Hoy más que nunca la sociedad humana se enfrenta a su futuro con incertidumbre y en muchos sectores con preocupación.
El siglo XVIII dejo la revolución industrial que produjo a los millonarios más grandes de la historia. Las primeras décadas del siglo XX con las guerras mundiales llevaron a un continente a verse como Europa, nacen los movimientos pacifistas y feministas, se constituye la potencia mundial que aún es vigente: Estados Unidos. Y antes de eso la revolución francesa provoca el pensamiento que daría luz a la democracia moderna. El siglo XX ha sido testigo de la conformación de los nacionalismos que recorren las venas de los juegos olímpicos, los campeonatos mundiales de futbol, las Olimpiadas y sobre todo la mayoría de las guerras que sufre la humanidad. El siglo pasado nos heredó el sistema de información más rápido, grande y más invasivo del recorrido de la humanidad: la internet.
El 15 de noviembre de este año 2022 llegamos a más de ocho mil millones de almas en el mundo que no se ponen de acuerdo en muchas cosas, desde la creencia de Dios hasta de la necesidad de tener un organismo capaz de vigilar la paz: Naciones Unidas. Incapaz de disminuir el riesgo de las guerras en el mundo.
Como humanidad hemos fracasado ante las pandemias, ante el hambre, ante la avaricia por lo que la desigualdad campea el mundo.
Hoy más que nunca se reconoce que las democracias no aterrizan en la piel de la gente, no resuelve su hambre, su desempleo, sus enfermedades, ni su aspiración de justicia y paz. Los Objetivos del Milenio y luego los Objetivos de Desarrollo Humano han sido capaces de convertirse en agendas globales efectivas para superar los problemas humanos más urgentes.
Peor aún. Estamos a las puertas de la madre de todas las catástrofes: el cambio climático. Los gobiernos del mundo han sido doblegados por los intereses corporativos que pretenden seguir haciendo lo mismo sin reconocer que con ello se destruye la capa de ozono y como consecuencia el calor en la tierra aumentara como nunca llevando a la humanidad a terribles tragedias.
Guatemala ha pasado por el impacto de todo esto. Ha hecho sus propios intentos de desarrollo, paz y democracia y ha avanzado poco. La constitución de la república de 1944, la Constitución de 1985 y los Acuerdos de Paz fueron intentos de iniciar pactos sociales que llevaran a este país de menos de veinte millones de personas a tener la oportunidad de labrar exitosamente su existencia con un aparato estatal solidario, eficiente y eficaz.
Hoy, dos décadas después de iniciado el siglo XXI las oportunidades reales están afuera de las fronteras del país. Migrar es la respuesta para más de la mitad de la población que hoy vive en extrema pobreza y más del 70% de la infancia indígena con desnutrición crónica.
Terminando el año 2022 y al empezar el año electoral, lo más necesita el mundo y obviamente Guatemala es más conciencia social de los actores y las elites. Los valores que pregona la Constitución de la Republica que inicia “invocando el nombre de Dios” deberán ser la fuerza de las políticas públicas y los presupuestos nacionales. Mas conciencia ciudadana en partidos políticos que deberán demostrar que conocen la realidad del país a profundidad y que han trabajado con sus dirigencias para la preparación de propuestas ciudadanas de solución sin populismos y falsas promesas.
Guatemala deberá aprovechar su potencia de identidad nacida en la historia de los Mayas de más de cinco mil años de historia reflejados en su Calendario lunar / solar vigentes. De manera solidaria deberán las elites regresar sus capitales depositados en los paraísos fiscales e invertir en el desarrollo del país rural; elaborar políticas públicas que acompañen a los beneficiarios de las remesas internacionales a aprovechar los más de 20 mil millones de dólares que vienen del sudor, sangre y lágrimas de los migrantes que tenemos en Canadá, Estados Unidos y el resto del mundo. Es la hora de tener trabajadores de salud, del magisterio y los trabajadores de la administración de justicia con conciencia humana, para que de manera solidaria trabajan cumpliendo horarios, compromisos, requisitos y tiempos de servicio en beneficio de la sociedad, especialmente rural e indígena.
Estos retos de país me recuerdan como referencia el trabajo y la vida de un gran maestro.
Incansable. Honesto a toda prueba. Pensador crítico. Humanista. Padre y maestro. Cooperativista. Creyente. Esposo amoroso. Ciudadano responsable. Servidor social. Provocador de iniciativas sociales. Emprendedor democrático y comunitario.
Una tarde, sentado junto con su esposa en una banca de los transportes que corren a los departamentos, vio venir un joven que al llegar le dijo “profesor, me emociona verlo porque desde hace años necesito confesarle algo.” El interpelado contesto “¿de qué se trata?”. Y el joven continuo “Yo fui su alumno. Y en el examen final de Filosofía Ud. nos dejó solos cerrando la puerta del aula al empezar la prueba. Al retornar y finalizar el tiempo Ud. nos dijo “a los que copiaron las respuestas de sus compañeros, pongan en su examen – yo copie – y por esa declaración yo les regalaré 10 puntos.” Compungido el joven finalizo “… desde de más de diez años lo he querido encontrar profe, porque quiero confesarle que yo copié y no lo puse en mi examen.”
Este gran maestro y abuelo entrañable nos enseña que la ética es la base de la organización de la sociedad. Y que la conciencia de hacer lo correcto es la enseñanza fundamental que hará mejor a los hombres y mujeres en su convivencia.
¡Salud Esteban Pop Caal!