Dra. Ana Cristina Morales
En relación a las necesidades en la sociedad de consumo casi todo parece imprescindible, y nos olvidamos de priorizarlas. Una vez satisfechas las necesidades básicas como la alimentación, el vestido, vivienda, salud, educación, pueda ser que alguna otra más. La amistad, el amor y la espiritualidad se colocan en un lugar indispensable para la vida.
Hay personas imprescindibles, así como lugares, recuerdos, olores, sutilezas de cada sentido que conmueven nuestro ser. Hay quienes aún después de la muerte de un amigo, un familiar, en fin, un ser querido. Recuerdan el brillo de sus ojos que le daba el carácter y esencia vital de cuando compartía la vida. Hay olores que quedan, para nunca irse, y son olores que, quizá, ya no existan. Hay manos perpetuadas por sus caricias, así como por algunas asperezas. Hay sonrisas que constituyen recuerdos de momentos sintiéndonos cercanos, en donde al recordarlas, vuelven a provocar su comienzo.
Hay caricias que dejan sensible la piel, al solo acodarlas. Abrazos tan grandes y fortalecedores, que con solo imaginarlos en momentos no gratos, nos regalan nuevamente la sensación de fuerza perdida. Hay historias que nos han contado y otras que las hemos vivido que nos recuerdan que la vida existe en relación a otros. Que nos trasladan a momentos felices, que nos enseñan a apreciar a la familia, a los amigos, y a quien nos quiere.
Existen eventos que con la manera de vivirlos y buscarles respuesta. Nos dan a conocer quiénes somos, de nuestras fortalezas y defectos, de la manera de observar y ser observado en el mundo. De nuestra conciencia o inconsciencia ante la naturaleza, ante la tragedia humana y ante la injusticia.
Hay experiencias que nos enseñan a confiar y a ser abiertos para relacionarnos con los demás. De manera contraria, también existen las que nos limitan, las que nos han enseñado a desconfiar y que contribuyen al deterioro de nuestra salud.
Las necesidades superiores son imprescindibles para nuestra vida, para vivirla y no necesariamente sobrevivirla. Nos convierten en humanos, nos dan la oportunidad de considerar el propósito de nuestra vida y la clase de personas que deseamos ser.
Así que hay relaciones que se hacen indispensables para poder asumir nuestra relación con nuestro ser y con el mundo. Hay hechos imprescindibles que nos ayudan a comprendernos, a comprender a los demás y a tomar conciencia de la clase de mundo que deseamos vivir hoy, y dejar para el futuro de quienes no siguen.
Es imprescindible observar amaneceres y atardeceres, buscar nubes en el cielo y colocarles formas, verlas transcurrir, respirar profundo con el ritmo de la vida, fundir la vista y el alma con la inmensidad del mar, dejarnos acariciar por tenues rayos de sol, disfrutar de paisajes, de sonidos, de la música y el baile, disfrutar de la flores, de sus colores, de sus aromas, acercarnos de corazón a nuestros amores, amistades, familia, trabajo y a las personas que también deseen encontrarse con la necesidad de sentirse en comunión. Disfrutar de las plantas, de los ríos, de los lagos y animales de la naturaleza. Disfrutar de juegos, de ocupaciones que nos ayuden a ser más felices. Disfrutar de compartir y dar de nosotros mismos. Asumir una actitud de cuidado y respeto para cada ser viviente. Lo que incluye tener un compromiso de aceptación con la vida. Y desde nuestras posibilidades y desde nuestras personas contribuir a dar.
Cuidar y honrar a nuestros ancianos, nuestros niños, nuestros enfermos y hacerlo con autenticidad y honestidad. Estos son algunos de las muchas maneras que se tornan imprescindibles para que una persona se convierta en un ser humano.