Juan José Narciso Chúa
Las elecciones son una cuestión de corto plazo. Nunca durante el período democrático las mismas habían caído tan bajo como en la actualidad, aunque su credibilidad había venido cayendo gradualmente, el desencanto también era evidente, pero hoy las elecciones representan muy poco. Los sucesos que se develaron con el trabajo acertado de la CICIG y el propio Ministerio Público permitieron evidenciar con pruebas notorias, que todo lo que sabíamos y decíamos era una realidad en el país.
La corrupción fue el primer golpe dado al sistema por la propia CICIG, en un momento cuando el mandatario actual, buscaba terminar con el mandato de dicha comisión, a pesar de la presión de la comunidad internacional, pero los casos continuaron reproduciéndose y hasta hoy no terminan de demostrar que la clase política hacía uso de sus posiciones y sus inmunidades para realizar negocios millonarios y con ello sus fortunas crecían y se consolidaban.
En este momento son varios los diputados y muchos candidatos los cuestionados y a quienes se inicia un proceso judicial que termina de dejar en harapos a las elecciones, pues si bien es cierto antes únicamente representaban un paso más para que llegara un nuevo equipo de gobierno, que poco dejaba en cada régimen, ahora las elecciones son un paso para legalizar a una mafia que ha estado enquistada en las entrañas del propio Estado por muchos años.
Esas estructuras mafiosas se fortalecían a sí mismas por medio de la continuidad, por medio del cambio pero sabiendo que un nuevo funcionario, diputado, juez, magistrado o fiscal que llegara, no iba a dañar a aquellos que salían, pues seguirían con el mismo negocio. Mejor aún resultaba la reelección, pues esta posición daba para mantenerse dentro del sistema sin problemas y continuar con la mafia casi para siempre.
Hoy, un candidato a Vicepresidente, un anterior Presidente del Banco de Guatemala, se encuentra señalado de pertenecer a una de esas mafias y hoy es público que hizo uso de su puesto, para proveer de una plataforma de impunidad para concretar negocios de lavado de dinero en cantidades millonarias. Ni siquiera el hecho de ostentar uno de los cargos más honrosos que existen en el país como es el de Presidente de la Banca Central, le limitaron en sus ansias de enriquecerse.
Así que hoy las elecciones son un hecho inmediato, pero los candidatos no son más que un grupo de ciudadanos que no son necesariamente reconocidos por su prestigio e idoneidad, sino al contrario son auténticos representantes de mafias enquistadas en un sistema que busca mantenerse, que busca perpetuarse, que buscar reestructurarse, pero para nada abandonar un negocio que les ha redituado tanta riqueza ilícita.
Las elecciones perdieron su total legitimidad, hoy hasta perdieron su condición de rito necesario para la democracia y pasaron a ser un paso que no tiene mucho sentido, cuando lo que se pretende es hacer legal una cuestión que más allá de ilegítima, arropa a un montón de personas que han hecho su vida en la ilegalidad, han fincado sus fortunas en el ilícito y que no tienen la menor vergüenza para presentarse hoy como los candidatos del cambio, aquellos que venden promesas y discursos vacíos de contenido, cuando lo único que los motiva es llegar al poder para hacer lo mismo que todos los anteriores gobernantes y sus equipos han hecho y continuar con la fiesta perversa de la corrupción, sin ni siquiera dejar un legado mínimo para la sociedad.