Eduardo Villatoro
Un documentado reportaje publicado en La Hora el pasado viernes firmado por Alejandro García, quien presumo que no tiene vínculos con locutores que se dedican a narrar con lujo de detalles los encuentros de fútbol -como si el televidente estuviera ciego y sordo- en vista de su escrupuloso análisis, me condujo a pensar que los reiterativos fracasos de las selecciones balompédicas de Guatemala, deben ser objeto de exhaustiva investigación de la CICIG y del Ministerio Público, porque resulta inexplicable para neófitos y experimentados cronistas deportivos que esas oncenas profundicen sus desastres cada vez que participan en campeonatos regionales o internacionales, aunque, como ocurre con la gloriosa estirpe de políticos, todo el mundo ya estaba enterado de la corrupción que corroe a esa entumecida casta.
No fue hasta que a mediados de la semana pasada cuando la citada Comisión y el MP revelaron las conductas extremas de esos individuos que pululan en el Congreso y en los organismos del Estado, que se han embarrado de excremento de bípedos y cuadrúpedos, que los ciudadanos comprendieron la magnitud del problema.
La mayoría de los aficionados al balompié, antes de que cualquier combinado futbolístico ose representar al país con enérgico acento, ya sospechan que su intervención será un esplendoroso chasco; pero la ilusión de los seguidores de “la Sele” no les provoca desmayo, como tampoco a los ciudadanos que cada cuatro años acuden a las urnas, a sabiendas que votarán por los ejemplares más depravados del conglomerado guatemalteco.
El autor del reporte periodístico lo inicia en forma fulminante al advertir que “En casi 70 años la selección mayor de fútbol de Guatemala ha logrado: una copa UNCAF (no tuve tiempo de establecer qué significa tan enigmático acrónimo) y dos medallas de plata, una en los Juegos Panamericanos en 1983 y una en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 1950. Son tres logros en 69 años. Tres miserables logros. Eso es un logro cada 23 años. Y si no quieren hablar de palmarés, seamos sinceros, la sele no está a la altura para competir a nivel internacional. ¿Alguna vez lo ha estado?”, se pregunta candorosamente el colaborador Urrutia, y luego resalta los triunfos de otros deportistas chapines en las ramas que participan.
Ese resumido y apabullante párrafo me dejó perplejo y casi no duermo toda la noche del viernes pensando en lo que debe hacerse para revertir tal quebranto de la citada selección, hasta que un chispazo de inusitada lucidez iluminó mis insomnes neuronas.
¡Ya está! Me dije. Este es un problema de tal envergadura que sólo los sagaces investigadores de la CICIG y fiscales del MP pueden resolver, metiendo al bote a los supuestos corruptos que se han adueñado de la Federación de Fútbol, previo antejuicio a ese otro grupo de facinerosos.
(El volante Romualdo Tishudo ingresó asustado a mi habitación para tomarme el pulso cuando amanecía y escuchó que yo gritaba ¡goooool! a todo pulmón).