Los trabajadores que construyeron los estadios del Mundial, las carreteras y las estaciones de metro de Qatar llenaban solares vacíos al despuntar el alba el viernes para jugar al deporte que les toca más de lleno el corazón: el críquet. Este deporte, que se extendió por todo el imperio británico, sigue siendo el favorito de los trabajadores del sudeste asiático que impulsan las economías de la península Arábiga.
Es un momento de descanso para los migrantes, que normalmente solo tienen el viernes libre, tanto en Qatar como en gran parte del resto de las naciones del Golfo Pérsico. Durante toda la semana esperan el momento de batear y lanzar la pelota antes de que el calor llegue a su apogeo.
«Lo llevamos en la sangre», dijo el obrero Kesavan Pakkirisamy mientras dirigía a su equipo en un solar de arena, con el perfil de la ciudad de Doha visible en la distancia. «Jugamos al críquet desde hace mucho tiempo. Es un día feliz para nosotros». Los derechos de los trabajadores han estado en el punto de mira de esta Copa del Mundo desde que Qatar fue elegido para organizar el torneo en 2010. Los obreros pueden enfrentarse a jornadas largas, explotación y salarios bajos. Qatar ha reformado su legislación laboral para incluir un salario mínimo y desvincular las visas de las empresas, pero los activistas han pedido que se haga más.
Los viernes, sin embargo, son ellos quienes controlan su jornada. Al final de la calle donde está la sede de la televisora qatarí por satélite Al Jazeera, los trabajadores se reunían en un estacionamiento y en otro solar desértico encajado entre carreteras. Algunos parecían nerviosos cuando reporteros de The Associated Press se acercaron a sus partido, y varios preguntaron si tendrían problemas por jugar al críquet en terrenos vacíos en la autocrática nación. Otros, sin embargo, sonrieron e invitaron a los visitantes a mirar.
Hary R., natural del estado de Kerala, en el sur de India, le mostró a uno de los periodistas la app de su celular con la que lleva la cuenta de las carreras y los overs. Aunque el juego del viernes era amistoso, las comunidades india y esrilanquesa en Qatar organizan torneos en los que se disputan la supremacía.
«Trabajamos durante toda la semana y necesitamos relajarnos y ver a nuestros amigos para pasar el rato y entretenernos», indicó. Sus compañeros del equipo Strikers, algunos de los cuales vestían uniforme, le gritaron para que prestase atención al partido. Aunque aman el críquet, Pakkirisamy y sus compañeros, estaban entusiasmados con que el Mundial se celebrase en el país.
«Estamos aquí para trabajar, para ganar algo para nuestra familia», dijo añadiendo que estar en Qatar significa que «es fácil para nosotros estar allí, ver el partido sobre el terreno, no sólo por televisión».
El críquet, con sus exuberantes campos de hierba verde, puede parecer una anomalía en los desiertos de la península Arábiga. Pero la necesidad de mano de obra migrante ha hecho que, desde hace años, los países de la región reciban a trabajadores que practican ese deporte.