María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

Hace algunos meses los noticieros estallaron con la noticia de un acercamiento repentino entre los Estados Unidos de América y la pequeña isla de Cuba, enemigos acérrimos desde hace décadas e ideológicamente incompatibles. Desde entonces, la idea del acercamiento del mundo y la implantación de la globalización resulta ineludible.

Tras 54 años de alejamiento diplomático, el 20 de julio recién pasado, ambas naciones reabrieron sus Embajadas lo que se convierte en la acción más significativa del proceso de normalización de relaciones que se ha llevado a cabo desde diciembre de 2014.

No obstante, aún queda mucho por avanzar en beneficio de la isla. Como punto más importante está la revocación del bloqueo económico y comercial que Estados Unidos de América impuso al país caribeño en 1961. Esto representaría la oportunidad de insertarse en una dinámica económica globalizada y el definitivo rompe aguas entre el pasado y el futuro de esa nación.

Sin embargo, para que lo anterior sea posible, será necesario un proceso de transición política en el que la economía cubana debería verse fortificada por actores clave y el fortalecimiento de sus alianzas bilaterales y multilaterales.

Existen algunas interrogantes que quedan aún por resolver y cuyas respuestas es importante contemplar e incluir en las acciones estratégicas que ambos países pretenden tomar en lo inmediato. En primer lugar, la posibilidad del triunfo de un gobierno republicano el próximo año podría dificultar la normalización absoluta de las relaciones o cuando menos retrasarlas. Otras cuestiones importantes sería qué sucederá con Guantánamo y otros temas determinantes como la migración y el narcotráfico, siendo un punto geoestratégico para el crimen organizado. Tema aparte será la oportunidad de la vuelta a la democracia de Cuba que sería aplaudida por el mundo entero pero que, deberá ser a fin de cuentas una decisión soberana.

La noción de la permanencia de la guerra fría, que no acabó con la caída del muro, parece desvanecerse alrededor del mundo, en ese sentido resulta curioso que en Guatemala se vislumbra inagotable. Tras el conflicto armado la polarización ideológica únicamente se fortaleció y hasta el día de hoy no se ha encontrado un punto de encuentro y tolerancia.

Las lecciones observadas en el plano internacional deben ser aprendidas en lo local. No me refiero necesariamente a la cooptación ideológica de uno de los bandos sino al robustecimiento del respeto en favor del bien común que es, a la larga y supuestamente, lo que cada uno de los grupos quiere lograr desde su cosmovisión.

En una coyuntura difícil como la vivida actualmente en nuestro país, debemos contemplar la necesidad de la unidad en la búsqueda de un objetivo común. Si los más férreos enemigos han podido hacer los primeros avances para acercarse, no está de más soñar que algún día los guatemaltecos teniendo en común la pertenencia a un país podamos seguirles los pasos.

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