Juan Antonio Mazariegos G.

Al final y alrededor de la algarabía o el desencanto provocados por la caída y posterior enjuiciamiento de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti es menester detenerse un momento y reflexionar al respecto del aprendizaje que puede dejar un hecho histórico como el que hemos vivido.

Como en toda circunstancia, el vaso se puede ver medio lleno o medio vacío, de esa cuenta, es posible y más que justificado que los miles de ciudadanos que tomaron las calles y carreteras del país reclamando justicia, puedan hoy hinchar pecho y estar orgullosos de haber participado de un proceso con precedentes que solo se pueden encontrar, en esta era moderna, en la caída del aprendiz de dictador Jorge Serrano Elías en 1993, o bien de igual manera es válido que cualquier guatemalteco se pueda sentir avergonzado de que un binomio presidencial, electo en un proceso constitucional haya engañado y traicionado la fe del pueblo que lo eligió y lejos de servirle se aprovechó y abusó de él.

También es factible que tapemos la marimba y luego de la fiesta de celebración por los caídos, vayamos a casa a relamar esa sensación de orgullo que hoy llena a los Guatemaltecos y nos sintamos satisfechos, o bien entendamos que no fue el final de la lucha y que aún hay muchos pasos más que dar en este camino que debemos de recorrer para lograr esa Guatemala que todos deseamos heredar a nuestros hijos.

A mi juicio y más allá de la válida posición que cualquiera pueda tomar en los extremos señalados o en otros, hay una enseñanza y un ejemplo que debemos de rescatar de toda esta epopeya. Al amparo de instituciones y autoridades valientes y comprometidas con su país y su cargo, con la población abandonando su papel de eternas ovejas y ejercitando su derecho a resistir y a reclamar, no hay persona, no importa su cargo o importancia que pueda estar por encima de la ley.

Esa enseñanza debe de marcar el norte de nuestros actos y continuar exigiendo y reclamando el que todos y cada uno cumplamos, hagamos cumplir y enseñemos que debemos de cumplir el marco legal en el que vivimos o bien que forcemos los cambios que la mayoría consideren necesarios a través de los métodos que la misma ley nos brinda.

Uno de esos métodos está hoy a las puertas, podemos ejercer este domingo nuestro derecho acudir a las urnas y continuar la tarea, depurar el camino de lacras que se han enraizado en el Congreso u otros organismos y escoger nuevas autoridades. Estoy seguro que muchos de los candidatos ya aprendieron la lección, nadie es superior a la ley.

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