REDACCIÓN LA HORA
AP y dpa
La esclavitud y la segregación racial han pasado a formar parte de los libros de historia. Sin embargo, la tensión racial entre blancos y negros sigue presente como ha quedado demostrado en Ferguson, en el estado de Missouri, donde la muerte el pasado 9 de agosto de Michael Brown, un joven afroamericano desarmado, a manos de un policía blanco ha provocado violentas protestas.
Ferguson es, según Elizabeth Kneebone del think tank o laboratorio de ideas Brookings Institution, una localidad donde se reflejan bien las profundas divisiones raciales y la desigualdad existente entre blancos y negros.
El paisaje urbano de Ferguson, una localidad de 21 mil habitantes, se ha trasformado en las últimas décadas. En 1980 el 85 por ciento de la población era blanco, ahora el 67 por ciento es negro. El desempleo ha pasado de menos del 5 por ciento en 2000 a más del 13 por ciento en 2012.
Kneebone precisa que la pobreza se ha duplicado en Ferguson, donde uno de cuatro habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza (se estima que una familia de cuatro integrantes necesitaba 23 mil 492 dólares anuales para no ser considerada pobre en 2012).
Pero la desigualdad entre blancos y negros no se limita a Ferguson. Es patente en muchas ciudades de Estados Unidos. Para verlo sólo hay que pasearse por ciudades como Washington, donde blancos y negros viven en barrios separados y donde las diferencias económicas saltan a la vista.
Sólo uno de cada cuatro afroamericanos (26 por ciento) considera que la vida de los negros ha mejorado en Estados Unidos desde que en 1964 Johnson firmara la Ley de Derechos Civiles. Si se les pregunta a los blancos, están de acuerdo con esta afirmación el 35 por ciento, según una encuesta de opinión que realizó en 2013 el Pew Research Center.
Menos de la mitad de los estadounidenses (45 por ciento) considera que Estados Unidos ha hecho avances notables hacia la igualdad racial y el 49 por ciento piensa que todavía queda mucho por hacer.
Según los datos del censo, en 1959 la tasa de pobreza entre los afroamericanos era del 55,1 por ciento, tres veces más que entre los blancos. Aunque desde entonces la pobreza se ha reducido, ésta sigue afectando desproporcionadamente a los afroamericanos. En 2011, el 27,6 por ciento de los hogares negros vivía en la pobreza, casi tres veces más que los hogares blancos, donde la pobreza afectaba al 9,8 por ciento de las familias.
En 1972, la tasa de desempleo de los jóvenes afroamericanos era 2,04 veces la de los blancos. En 2003, era 2,02 veces superior.
Además el 38 por ciento de la población carcelaria de Estados Unidos es negra. Según el Pew Research, los afroamericanos tienen seis veces más probabilidades de acabar encarcelados que los blancos.
La llegada de Obama, hijo de una mujer blanca de Kansas y de un hombre negro de Kenia, en enero de 2009 a la Casa Blanca no parece haber mejorado la situación de los afroamericanos ni las tensiones raciales entre blancos y negros.
Obama, que cuando ganó las elecciones se presentó como un presidente posrracial, ha pasado en varias ocasiones de puntillas sobre el tema de la raza porque, independientemente del color de su piel, es el presidente de todos los estadounidenses.
A diferencia de lo que ocurrió en 2013, cuando Obama declaró que el joven afroamericano Trayvon Martin, «podría haber sido yo», en esta ocasión el presidente no se ha identificado con Michael Brown.
Obama se ha mostrado cuidadoso para no prejuzgar lo ocurrido antes de que concluya la investigación sobre la muerte de Brown que, según una autopsia preliminar, recibió al menos seis disparos: dos en la cabeza y cuatro en el brazo derecho.
Algunos activistas pro derechos civiles y muchos afroamericanos se han mostrado estados días defraudados con el discurso poco apasionado del primer presidente negro de Estados Unidos sobre la cuestión racial.
Sin embargo, Obama sabe, por experiencia, que hablar de raza suele ser terreno resbaladizo en Estados Unidos. En 2009, lo criticaron mucho cuando dijo que el policía que detuvo en su propia casa al profesor de Harvard Henry Louis Gates «actuó estúpidamente» al confundir a este catedrático afroamericano con un ladrón.
Ante la polémica suscitada por sus declaraciones, Obama tuvo que retractarse y acabó invitando a los protagonistas a tomar cerveza en la Casa Blanca en lo que fue descrito como una «cumbre cervecera» para ahogar la controversia racial.
TENSIONES, RETO PARA OBAMA
Cuando las tensiones raciales estallaron a mediados de su primera campaña presidencial, Barack Obama llegó a Filadelfia para condenar el «impasse racial en el que hemos estado estancados durante años». Con el tiempo, dijo, este tipo de heridas, arraigadas en la dolorosa historia racial de Estados Unidos, pueden sanar.
Seis años más tarde, el estancamiento de repente parece más afianzado que nunca. Mientras Obama aboga por la calma y la comprensión en Missouri, batalla para determinar cuál es el papel que el primer presidente negro del país puede desempeñar para desactivar una crisis que ha puesto al descubierto la profunda sensación de injusticia que sienten los afroamericanos en todo el país.
Mientras Obama intentaba dar con el tono apropiado el lunes, parecía estar atrapado entre la necesidad, como presidente y comandante en jefe, de defender el derecho del gobierno a garantizar la ley y el orden, y la inclinación, como un afroamericano, a sentir empatía con aquellos que afirman que el asesinato de un hombre negro desarmado sólo sirve para demostrar cómo la policía trata de modo diferente a los negros.
«En demasiadas comunidades de todo el país, existe un abismo de desconfianza entre los residentes locales y la policía. En demasiadas comunidades, muchos hombres jóvenes de color son dejados atrás y sólo los ven como personas que inspiran temor», dijo Obama en la Casa Blanca, en sus declaraciones más amplias hasta la fecha sobre la muerte a tiros de Michael Brown, de 18 años de edad, en las afueras de San Luis.
Pero aunque Obama lamentó la aprehensión desproporcionada de jóvenes negros, también señaló que no es exclusivamente culpa de policías recelosos. Los agentes de policía deben ser respetados por el difícil trabajo que realizan, dijo Obama.
«Hay hombres negros jóvenes que cometen delitos», dijo el presidente. «Podemos discutir sobre por qué sucede esto — a causa de la pobreza en la que nacieron y la falta de oportunidades o del sistema escolar que les falló o lo que quieran —, pero si cometen un crimen, entonces se les tiene que procesar, ya que a cada comunidad le interesa la seguridad pública».
Es un equilibrio delicado que probablemente no deje a ninguno de los grupos totalmente satisfecho.
Con el objetivo de asegurar a la población que el gobierno federal está plenamente comprometido, Obama anunció que el secretario de Justicia Eric Holder viajará el miércoles a Ferguson, Missouri, para reunirse con el FBI y otros funcionarios que adelantan una investigación federal independiente sobre la muerte de Brown.
Obama dijo que también habló con el gobernador de Missouri, Jay Nixon, quien ha desplegado unidades de la Guardia Nacional, y le instó a garantizar que el uso de esas unidades será limitado y constructivo. «Estaré atento los próximos días», dijo el presidente.
Obama también pidió que Estados Unidos reevalúe la militarización de los departamentos locales de policía que han comprado equipo militar del Pentágono. Los subsidios federales para tales equipos han estado bajo intenso escrutinio en medio de las alarmantes imágenes de vehículos blindados y gases lacrimógenos que llenan las calles de un suburbio estadounidense.
«Hay una gran diferencia entre nuestro ejército y nuestra policía local», dijo Obama. «No queremos que esas líneas se desdibujen. Eso sería contrario a nuestras tradiciones».
Sin embargo, a pesar de todas las referencias a esas adquisiciones, la disparidad de las sentencias y las tácticas policiales, Obama ha evitado firmemente personalizar esta reciente oleada de fricción racial.
A diferencia de 2013, cuando Obama declaró que el adolescente asesinado Trayvon Martin «podría haber sido yo», el presidente ha evitado describir la muerte de Brown a través de la lente de su propia experiencia como afroamericano.
Y a diferencia de 2009, cuando Obama exacerbó las tensiones al afirmar que la policía actuó «estúpidamente» al arrestar a un profesor negro de la Universidad de Harvard en su propia casa, esta vez el mandatario está dejando que los investigadores determinen las culpas. Obama dijo el lunes que debe ser cauteloso mientras una investigación federal está en marcha.
NO ES SIMPLE
Poco antes de la medianoche vuelve a ocurrir: un grupo de manifestantes, en parte encapuchados, se deslizan rápidamente entre la multitud y los periodistas los siguen. Las fuerzas de la policía pisan fuerte sobre el asfalto, levantan sus escudos protectores y sacan los bastones. Un policía blanco dirige su rifle semiautomático contra un hombre negro que mira en dirección al arma con los brazos en alto. Ha llegado la noche en Ferguson.
Las luces de las cámaras le dan en el rostro al policía, que se ve rodeado de repente de manifestantes, curiosos y periodistas. Entonces dirige su arma rápidamente de izquierda a derecha contra una decena de personas que no participan en las protestas, mientras las cámaras lo graban todo.
Y justo cuando se teme lo peor, ocurre algo extraordinario: un segundo policía le baja el arma y aparta al policía rodeado. Y en un instante el grupo se disuelve.
Éste fue uno de los pocos momentos de tensión vividos la pasada noche, un suceso que muestra las diferencias con que las fuerzas de la policía de Ferguson reaccionan a amenazas auténticas o a falsas alarmas.
También muy variado es el grupo formado por cientos de mujeres y hombres que volvieron a salir a la calle en la noche del martes al miércoles para protestar por la muerte del joven afroamericano Michael Brown: religiosos, madres, hermanos y algunos encapuchados en camiseta interior.
«Sé que mucho de esto estuvo mal», dice uno de ellos. Pero justifica los saqueos, incendios y la violencia como algo necesario para enviar «un mensaje» hacia fuera. El mensaje de que la población negra de Ferguson está harta de ser reprimida.
¿Y qué diría a los dueños de los negocios que han protegido sus tiendas clavando listones de madera y que registran pérdidas por los disturbios en Ferguson? «¡Que esto pasa cuando nos sublevamos!», dice mientras golpea con fuerza con el puño en su mano izquierda.
Los vehículos acorazados vuelven a circular, el helicóptero de la policía hace la ronda. Tras alguna pelea y un par de lanzamientos de botellas de plástico las calles quedan despejadas. Pero en comparación con las noches anteriores, todo sigue tranquilo, en un ambiente casi amistoso.
Durante horas, cientos de personas protestaron durante la tarde, gritando sus lemas o bailando al ritmo de los eslóganes sobre Michael Brown y la búsqueda de justicia. La gente está decidida, también enfadada, pero no muestra violencia.
Darrell Alexander reparte rosas. «Amigo», dice simplemente al poner a alguien una rosa en la mano. Un conocido descarga un maletero lleno de rosas en la West Florissant Avenue, y el capitán Ron Johnson de la patrulla de autopistas de Missouri incluso recibe un ramo entero.
Delante del pequeño supermercado donde se supone que robó Michael Brown un policía ayuda a un afroamericano a reparar la rueda de atrás de su bicicleta. Éste le da las gracias y se marcha pedaleando con una rosa en la boca.
Y es que muchos están hartos de los enfrentamientos. «También me quiero ir a casa, tengo mujer y una cama», dice un efectivo armado con casco y chaleco antibalas. Muchos manifestantes culpan a la prensa de haber puesto bajo los focos a los alborotadores de forma innecesaria.
«¡Apague la maldita cámara!», increpa un manifestante a un reportero mientras otro camarógrafo de un equipo de televisión es lanzado de golpe al suelo. Y lo que queda cuando los habitantes de Ferguson se marchan a casa, además de un enfrentamiento por momentos escenificado, es el recuerdo de Michael Brown y ahora también de otro afroamericano muerto a tiros a sólo unos pocos kilómetros de donde murió Brown.
«No fue su culpa», dice la prima de Brown Aaaliyah Trice. El autor de su muerte, Darrell Wilson, debe ser acusado, opina. «Debe acabar en prisión».
Y las calles de Ferguson volvieron a explotar
Durante una noche hubo paz en Ferguson, Missouri. Tras un cambio de mando en la policía, las protestas violentas por la muerte a tiros de Michael Brown, un adolescente de 18 años que estaba desarmado, a manos del agente blanco Darren Wilson se convirtieron en manifestaciones pacíficas.
Al día siguiente, la policía de Ferguson, que dio a conocer el nombre de Wilson bajo presión, reveló también que Brown era sospechoso de robar cigarros de una tienda local antes de su encuentro mortal con Wilson. Los vecinos, incrédulos y furiosos, respondieron que la policía trataba de calumniar a Brown para justificar su muerte.
Y las calles de Ferguson volvieron a explotar.
La muerte de Brown es la muestra más reciente de las divisiones entre las minorías y la policía, que hierven a fuego lento desde hace generaciones. La inquietud por los sucesos en Ferguson se ha extendido hasta la Casa Blanca. El presidente Barack Obama dijo que el secretario de Justicia, Eric Holder, irá a Missouri en los próximos días a conocer de primera mano la indagación federal independiente en la muerte de Brown.
«En muchas comunidades de todo el país existe un golfo de desconfianza entre los vecinos y las fuerzas del orden», dijo el presidente.
Las encuestas revelan la magnitud de la desconfianza. Durante los disturbios en Missouri, el 65% de los negros —casi dos de cada tres— encuestados por el Centro Pew dijeron que la policía se excedió al reprimir las protestas en Ferguson, en tanto un tercio de los blancos estuvo de acuerdo y otro tercio aprobó el accionar policial. La encuesta fue realizada del 14 al 17 de agosto.
Encuestas Gallup entre 2012 y 2014 revelan que el 64% de los negros tienen poca, muy poca o ninguna confianza en la policía, en tanto el 58% de los blancos tenían mucha o muchísima confianza en la fuerza del orden. Para 2009-2011, el 61% de los negros tenían poca o ninguna confianza en la policía, mientras el 62% de los blancos tenía mucha confianza en la fuerza.
Un factor que genera desconfianza es la disparidad racial entre la policía y la comunidad. El 70% de la población de Ferguson es negra, pero el 90% de la policía es blanca.
Otra fuente de desconfianza es la percepción de que la policía puede ejercer la violencia impunemente: la absolución en 1992 de cuatro agentes policiales de Los Ángeles por la golpiza a Rodney King; la golpiza en 1967 al taxista John Smith en Newark, Nueva Jersey; Miami en 1980, tras la absolución de seis agentes blancos por la muerte a palos del motociclista negro Arthur McDuffie; Cincinnati en 2001 tras la muerte a tiros de Timothy Thomas, de 19 años. En todos los casos se produjeron disturbios graves.
«Más afroestadounidenses y latinos que estadounidenses blancos creen que la policía detiene sin causa, emplea fuerza excesiva y comete abusos verbales», dijo Ronald Weitzer, sociólogo estudioso de las relaciones entre la raza y la aplicación de la ley en Estados Unidos y otros países. «No solo tienden a considerar que la policía tiene prejuicios raciales sino que en sus actividades cotidianas muestra una conducta represiva y acaso injustificada en su trato con los ciudadanos».
Brown recibió varias heridas de bala de Wilson el 9 de agosto. La policía solo ha dicho que hubo un enfrentamiento en el que Wilson resultó herido y Brown murió. Testigos dicen que Brown tenía las manos alzadas cuando el agente disparó varias veces.
Weitzer describió diversas formas de conducta policial que generan desconfianza, sobre todo entre los hombres negros y latinos. Estas incluyen abordar sin causa a individuos en la calle, como en la muy criticada táctica de la policía neoyorquina de «detener y catear».
«No solo tienen mayores probabilidades de ser detenidos por la policía y sometidos a ciertas formas de abuso, sino que eso sucede reiteradamente, algo que no vemos que suceda en la comunidad blanca», dijo el sociólogo.
LOS 6 DISPAROS
El abogado de la familia de Michael Brown, el joven afroamericano desarmado al que la policía mató el pasado 9 de agosto en Ferguson (Missouri), dijo que una autopsia privada ha confirmado que el joven recibió al menos seis disparos.
El abogado Benjamin Crump explicó en rueda de prensa que la autopsia preliminar confirma que el joven Brown recibió múltiples disparos.
Crump considera que los resultados preliminares de la autopsia muestran que hay motivos suficientes para que el policía que disparó a Brown, Darren Wilson, sea arrestado.
Los resultados de la autopsia privada confirman «nuestros peores temores de que los testigos están diciendo la verdad», declaró Crump en el programa «Good Morning America» de ABC News.
La autopsia -realizada por el ex médico forense jefe de la ciudad de Nueva York, Michael Baden- muestra que Brown recibió varios disparos: dos en la cabeza y cuatro en su brazo derecho. Todos los disparos se hicieron de frente.
Una de las balas entró por la parte superior del cráneo, lo que podría indicar que Brown estaba inclinado hacia delante en el momento de recibir ese disparo mortal.
La autopsia preliminar, sin embargo, no precisa a cuánta distancia se encontraba el agente Wilson cuando disparó a Brown.
De momento, no se han difundido los resultados de la autopsia oficial.
La muerte de Brown el pasado 9 de agosto a manos de la policía ha provocado disturbios y enfrentamientos entre la policía y los manifestantes en esta localidad de 21 mil habitantes cercana a la ciudad de St. Louis.