Guatemala es un país que se ha endeudado más de la cuenta aunque los teóricos sostengan que aún tenemos capacidad de seguir adquiriendo más préstamos por la relación entre el Producto Interno Bruto y la deuda. Sin embargo, ocurre que Japón tiene un nivel de endeudamiento mucho mayor que el de Grecia y no está en problemas porque es un país que tiene capacidad de generar recursos para pagar su deuda, mientras que Grecia no lo puede hacer y sufre porque tiene compromisos internos que han llevado al país a la insolvencia.
Desde hace mucho tiempo venimos diciendo en La Hora que los compromisos irresponsablemente adquiridos para financiar los pactos colectivos de condiciones de trabajo para los laborantes del Estado son la ruta al desastre porque no son financieramente viables. Ministros como Villavicencio que han firmado lo que les ponen enfrente los sindicalistas, sin tomar en cuenta ni consultar al Ministerio de Finanzas, debieran estar presos por haber comprometido al Estado mucho más allá de su capacidad y por haber obligado a que se hagan desembolsos insostenibles.
Siempre hemos creído y defendido la dignificación de los trabajadores y la necesidad de salarios justos, pero tenemos que encuadrar ese derecho con la realidad y no se pueden asumir compromisos que no se podrán cumplir porque resultan extraordinariamente onerosos. Aparte del hecho de que muchos de los beneficios son para haraganes que no trabajan y que cobran por ser agitadores profesionales, hay que decir que todos los países que han iniciado esa ruta de beneficios sociales que no tienen fundamento ni sustento, terminan justamente como le está pasando a Grecia, donde se tienen que hacer recortes a pesar de que el pueblo en una consulta popular dijo que no aceptaba condiciones de los prestamistas, pero la realidad se impuso y no hubo otro camino que el de emprender esa ruta de recortes que ahora tiene a los griegos en tan pobre condición.
Lo que está pasando en Guatemala es producto de la explosiva mezcla entre gobiernos irresponsables, como el actual, y sindicalistas voraces que usan el chantaje para poner de rodillas a funcionarios mediocres que ni entienden ni piensan en las consecuencias de sus actos.
Si a eso sumamos el nivel de deuda pública de Guatemala y su capacidad de recaudación fiscal, tenemos que entender que aunque estemos lejos de llegar al límite simplemente tomando en cuenta relación entre compromisos financieros y PIB, en la realidad estamos ya con la soga al cuello y no tarda mucho en llegar ese período de recortes y sacrificios que castigan a los más pobres.