Hablamos de la enfermedad de Parkinson (EP). Muchos afirman que alrededor de dos tercios de los pacientes diagnosticados con parkinsonismo, padecen la enfermedad de Parkinson, mientras que un tercio muestra estos síntomas por otras enfermedades.

No existe una forma clara de diagnosticar la enfermedad de Parkinson. El diagnóstico resulta difícil, porque los síntomas distintivos de la EP no se manifiestan con cierta claridad hasta que se pierde más del 60% de las neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra pars compacta del cerebro. Aunque actualmente se habla de que a través de pruebas de laboratorio, se puede revelar un estado hipodopaminérgico cuando se pierde menos del 30% de las neuronas dopaminérgicas en modelos de ratón con enfermedad de Parkinson. De ser así, podrá pronto contarse con pruebas sensibles y prácticas de detección y diagnóstico para detectar EP temprana.

 

En qué consiste la enfermedad

Es a nivel mundial la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente y el trastorno del movimiento más frecuente, afectando al 1% de la población mayor de 60 años. Y la enfermedad consiste en la pérdida progresiva de neuronas productoras de dopamina (DAN) en la sustancia negra pars compacta (SNc), lo que resulta en una alteración y producción de déficits motores que empeoran con el tiempo.

La dopamina es uno de los neurotransmisores que usan las neuronas, cuya principal función es permitir a las neuronas comunicarse entre sí y se puede producir en los laboratorios.

Tenemos muchas dudas aún sobre su origen y se suele dividir en dos: La enfermedad de Parkinson genética que sigue la herencia mendeliana. La EP esporádica, que representa aproximadamente el 90% de todos los casos de Parkinson, es una categoría más compleja en la que los mecanismos patogénicos subyacentes aún no se conocen por completo.

Los determinantes ambientales positivamente asociados con la EP incluyen factores como lesiones en la cabeza, vida rural, pesticidas, ansiedad y/o depresión e ingesta de productos lácteos; mientras que la inactividad física, el tabaquismo, el consumo de café y/o alcohol y la concentración sérica de ácido úrico tienen una relación inversa con la EP.

El problema diagnóstico de la enfermedad

Es un dolor de cabeza para los médicos primero identificar los casos posibles. Un precedente para el diagnóstico clínico de la EP, según algunos protocolos médicos, se basa en tres síntomas motores principales: bradicinesia (acusada lentitud en los movimientos) que los pacientes también describen con una sensación de rigidez, rigidez y temblor en reposo y a eso se le suele llamar parkinsonismo. El inicio de las manifestaciones motoras suele comenzar unilateralmente con efectos asimétricos que perduran en el lado del comienzo. Entonces podemos tropezarnos con una persona que presenta dificultades en la marcha, en el habla, hipofonía, distrofia muscular, deformidades posturales e inestabilidad.

La confirmación diagnóstica, un dolor

El diagnóstico inicial puede hacerse sobre la base de la evaluación de las características clínicas de la historia y el examen del paciente, pero no es muy seguro. Aunque se ha informado cierto éxito con el uso de métodos de neuroimagen, como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la tomografía computarizada por emisión de fotón único (SPECT), estos métodos no son prácticos para el cribado general en la población de alto riesgo. Actualmente se habla de una prueba de laboratorio, que podría ser útil denominada prueba de provocación neuronal con dopamina, pero aún falta afinar investigación al respecto a fin convertirla en un modelo ideal para estudiar las etapas incipientes de la EP.

Una forma de investigar si realmente se trata de una deficiencia de dopamina es probar el tratamiento con levodopa (una substancia que tiene como objetivo convertirse en dopamina en el cerebro) con o sin otros medicamentos, durante unos días, y ver si los síntomas mejoran. Sin embargo, a medida que la enfermedad progresa, se requieren dosis cada vez más frecuentes debido a las brechas de dosis.

 

El problema del tratamiento

Si bien no existe una cura, se han desarrollado varios tratamientos para ayudar a controlar los síntomas de la EP.

En la persona con EP, su trato es una de las claves más importantes y no solo el médico sino el hogar, tiene gran responsabilidad personal para que el paciente sea bien tratado y cuidado a lo largo de toda la cadena asistencial. El cuidador debe ganarse la confianza del paciente.

La toma de medicamentos con frecuencia demanda de mucha atención y estudio y tiene serias dificultades dejarla en manos del enfermo, porque la toma del medicamento requiere de constantes ajustes, dado que muchas veces la absorción del medicamento en el intestino, se vuelva irregular y difícil de controlar, pero lo más importante es el olvido y confusión de parte del paciente de su medicación. El registro por terceros de las tomas y sus resultados, hace que la atención sea mejor y más segura. Los efectos secundarios que se registran con buena notificación, favorecen una terapia más adecuada de medicamentos. La información correcta en el momento correcto y de la manera correcta, es clave en la terapia.

A más de los medicamentos clásicos existentes: L-dopa con o sin otros medicamentos, hay empresas que están desarrollando un fármaco, el factor de crecimiento de fibroblastos 1 (FGF-1), para tratar la enfermedad de Parkinson, mediante el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos en las áreas isquémicas del cerebro de las personas que padecen de Parkinson.

También se ha demostrado como parte importante del tratamiento, el ejercicio físico, dirigido a objetivos y la actividad física general, consiguiendo con ello aliviar los síntomas motores y cognitivos en la enfermedad de Parkinson (EP) y este se debe personalizar a las necesidades individuales del paciente.

El interés en varias alternativas de tratamiento para la enfermedad avanzada es grande de parte de todos, pero son pocos los médicos y los pacientes que reciben información y dan adecuado seguimiento a sus pacientes.

Hay que estar conscientes que las principales opciones disponibles en la actualidad para el tratamiento de pacientes, tiene grandes fluctuaciones en resultados. Pareciera que en lo farmacológico, después de 5-7 años de tratamiento, el 50 por ciento de los pacientes se han visto afectados y después de 10-12 años, la cifra supera el 80 por ciento. El aumento se debe al hecho de que la ventana terapéutica, es decir, el intervalo de concentración óptimo de L-dopa, principal medicamento, se vuelve cada vez más pequeño a medida que avanza la enfermedad. También se vuelve más difícil «hacerlo bien» con el tratamiento con tabletas y se necesita de otros métodos más invasivos para dar el medicamento. Hay que estar preparado para reconsiderar la medicación para pacientes en fase de complicación, y hay que prestar atención a las banderas de alerta por fluctuaciones que existen.

Una idea básica de analizar es la participación de la persona enferma; el paciente debe estar enfocado e involucrado en el proceso de tratamiento y rehabilitación.

El secreto es… Viviendo con Parkinson

El proceso de cambios para el enfermo, se puede dividir en tres fases. La primera fase milagrosa es una sensación de libertad recién descubierta, de poder hacer cosas de nuevo que antes no podías hacer. Los sentimientos de esperanza y expectativas pertenecen a esta fase.

La segunda fase se caracteriza por cambios, tanto positivos como negativos. Los cambios positivos incluyen un mejor nivel de funcionamiento, un sentido de independencia y una mayor vida social. Entre los negativos se encuentran la inseguridad, la falta de control y la reducción de la comprensión corporal, debido a las funciones corporales alteradas. El paciente también puede sentirse decepcionado, porque no se han cumplido sus altas expectativas.

La tercera fase, la fase de reconciliación, significa que el paciente adquiere una nueva comprensión de la situación de la vida y comienza a vivir cada vez más en el presente. El paciente se siente agradecido y valora positivamente las mejoras que se han producido.

El conocimiento de los cambios y desafíos, brinda una mejor oportunidad para apoyar a los pacientes y familiares durante el tiempo posterior al procedimiento.

 

Salud de los familiares

Sabemos bastante bien qué este tipo de enfermo, es una carga para los familiares, pero sabemos menos sobre qué factores usan estos, para promover la salud, la base para una buena salud y la capacidad de dominar situaciones difíciles. Un buen manejo de enfermo significa, entre otras cosas, que uno percibe los eventos como comprensibles, manejables y significativos.

Los factores importantes que promueven la salud, entre otras cosas, significa de parte del cuidador, una actitud positiva ante la vida, una buena salud física, oportunidades de recuperación y, no menos importante, experimentar alegría.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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