Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

En Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador para mencionar los casos que se me vienen inmediatamente a la memoria, la derecha ha sabido sacar masas a la calle. Recuerdo muy bien cómo Hugo Chávez subestimó la capacidad de sus opositores para mostrar músculo en las calles cuando los llamó “escuálidos”. Pero los “escuálidos” fueron capaces de sacar multitudes a las calles cuando Chávez murió, aprovechando el vacío que dejaba. Más aun, cuando el chavismo perdió las elecciones legislativas en diciembre de 2015, esas manifestaciones multitudinarias se transformaron en “guarimbas”, es decir violentas y masivas demostraciones de protesta en las calles con evidente ánimo golpista.

En México, la derecha todavía no se repone de la derrota de 2018, aun cuando recuperó algún terreno en las de 2021. Pero la calle y la plaza todavía no les es fácil, como fue demostrado con la marcha y concentración que intentaron el 13 de noviembre último. De manera casi provocadora, el presidente Andrés Manuel López Obrador, despejó el zócalo de la ciudad de México para que culminara allí su demostración, sabiendo que no lo llenarían. La derecha no cayó en la trampa y prefirió culminar su manifestación en el monumento a la revolución y se calcula que logró movilizar a 65 mil personas.

La marcha y concentración del domingo 27 de noviembre, una respuesta a la manifestación de la derecha del 13 de noviembre, demostró que hasta este momento meterse a competir con López Obrador en materia de calle y plaza, es meterse con Sansón a las patadas. Si algo ha sabido hacer Andrés Manuel a lo largo de su vida política es sacar masas a las calles y llenar plazas con éstas. Lo que sucedió con la magna manifestación -cálculos oficiales llevan a 1.2 millones lo/as participantes-, simplemente refrendó el oficio del presidente y la capacidad logística de su equipo. No faltará quien diga que el zócalo no se llenó, olvidando a las decenas de miles de manifestantes que por diversas razones no llegaron a la plaza y se quedaron concentrados en las calles aledañas.

La derecha a través de redes sociales y medios de comunicación, intentó descalificar la salida del lopezobradorismo a la calle, interpretándola como una más de las viejas manifestaciones de acarreados que estilaba el PRI en la época dorada del príato: en aquella época masas de acarreados eran llevados contra su voluntad a concentraciones a través de los dispositivos corporativos del régimen como eran el propio PRI y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Central Nacional Campesina (CNC) y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP).

Por ello los cientos de miles de participantes en la marcha y concentración en apoyo al gobierno de la 4T, hicieron del adjetivo de “acarreados” uno de los principales motivos de mofa hacia la derecha. Lo cierto es que lo/as manifestantes del domingo 27 de noviembre expresan el real apoyo de masas que tiene el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La manifestación de ayer no fue una movilización de masas hechas “desde arriba” como solía hacerlo el PRI cuando quería propalar la ilusión de la gran popularidad de alguno de sus presidentes.

Lo que ayer vimos fue una enorme demostración de apoyo popular, es decir “desde abajo”, a un gobierno con el cual al menos dos terceras partes de la población se sienten identificadas. Las razones de esa identificación fueron expresadas por el presidente en su discurso con los datos que vertió acerca de crecimiento económico y otros indicadores macroeconómicos, seguridad, empleo, programas sociales, crecimiento del salario mínimo, salud, educación, ahorro en el gasto público, recuperación de fondos públicos merced a la lucha contra la corrupción, infraestructura, cuyos datos no mencionamos para no agobiar a lo/as lectores.

Los cientos de miles que vimos ayer marchando en una larga procesión de cinco horas desde la avenida Reforma hasta el zócalo, es la continuidad de las manifestaciones de masas que comenzaron en 1988 con la campaña electoral de Cuauhtémoc Cárdenas y que continuarían a lo largo de buena parte de los primeros tres lustros del siglo XXI. La marcha del 27 de noviembre es expresión de que el movimiento que encabezan López Obrador, Morena y sus aliados, es una genuina expresión en México de lo que Gramsci llamó “lo nacional popular”.

El domingo 27 de noviembre comenzó lo que culminará en las elecciones de 2024. Ese año, el movimiento fundado por Andrés Manuel, deberá ganar la presidencia y una holgada mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado para poder profundizar la Cuarta transformación. Cualquier cosa puede suceder en los próximos 18 meses, pero hoy parece ser que un buen gobierno es lo mejor para darle continuidad a una transformación.

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