Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
En La Hora hemos venido sosteniendo que los más celosos guardianes del sistema que tenemos son los diputados al Congreso de la República, porque ellos tienen en sus manos la llave o la tranca (como ha sido hasta ahora) para abrir la puerta y cambiar las reglas o hacer impenetrable esa puerta con el afán de que nada cambie y que todo el sistema siga funcionando como hasta ahora.
Tuvimos que llegar a esta instancia, el antejuicio contra el presidente Pérez Molina, para que todas las miradas se centraran en el Organismo Legislativo y hoy deberíamos saber (estas líneas las escribo antes de la votación legislativa) si el Congreso declaró con lugar el antejuicio en contra del mandatario y abrió una luz de esperanza para que el sistema cambie o si por el contrario, contra abrumadoras evidencias y contra el clamor popular, rechazan el antejuicio intentando consolidar las reglas del actual sistema, que ya sabemos para qué sirve.
Independientemente de cuál sea el resultado, es importante que usted estimado lector, entienda que para que todo cambie o para que nada se modifique, quien tiene la sartén por el mango son los congresistas.
Solo por este antejuicio y porque el clamor ciudadano ha sido histórico, el Congreso está en el ojo del huracán, pero durante tres años y medio se dedicaron a ser facilitadores de negocios y celosos guardianes de esta podredumbre.
Y es importante recordar esto porque nada más y nada menos que de los 158 diputados, 134 están buscando su reelección y quienes votan no podrán hacerlo por individuos sino por planillas, lo que al final terminan beneficiando a los mañosos.
El editorial de ayer de nuestro medio decía lo siguiente: “Esta semana es crucial para entender que la clave está en el Congreso pero, de todos modos, hay problemas serios porque resulta que el ciudadano no puede votar por un candidato que considera idóneo sin arrastrar con él a un montón de parias. Aunque quien encabece un listado distrital o nacional pudiera ser o parecer honesto, capaz e idóneo, resulta que al darle su voto también se está favoreciendo a todos los que conforman la misma planilla y eso significa que por cada buena elección que resultara ganadora, entrarían entre dos y cinco individuos de los que han sido causantes del descalabro del sistema.”.
Por lo anterior es vital que usted entienda, que se dimensione el peso que tienen los diputados y el papel que han jugado para ir consolidando este sistema perverso que no se creó de la noche a la mañana, sino que es producto de muchos años de esfuerzo, de desfachatez, de muchos años de cosechar impunidad y de buscar los medios idóneos para lograrla.
Cumpla o no con el requisito del voto el 6S, debe entender, como decía ayer el editorial que: “Los ciudadanos no podemos elegir a un candidato que nos parezca adecuado sin proyectar ese mismo voto a favor de algunos que son exponentes de lo más avinagrado de nuestra clase política y eso es terrible para la conformación del futuro Congreso que, en teoría, tiene la obligación de responder al clamor popular, aprobando las modificaciones a las leyes electorales para terminar con ese financiamiento delictivo de las campañas políticas, realizado no sólo por el crimen organizado sino por empresarios que en plena campaña compran el derecho a alzarse con los bienes del Estado.” Las negrillas son mías.
Quién con una luz se pierde y ojalá el antejuicio contra Otto Pérez Molina le abra los ojos para darse cuenta que su voz (más allá de la urnas), con todo el peso de sus ideales y todo su anhelo por una mejor Guatemala, se debe concentrar en predicar con el ejemplo sin perder de vista al Congreso, a sus diputados y al papel de todos y cada uno de éstos.
Si hablamos de salidas “institucionales”, ellos tienen la llave o la tranca.