Mauricio José Chaulón Vélez
Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala
En la historia, todos los pueblos han tenido un sentido del tiempo en función de los ciclos de la vida, por lo que la producción de alimentos a través de la agricultura ha regido los calendarios. A esto se suman los cambios de estación, siempre ligados al significado de la vida y de la subsistencia, por lo que en ellos se marcan tanto el principio como el fin de todo el ciclo. Comúnmente a ese ciclo le denominamos año y en el calendario gregoriano u occidental comienza el 1 de enero y termina el 31 de diciembre.
La culminación lleva también su proceso de fases. Para el calendario eclesial católico y de otras denominaciones cristianas, el fin de año inicia el denominado primer domingo de adviento, en referencia a la espera de Navidad, o sea del nacimiento de Jesucristo. Desde la religiosidad popular, es significativo el 7 de diciembre como el inicio de las fiestas de fin de año, siendo esa fecha la víspera del día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, tomando en Guatemala la forma festiva de representar el paso de la oscuridad a la luz por medio de la llamada quema del diablo.
En cada pueblo del mundo hay particularidades para celebrar lo que consideran culturalmente como el fin del año, variando en la forma de medición y de rituales. Inclusive en el mundo cristiano católico, sobre todo el hispano, si bien el año formalmente termina el 31 de diciembre, las festividades se prolongan al inicio del nuevo, llegando a culminar el 2 de febrero, bajo el nombre de 2 de Candelaria, el ciclo que inició el primer domingo de adviento. Sin embargo, las culturas que no poseen el calendario gregoriano y que no están constituidas por el cristianismo, también tienen su ciclo de festividades de fin de año, por supuesto que de acuerdo a su forma de medir el tiempo, la cual no coincide con lo que nosotros celebramos en la mayoría de países occidentales.
De cualquier manera, el fin de año siempre significa una fiesta, o más bien dicho, una serie de festividades o un proceso cíclico de festejo. El sentido de comenzar de nuevo es válido si se ha logrado llegar al final del año y eso ya es motivo de fiesta. Así mismo, se celebra el ciclo de la vida aunque no se tenga conciencia de ello.
Las fiestas de fin de año son de las más antiguas tradiciones, trayendo la memoria de los ancestros. Y no obstante el capitalismo ha convertido las fiestas de fin de año en otro objeto de acumulación y despojo para tenerlas bajo el control de consumo, son los rituales de la gente los que le otorgan significación, tanto en las continuidades y elementos homogéneos, como en lo particular de cada grupo. Las fiestas de fin de año lo son de la vida y por ello presentan una diversidad amplia que no puede pasar desapercibida por las ciencias sociales. Pero no se trata de abordar estas fiestas a través del culturalismo folclorista, sino de estudiar profundamente sus significados y las razones etnohistóricas que presentan en el complejo proceso de la historia.