Ayer el tribunal octavo unipersonal condenó a 4 años de prisión a Virginia Laparra, quien seguirá en la cárcel hasta que pague el monto fijado por la jueza; ha permanecido allí 10 meses, luego de que fuera capturada en febrero de este año, como parte de una venganza, que a todas luces tiene la intención de castigar a la exfiscal de la FECI por la labor que realizó en dicha institución para combatir la corrupción.
Ya sabemos que al tratarse de criminalización el sistema de justicia se vuelve inmediatamente “eficiente” para procesar y condenar a defensoras, defensores de derechos humanos y funcionarias, funcionarios que, como Virginia, atentaron contra sus intereses al hacer el trabajo que como funcionarios del Estado (verdaderamente) debería corresponderles realizar, a todas y todos, pero también sabemos que esto en la realidad no funciona así, que en el Estado colonial las personas que no se pliegan a ser serviles, a robar, mentir, encubrir, engañar, son extirpadas y perseguidas para evitar que las buenas prácticas se extiendan y esto ponga en riesgo los privilegios y el poder que implica tener el control del Estado y sus instituciones.
Mientras que el Estado colonial insiste en invertir recursos (humanos y económicos) para criminalizar, la situación del país sigue siendo caótica; estamos por terminar el año gregoriano 2022 entre el encarecimiento estrepitoso de la canasta básica, de los servicios básicos y el incremento de la violencia. Ayer, el mismo día en que el Estado colonial se empeñaba en consumar la venganza contra Laparra, fueron encontrados 7 cadáveres en una residencia de la zona 18 de la ciudad de Guatemala y se presume que los cuerpos pertenecen a mujeres. Por supuesto que esto no es de interés para el sistema de justicia, que difícilmente hará una investigación y mucho menos condenará a los responsables.
Estamos frente a la inminente necesidad de que todo cambie y de aprender de nuestra historia. Nos espera un año (gregoriano) electoral que nuevamente hará pensar que los mismos pueden provocar los cambios que tanto necesitamos, esos, los mismos de siempre, se mostrarán sin vergüenza alguna porque no tienen ética, porque están tan acostumbrados a mentir por dinero, por poder. Tratarán de engañarnos, de confundirnos con ideas como que el Estado colonial puede ser reformado o que partidos financiados por el crimen organizado pueden transformarlo.
La solución a este país colonial no bajará del cielo; requiere de la permanente organización de los pueblos, comunidades, barrios que cada día vivimos el precio y los costos que provoca la corrupción, una práctica inherente al Estado colonial; por esto se importante construir otros modelos políticos y económicos que no estén construidos en base al bienestar de unos cuantos, de los de siempre, de los que desde hace 500 años vienen saqueándonos, despojándonos.
El silencio no es una opción, porque mientras haya más silencio alrededor de lo que ocurre en este país se perpetúa con más fuerza la impunidad.
Más que desearles un buen año nuevo, nos deseo organización y lucha.