea que así discurre con improvisaciones el proceso electoral con la participación de 30 Partidos Políticos y un enjambre de candidatos presidenciales, sin mayor capacidad alguna, que no inspiran confianza en el guatemalteco, pues sus ofrecimientos no se cumplen y cada cuatro años engañan a los guatemaltecos.
Se ha entrado a la etapa para las elecciones generales y aún hay tiempo para meditar serenamente quién puede ser el ciudadano que resuelva en los próximos 4 años la gravísima crisis que atraviesa el país, que sufre hambre, sumido en la corrupción, en la violencia organizada donde la maras extorsionan y se hacen millonarios con la complicidad de las fuerzas de seguridad que están de adorno.