Ayer el comisionado de la CICIG, Iván Velásquez, marcó un punto respecto al tema de la corrupción que los guatemaltecos no podemos pasar por alto. Y es que el titular de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala dijo que la tarea de controlar la corrupción es parte de la responsabilidad de los ciudadanos, sobre todo cuando ocurre, como en nuestro país, que la misma se convierte en vicio estructural que se manifiesta vigorosamente en los tres poderes del Estado y en el poder local.
Creemos fundamental apoyar a la CICIG en la lucha que está librando, pero debemos entender que la Comisión tiene limitantes porque no dispone de recursos suficientes para investigar todos los casos de corrupción que se dan en el país. Es tanta y está tan regada, que no existe más poder que el de los ciudadanos para enfrentar un problema de tamaña magnitud y eso obliga a un mayor compromiso tanto en la vigilancia de la ejecución del gasto público, como en la exigencia de las reformas estructurales que hacen falta para disponer de los mecanismos legales para contener la voracidad de esos poderes ocultos que generan el enriquecimiento ilícito no sólo de políticos, sino también de particulares con los que forman sociedad.
En La Hora siempre hemos dicho que los políticos llegan hasta donde los ciudadanos los dejamos llegar y eso implica que durante muchos años dejamos de ejercer ciudadanía para ser exigentes con quienes ejercen el poder. Hoy mismo mantenemos un alto nivel de tolerancia frente a un Congreso que descaradamente se burla de la población y de sus reclamos respecto a las reformas indispensables para promover la depuración de un sistema viciado.
La CICIG no estará siempre en Guatemala y aunque haya un traslado eficiente de experiencia y conocimiento al Ministerio Público, al final de cuentas el motor de la lucha contra la corrupción no estará más que en la presión ciudadana para perseguir a los sinvergüenzas que se aprovechan de las debilidades del sistema. Debilidades que, por cierto, no se pueden eliminar totalmente porque recordemos que la corrupción es resultado de una característica peculiar del ser humano que se deriva de la ambición natural para la que tienen que existir límites establecidos en ley y castigo cuando, exacerbada, se materializa en hechos constitutivos de delito.
La vulnerabilidad de nuestro erario obliga a ser doblemente vigilantes y exigentes. CICIG nos abrió los ojos, pero la lucha contra el sistema puesto en evidencia es tarea de nosotros, como ciudadanos guatemaltecos, y la tenemos que librar vigorosa y firmemente.