En casi todo el planeta se celebra en estos días la Navidad que, en particular tiene un significado especial para el mundo cristiano porque conmemora el nacimiento de Jesús.
En el mundo capitalista para las personas que tienen capacidad adquisitiva, o sea, que disponen de dinero para gastar, la Navidad es una época de consumismo, de derroche de lujos de todo tipo, bebidas finas, sabrosas comidas, compras en los mejores centros comerciales, estrenos de ropa, calzado, dispositivos electrónicos y tecnológicos, viajes, recreación y diversión de todo tipo.
También hay personas que sin tener poder adquisitivo como los anteriores, igual se dejan llevar por la publicidad comercial que estimula la compra de todo tipo de artículos y productos mediante el uso de tarjetas de crédito, aunque en los siguientes meses los intereses triplican el precio original. Pero no les importa endeudarse, lo significativo es gastar, dejarse envolver por el dulce encanto del consumismo irracional.
En época navideña más que gastar lo que no se tiene, de mantenerse en la burbuja de cristal de los “ricos y famosos” o de promover el egoísmo individualista que prevalece como principio rector en el mundo capitalista injusto, inhumano y desigual, vale la pena dejar por un momento la alegre euforia que invade los hogares de quienes tienen techo y relativo bienestar, para fijarse en los que no tienen nada, los que carecen de comodidades y de condiciones mínimas para vivir con dignidad, como lo merecen todos los seres humanos en todas partes del mundo y sin distinción de ninguna naturaleza.
En Guatemala como en muchos otros países, perduran señales negativas que reflejan las enormes brechas sociales existentes con mayor claridad entre las poblaciones indígenas que continúan estigmatizadas y excluidas del progreso y el desarrollo humano. Destacan el racismo, discriminación, patriarcado, autoritarismo y violaciones sistemáticas a derechos humanos (DD.HH.)
Evoco los recientes desalojos violentos de comunidades indígenas. Me solidarizo con los pobladores de Chapín Abajo, ubicada en el Estor, Izabal, del Chal, Petén y de otras ocurridas en el pasado reciente. Con las resistencias territoriales no violentas en oposición a las actividades extractivas de minería como en Asunción Mita, Jutiapa, en el Estor, Izabal y las opuestas a los monocultivos de la palma africana.
A las y los presos políticos y de conciencia guatemaltecos, exfiscales del Ministerio Público (MP), periodistas, opositores políticos, defensores del territorio y DD.HH., privados de libertad o en el exilio por combatir la corrupción, ejercer derechos ciudadanos y defender la libertad de expresión, pensamiento, información.
A los millones de habitantes de los pueblos originarios, a los trabajadores explotados, a los campesinos sin tierra, a los pobres y necesitados de las áreas urbana y rural, a los enfermos e internados en los hospitales, a los sin pan, sin techo, sin trabajo, sin acceso a servicios de salud y educación de calidad.
A los jóvenes estudiantes universitarios que resisten dignamente en defensa de la autonomía de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), la única casa de estudios superiores pública en el país.
En Guatemala, la Navidad no es igual para todos, mientras siga la actual situación: Elites saqueadoras. Estado capturado por mafias de crimen organizado, redes de corrupción e impunidad, gobernantes intolerantes y represivos. Sin independencia de Poderes. Con sistema de justicia manoseado, al servicio de las mafias. Con una Corte Suprema de Justicia espuria. Un Congreso Nacional corrupto. Un Ejecutivo autoritario y dictatorial. A las puertas de una nueva farsa electorera en 2023.
