Fernando Urquizú1
Introducción
El presente articulo refiere algunos datos y referencias como un primer paso en la construcción de la historiografía de la imagen de Nuestra Señora de Dolores de Candelaria como la escultura que representa la madre de Jesús Nazareno de Candelaria, que lo acompaña en su tradicional procesión de Jueves Santo.
El origen de la imagen probabilidades o realidades
El probable origen de la imagen podemos rastrearlo en varias líneas de investigación: Una de ellas tiene como la visita de Obispo Gómez de Parada, a la parroquia de la Asunción del valle de las Vacas donde reporta una imagen de Nuestra Señora de Dolores, que además contaba con una cofradía en el año 1734. Los bienes de esa iglesia pasaron a un templo nuevo de esta advocación que en 1784 se constituyó en el actual templo de la Candelaria.
Una segunda hipótesis puede fincarse en la confección de una escultura en la primera década del siglo XIX derivada de la presentación de la procesión de Jesús Nazareno de Candelaria que necesitaría dicha imagen para completar su mensaje acerca de la Pasión de Cristo en donde la Santísima Virgen María desempeña un papel de corredentora de la humanidad.
El punto de encuentro lo constituye un primer inventario de bienes de la cofradía de Jesús Nazareno de Candelaria donde claramente se refiere una escultura de Nuestra Señora de Dolores con daga y resplandor, indicios que se constituyen en un punto de partida para establecer de manera más fiable su existencia.
Los primeros datos concretos de la imagen de Nuestra Señora de Dolores y la procesión de Jueves Santo
El traslado de Jesús Nazareno de Candelaria en 1784 de la Antigua a la Nueva Guatemala de la Asunción se dio para finiquitar el proceso de traslado de parroquias de la capital del reino y proceder a la restauración de su vida cotidiana, eventualidad que no fue fácil debido a los procesos de construcción material de la ciudad y otras circunstancias, como: el mal tiempo que determinó la suspensión de las grandes procesiones de Jueves y Viernes Santo de 1803 y 1804 por copiosas lluvias que azotaron el valle.
Los años subsiguientes se fue reestableciendo el culto, y para el caso que ahora nos ocupa, lo podemos deducir de una patente fechada el 30 de marzo de 1812, en donde es evidente la reproducción directa del imaginario religioso de la cultura hispánica en el medio, ilustrado con retrato de grabado de Jesús Nazareno de Candelaria con fines de la identificación y difusión de su devoción. Este documento asociado a un inventario de los bienes dicha cofradía localizado en el Archivo Arquidiocesano Francisco de Paula García Peláez por el historiador Mario Alvarado Vela que data de 1818 donde figura el registro de una imagen de Nuestra Señora de Dolores con su daga y resplandor, cuya imagen podemos apreciar en los guiones de cofradía reparados por el platero Joseph Aragón, el mismo año, según dato referido por la historiadora Josefina Alonso de Rodríguez, nos permite ubicar la existencia de dicha escultura en la segunda década del siglo XIX.
Esta imagen, según el contraste de datos: no puede ser la misma que la de los Dolores del Cerro, que contaba con su propia cofradía cuya fiesta titular era el tercer domingo de enero, más relacionada con el adviento y que generó tradiciones como la llamada: “del robo del Niño”, debido a que su advocación corresponde, al: III Dolor de la Virgen, Jesús Perdido y Hallado en el Templo. La escultura que ahora referimos era desde entonces propiedad de la Cofradía de Jesús Nazareno de Candelaria y basándonos en las evidencias escritas y gráficas, podemos inferir que fue confeccionada para acompañar la procesión de Jueves Santo y enfatizar el papel protagónico de la Santísima Virgen como como corredentora de la humanidad.
En 1859 se hicieron nuevos o repararon dichos guiones, según reporta el historiador Miguel Álvarez Arévalo, hecho que confirma la evidencia documental de la vida de la imagen de Nuestra Señora de Dolores en la procesión de Jueves Santo, que en aquellos años constituía un solo cuerpo de devoción.
La transformación del culto a Jesús de Candelaria, la participación pública femenina en el acompañamiento de la procesión de Jueves Santo
El 19 de enero de 1897, regresó triunfalmente el arzobispo de Santiago de Guatemala Ricardo Casanova y Estrada, después de poco más de 10 años de exilio; su retorno se dio como una parte política colindante de las conmemoraciones de las Bodas de Diamante de la Independencia de América Central, que coincidieron con las de Plata de la Reforma Liberal. En ese entonces se trababa de construir un nuevo imaginario nacional de apariencia “laica” encontrando un referente en los valores cristianos, que convergían con los civiles como parte fundamental con la formación de la conciencia ciudadana guatemalteca.
Los conceptos de Dios, Patria y Progreso fueron fundamentales para explicar el nuevo orden social establecido en donde la religión cristiana, y la Patria eran entendidas como territorio limitado políticamente expresados en categorías que fueron definidas por la intelectualidad de cada generación que se beneficiaba en mejor forma del progreso alcanzado por las fuerzas productivas guatemaltecas.
Estas categorías ya eran estudiadas en las nuevas escuelas liberales laicas de carácter público y cristianas católicas o evangélicas protestantes cuyos establecimientos funcionaban con carácter privado en donde los conceptos la familia, la comunidad, las ciudades y la metrópoli eran desglosadas mediante programas educativos supervisados por el gobierno a través de una secretaría y posteriormente un ministerio de educación. La orientación religiosa fue opcional en los establecimientos públicos en horarios fuera de clases.
El sistema de difusión del conocimiento fue controlado por el Estado destinado a promover la convivencia de acuerdo con los códigos de valores cristianos y patrióticos. Las antiguas cofradías se convirtieron en modernas hermandades cuya organización le fue permitida, a manera de sociedades culturales. sin acceso a bienes de capital y sin reconocimiento estatal debiendo generar sus propios fondos para su sostenimiento, eventualidad que incentivó el uso de las ciencias y el arte para reproducir sus devociones que comenzaron de nuevo a cohesionar las comunidades desde sus cimientos.
En este contexto se fundó la Asociación de Devotos de Jesús Nazareno de Candelaria o Sociedad de Jesús Nazareno de Candelaria el 15 de enero de 1898, cuando ya se encontraba en la Nueva Guatemala, el arzobispo Ricardo Casanova, quien realizaba esfuerzos por liderar una enseñanza católica actualizada de aquel tiempo, siendo una parte muy importante la conservación de su patrimonio material y cultural.
En este nuevo contexto de la sociedad liberal, se amplió, aunque de manera muy limitada el papel de la mujer en actos públicos siendo las procesiones uno de los primeros espacios visibles, acompañando las andas detrás de Jesús Nazareno o Sepultado portando las imágenes de la Santísima Virgen en sus advocaciones de Dolores y Soledad. En el caso que ahora nos ocupa no se fundó una hermandad aparte de la de Jesús Nazareno para acompañarlo, la imagen de la Santísima Virgen continuó siendo parte del cortejo de Jesús, pero portada por damas, que formaron parte de esta institución católica.
En este nuevo orden del imaginario católico paralelo al de la historia nacional, la Asociación de Devotos de Jesús Nazareno de Candelaria promovió la Consagración de su imagen patrona con motivo del décimo aniversario de su fundación, que se celebraría con un año jubilar que comenzó el 3 de febrero de 1917 y que se concluyó el Jueves Santo de 1918 con el fin de hacer un ensayó en la capacidad del manejo de las masas por parte de la Iglesia y el Estado teniendo como hilo conductor una devoción popular.
Este acto religioso, común en la época de esplendor de la cultura hispánica en el Nuevo Mundo daba seguimiento al programa de promoción de una nueva memoria histórica nacional apoyada por el arzobispo Julián Raimundo y Riveiro, que había entrado en congruencia con los intereses del gobierno encabezado por el presidente Manuel Estrada Cabrera, que preparaban al pueblo para la celebración las Bodas de Oro de la Reforma Liberal y del I Centenario de la Independencia de Centro América proyectadas para 1921.
En el escenario nacional preparado convenientemente, ya la mujer había conquistado un escaño importe de participación en de las renovadas cofradías y sus actividades públicas, figurando desde la citada ceremonia de consagración los primeros nombres de distinguidas damas que participaron en aquel acto, como el de las señorías María Cosío y Pilar Echeverria, que bordaron el traje que estrenó el Señor; así como: María y Concha Morales, que encabezaron la rama femenina del coro que acompañó la dicha ceremonia.
El desarrollo del siglo XX permitió una participación femenina, cada vez, más creciente en las actividades parroquiales encargándose, no solo de la presentación de la imagen de la Virgen de Dolores, sino además de portar su estandarte e imagen durante la procesión de Jueves Santo, que fue adquiriendo su fisonomía actual.
Sin embargo, cuando aquel X Aniversario de la refundación de la Asociación de Devotos de Jesús de Candelaria se desarrollaba con éxito rotundo ampliado con la participación pública femenina, se vio interrumpido desde la tarde de la Navidad de 1917, cuando comenzaron los sismos que casi destruyeron la ciudad. Esta catástrofe fue agravada por las secuelas de la Primera Guerra Mundial, que había afectado severamente la economía nacional, ahondada por extensión de los movimientos tectónicos en los primeros meses de 1918, agravados con la propagación de una peste de gripe española; circunstancias que sumieron al país en una catástrofe, que solo pudo ser consolada por las procesiones de la Semana Santa, que tomó un nuevo brillo a partir de estas adversidades teniendo como nuevo punto de encuentro en la cultura nacional el año de 1921, cuando se expandió el brillo de las grandes procesiones de la Semana Santa citadina de los Nazarenos de Candelaria y la Merced y el Santo Entierro de Santo Domingo a otras que salieron de las iglesias de los en barrios emergentes en prosperidad, como: San José, la Parroquia, el Calvario y la Recolección.
El crecimiento de la participación femenina apoyó desde entonces de manera decisiva la Semana Santa en Guatemala a partir del I Centenario de la Independencia de Centro América, creando la necesidad de incorporación de otro cuerpo de banda de música que siguiera las andas de la Virgen Dolorosa, y en el caso particular de la Candelaria estuvo a cargo del maestro Fabian Rojo, quien era compañero de instrumentación en la especialidad trombón del director de la banda de Jesús, el maestro: Ramón González.
El Miércoles Santo 8 de abril de 1925 se tomó una fotografía, que captó el altar de velación de Jesús de Candelaria, que se realizaba ese día, donde ya se colocó al lado del dosel y andas del Señor, la imagen de Nuestra Señora de Dolores en una pequeña andaría de 6 a 8 brazos, aún con patitas para posarse en el suelo cuando fuera necesario. La atención a estos detalles nos da una idea clara del avance de su culto y la participación femenina como parte de la devoción de Jueves Santo, que creció considerablemente en la siguiente década reforzada con fotografías más exactas, tomadas a colores propias para la ser reproducidas a gran escala, reforzadas por el diseño gráfico, como es evidente en el turno para cargarla el Jueves Santo 9 de abril de 1936. catapultaron su devoción de la parroquia de Nuestra Señora de Candelaria a la ciudad de Guatemala, que era enriquecida en aquellos años con plazas y edificios que crearon el ambiente escenográfico perfecto para el fortalecimiento de este tipo de devociones.
Las fotografías utilizadas con fines de expansión de las devociones fueron utilizadas a manera de un primer retrato iconográfico e iconológico en 1938 para reproducir la devoción a Nuestra Señora de Dolores como imagen acompañante de la procesión de Jesús Nazareno de Candelaria en 1938. El impreso hacía juego con otra fotografía de Jesús Nazareno; estas estampas fueron entronizadas en comercios y residencias de sus devotos expandiendo la devoción donde permanecían en unas pequeñas alcancías de madera para ampliar la recaudación de fondos en grandes negocios citadinos como las farmacias Klee hasta la última década del siglo XX.
La devoción alterna de Jesús Nazareno de Candelaria y Santísima Virgen de Dolores comenzó a adquirir una nueva dimensión en la década de 1940 cuando figuraron de manera alterna en la crónica de la procesión de Jueves Santo 22 de abril de 1943 del diario El Imparcial, pero con la diferencia que ésta relación estuvo marcada por un vínculo de noticia para un público más diverso, no necesariamente católico, que nos refleja otra intención del contenido de las imágenes, diferente al de la citada anteriormente de 1925 donde se trata de captar la atmosfera religiosa, que aún persistía el Miércoles Santo 5 de abril de 1950 en la fotografía de la colección del salón de sesiones de la asociación de devotos encargada del culto. En el vestuario de virgen era muy importante el uso del lenguaje del color que identificaba la dolorosa consistente en túnica color rosa y manto azul propio derivado del concilio de Trento.
En la Procesión del Jueves Santo 15 de abril de 1954, Jesús Nazareno de Candelaria, se estrenaron nuevas andas para Jesús, pasando el antiguo mueble a portar a la Virgen de Dolores, pero era cuatro veces más grande de que la había utilizado el año anterior, razón que permitió a las damas cargar dos turnos o más, a la vez, que esta situación accedió el uso de mantos con caudas más largas que originalmente se destinaban en el espacio posterior de las andas a la cruz de Jesús. El culto religioso siguió con su sentido místico que habría tomado desde principios del siglo XX, aún perceptible en las fotografías en los turnos de 1957 cuando todavía se utilizaron los mismos retratos iconográficos de las dos décadas anteriores para identificar a los fieles con estas devociones.
El Jueves Santo 3 de abril de 1958 se estrenaron nuevos atuendos para las esculturas de Jesús Nazareno de Candelaria y Santísima Virgen de Dolores en color verde esmeralda provenientes de España. En el vestuario de la madre de Jesús, destacó el uso de tunicela y toca blanca que la relacionaban a la manera del lucimiento de la Virgen de la Esperanza de la Macarena de Servilla, que varió en la siguiente década cuando estrenó un nuevo manto rojo, que posteriormente con otro similar de color azul claro bordado en plata en 1971 en los años subsiguiente usó mantos que seguían la línea de túnica y bordado de Jesús Nazareno hasta que en 1995 se sustituyó el uso de tunicela blanca por la del color del manto completando el mensaje artístico de las andas de Jesús Nazareno. El incremento de la participación femenina en la procesión de Jueves Santo creció también exponencialmente siendo en la actualidad también numerosa que ha marcado un incremento en el culto donde destaca: ya no solo en la tradicional procesión de Jueves Santo, sino además en la conmemoración de la Virgen de Dolores en el mes de septiembre.
El Jueves Santo 9 de abril de 2020 la procesión fue suspendida debido al estado de emergencia decretado debido al desarrollo de una pandemia viral de COVID 19, que determinó la suspensión del culto presencial; el templo de Candelaria permaneció cerrado para evitar aglomeraciones colocándose imágenes gigantes propias para un altar de exteriores con las imágenes de Jesús Nazareno y Virgen de Dolores. El año siguiente el Jueves Santo 1 de abril de 2021 dichas imágenes permanecieron en andas adornadas al interior de la iglesia mientras gran cantidad de damas y caballeros hicieron plantones enfrente de la iglesia acatando medidas de distanciamiento social. En el año 2023 el culto volvió a las calles en Jueves Santo con toda pompa y circunstancia de la devoción cuando ya constituye parte del patrimonio cultural intangible de la humanidad.
1 Fernando Urquizú. Licenciado en Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala. Doctor en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador IIHAA, Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala. Contacto: fernando.urquizu@gmail.com