Claudia Virginia Samayoa

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Claudia Virginia Samayoa
@tucurclaux

Encendí el radio y alcance a escuchar “…el cuerpo yacía a pocos metros de distancia de su mochila con sus útiles. Ella había desaparecido el día anterior cuando salía del Instituto de la zona 18.” No alcancé a escuchar su nombre; pero su historia me estrujó el corazón. Pensé en cuántas niñas y adolescentes son asesinadas y/o desaparecidas diariamente. No son una, ni dos, hay días que llegan a la decena.

Volví a encender la radio y la noticia decía “…dos mujeres quedaron soterradas por una roca que les cayó encima mientras se conducían por la Calzada La Paz hacia el Barrio San Antonio”. En mi mente pensé, ¡dos mujeres más! Aún estamos buscando a la madre e hija que están soterradas en una caverna en Villa Nueva. La familia de la tía y sobrina soterradas camino a la zona 6 piden ayuda ante la gravedad de una de ellas.

Mujeres víctimas de una dictadura que ejerce su violencia a través de la corrupción y la generación de condiciones de hambre y miseria. No necesitan las balas, solo necesitan desinformar, mentir y generar tanta información que lo que pasó anteayer es rebasado por la tragedia de hoy y la vorágine de pequeños incendios que hay que apagar.

Hace 32 años, una nueva Constitución nos prometía una forma de representación que permitiría caminar hacia la democratización y el desarrollo. Hace 26 años se firmó la paz colocando una agenda de profundización de la democracia, de abordaje de las causas que impiden el desarrollo y de la modernización del sector justicia. Hoy, no hay retrovirales para la atención del VIH/SIDA, las comunidades afectadas por las tormentas del 2020 siguen abandonadas y el Congreso legisla para seguir con la piñata de la corrupción.

Si a esto le agregas todas las noticias alarmistas que te hablan del mal que te acecha -por cierto, todo falso- es muy difícil no sucumbir a la tentación de meter su cabeza bajo la tierra o pasar un tiempo en Instagram, Tiktok o su anestesia virtual de escogencia. Le hago un llamado a no hacerlo.

La clave es RESISTIR.

RESISTIR como lo hace la comunidad universitaria de la USAC, construida sobre el trabajo de diversos grupos a lo largo de las últimas décadas, al lograr que salga de las paredes de la Universidad y de exigencias de grupitos el grito en contra del fraude y designación de un rector corrupto. RESISTIR como la población de San Antonio Mita, Jutiapa que logra la realización de una consulta municipal y gana el voto de “No a la Mina, si a la Vida”.

Resistir es un proceso que busca socavar el apoyo social a la dictadura mostrando que está siendo engañada por espejitos que oculta la voracidad de oligarcas, ladrones y narcos. No se trata de ganar en un día, se trata de mostrar no solo donde están las violencias que terminan con nuestros sueños, nuestro futuro y nuestro presente sino también los caminos a seguir.

Resistir es persistir en nuestra demanda por un estado que trabaje por el bien común. Es insistir que otra Guatemala es posible si construimos verdadera comunidad donde la diferencia no de miedo sino alegría, donde nos fijemos en lo que vamos avanzando contra la dictadura y no en lo que falta. El que resiste no sucumbe, avanza.

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