A finales del mes de septiembre, cumpliendo con una enseñanza que le dio su padre, el doctor Carlos Pérez Avendaño, cuando aún era niña, María Mercedes, mi esposa se hizo el palpado mamario que regularmente se ha hecho todos los meses y sintió una pequeña bolita que le pareció sospechosa y pidió cita con su primo, el doctor Carlos Erdmenger, quien ha sido su ginecólogo por muchos años. Carlos la envió a hacerse los exámenes pertinentes en radiología del Hospital Herrera Llerandi donde la trató Marco Tulio Polanco, viejo amigo mío desde los tiempos del colegio La Salle.
El resultado no le pareció a ninguno de los dos y Carlos le recomendó que fuera con el cirujano Federico Castillo Rivera, hermano de mi mejor amigo de La Salle, Jorge Mario, el Chino Castillo. Lico le realizó una aspiración, enviando las muestras al patólogo Hernán Molina Kirsch y al tener los resultados llamó a María Mercedes para decirle que había células malignas. La noticia fue devastadora porque la simple mención de la palabra cáncer tiene ese tremendo efecto, y empezó entonces todo un período angustioso de exámenes rigurosos y detallados para establecer la condición precisa del mal.
La atención en el laboratorio del Herrera Llerandi, del departamento de Radiología y Radiología Avanzada y luego en el Hospital, no pudo ser mejor por la calidez humana de todos y cada uno de quienes fueron parte de los exámenes y tratamientos. Tras el chequeo general efectuado por la internista Cintia Chacón, se programó la cirugía. En realidad, la recomendación de Carlos Erdmenger no pudo haber sido mejor porque la extraordinaria capacidad profesional de Lico Castillo y su enorme conocimiento de ese tipo de dolencias nos ayudó mucho para entender precisamente cuál era el procedimiento a realizar y, con esa confianza, el 15 de noviembre procedió a operarla, con el apoyo del anestesiólogo Mario Escobar.
Esta semana Lico nos comunicó los resultados del examen patológico postoperatorio, indicándonos que la cirugía había sido exitosa en la remoción de todas las partes afectadas por el tumor y que ahora deberá someterse a un tratamiento de radiación que efectuará el doctor Rafael Lengua del centro Hope para el tratamiento de personas con cáncer.
Escribo sobre este tema tan personal por dos razones puntuales. La primera es el eterno agradecimiento a los médicos que asistieron y seguirán asistiendo a María Mercedes en este proceso, realmente angustioso por la naturaleza de la enfermedad, pero con resultado tan esperanzador. No hay palabras para expresar a todos y cada uno de los nombrados nuestra gratitud por la forma especial y cariñosa de su trato, pero sobre todo por su extraordinaria capacidad profesional, porque gracias a su oportuna intervención el mal no se propagó.
Pero las otras razones que me impulsan son que, pensando en mis hijas y nietas, vale la pena decir a las mujeres la importancia de ese sencillo procedimiento de palpación realizado periódicamente, pues ayuda mucho a detectar la enfermedad a tiempo, lo cual es clave en el cáncer mamario. Y por sobre todas las cosas, agradecer a Dios por esa inmensa bendición que propagó a María Mercedes y a quienes tanto dependemos de ella, así como a tanta gente que nos ayudó y acompañó con sus oraciones.
Y ayer, al visitarlo para que revisara la herida, Lico le dijo con mucha emoción a María Mercedes: “Ahora sos una sobreviviente del cáncer”, igual que tantas mujeres que él ha ayudado con cirugías oportunas y eficientes.
Todos nuestros hijos estuvieron al pie del cañón y Oscar, médico en Pittsburgh, siguió el proceso y nos dijo que se sentía muy satisfecho del extraordinario trabajo de sus colegas para quienes habrá, eternamente, una enorme gratitud.