Lic. Douglas Abadía
douglas.abadia@gmail.com
Desde el mes de abril del presente año hemos observado la génesis de las manifestaciones ciudadanas que a grandes rasgos buscan reformar y sanear al sistema político nacional.
Me llama poderosamente la atención que de los “miles” de manifestantes según algunos medios de comunicación (pretenden vender la idea de cambio y crear incertidumbre en la población, cada vez pierde fuerza el movimiento ciudadano) utilizan la doble moral, la cual es definida como un criterio aplicado cuando a un individuo o institución se le acusa de ejercer una doble norma en el tratamiento dado a diferentes grupos de personas, es decir, que injustamente permiten más libertad de conducta a un sujeto que a otro.
He observado algunos personajes del país pegando gritos afuera del Palacio Nacional de la Cultura, portando pancartas con consignas vulgares, las cuales denotan falta de seso para poder plasmar ideas escritas.
Mi percepción es que la mayoría de manifestantes votó por Otto Pérez y el Partido Patriota en las elecciones del 2011, ahora resulta que todos lo niegan y de la manera más cobarde y vil hacen a un lado su error y se hacen de la vista gorda. Ahora resulta que el Partido Patriota se eligió solo, por arte de magia, pues ahora nadie sostiene y asume su error en la elección anterior. El voto “pensante” de la capital, los que tienen acceso a las redes sociales en gran medida votaron por el PP.
Por otro lado, he visto a algunos artistas del medio nacional protestando y algunas otras personas que como dicen en el argot popular, les doy color de que tuvieron contratos y nexos con el gobierno de turno.
Otra partida de hipócritas que venden el show de protesta y en realidad se sirvieron con la cuchara grande en las mieles del gobierno.
En síntesis, da asco el observar grupúsculos de la mal llamada sociedad civil en Guatemala, directivos ociosos que lucran a costillas de la desestabilización política, la división y el rencor entre guatemaltecos.
Claro que necesitamos cambiar, claro que necesitamos nuevas reglas del juego, pero necesitamos llegar a consensos con actores de importancia y trayectoria en Guatemala, no con cualquier grupúsculo que se dicen representantes de miles de chapines, cuando en realidad se representan a sí mismos pues sus organizaciones carecen de recurso humano y sobre todo incidencia.
Es exactamente el mismo fenómeno de la Semana Santa, donde todo mundo entra en trance, cargan andas con turnos sobre valorados, allí se ven haciendo gestos de arrepentimiento, de dolor, etc.
Al terminar el show religioso, algunos cucuruchos se embriagan y cometen adulterio, pero ellos quedaron bien con el de arriba.
En fin, es repugnante observar a guatemaltecos y guatemaltecas aprovechados, oportunistas, marrulleros, culebras, delincuentes, dándose baños de pureza y exigiendo cuando en realidad su papel de ciudadanos deja mucho que desear. A modo de ejemplo: Son ciudadanos que no tributan y han hecho su patrimonio en base a corrupción, no necesariamente en la esfera pública, además son ciudadanos que no votan cada vez que hay elecciones. La corrupción también es darle un regalito al profesor para ganar los cursos, también es “conectar” a alguien en un puesto de trabajo o para conseguir algún favor personal.
Es eminente el descaro de estos guatemaltecos que se llenan la boca con consignas de cambio, cuando en realidad lo que hacen es prolongar la mediocridad de vida en la que se desarrollan, esperando que don papá Estado les resuelva todo. No existe autocrítica y jamás han hecho un examen para detectar en que han fallado para crear una Guatemala como en la que vivimos.
Finalmente, decepciona ver a algunos “notables”, “académicos”, “analistas políticos (hoy todos son analistas políticos, se puso de moda aunque las estadísticas de las universidades que ofertan dicha carrera digan lo contrario) andan dando lata y creyendo en estos movimientos endebles y sobre todo llenos de protagonismo mediático.
Así no vamos a lograr ningún cambio en este país, hay que depurar a los actores que tendrán vela en este entierro, sin ser antidemocrático, pues hay grupos, organizaciones y personajes que no tienen por qué meter sus narices donde no les incumbe.
Pretendemos reconciliar y curar a un enfermo que hemos descuidado desde el año 1847 en cinco meses, utópico realmente.
***Ricardo Arjona y Gaby Moreno opinando acerca de la renuncia de Otto Pérez cuando ni siquiera viven en Guatemala. Ejemplos abundan.