Revisando la radiografía que ayer reveló la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, tenemos que sacar algunas conclusiones. La primera es que el trabajo de la Comisión es impecable y su análisis explica exactamente cómo funciona nuestra llamada democracia que cayó bajo el control de los financistas como principales actores para decidir los resultados electorales. Y la segunda conclusión es que en el esquema actual, hablar del voto como ejercicio de la soberanía popular es un absurdo porque el grueso de los votos se producen por la utilización burda de groseros recursos económicos que apuntan a la compra de votos y a mecanismos de movilización masiva para asegurar el sufragio de electores que recibieron o esperan recibir bienes materiales como compensación.
En Guatemala no funciona un sistema de partidos políticos basado en principios, ideologías y programas concretos para enfrentar los problemas de la Nación. Funcionan grupos electoreros que se organizan y nutren alrededor de ambiciones personales que dependen del flujo de financiamiento para alcanzar su objetivo y que, por ello, no tienen otra meta que la de llegar a aprovechar todos los recursos públicos para recuperar con abundantes creces las inversiones hechas para lograr la elección.
Lo que ayer explicó el comisionado Iván Velásquez es la realidad irrefutable de nuestro sistema. Un sistema que ha sido perfeccionado para atrapar a la ciudadanía al punto de que quien se oponga al mismo, quien pretenda cambiar las reglas del juego, es presentado como enemigo de la institucionalidad, como golpista y, el colmo, enemigo de la democracia. Los políticos supieron tejer sus redes de manera casi perfecta para apuntalar un sistema en el que mediante la corrupción y la impunidad, se puso una camisa de fuerza al pueblo porque todo cambio respetando la vía institucional tiene que pasar precisamente por los que se han beneficiado y se quieren seguir beneficiando de la corrupción y han manoseado el sistema de justicia para garantizarse impunidad.
Vamos rumbo a unos comicios determinados fatalmente por esos vicios señalados por el Comisionado de la CICIG. Todos los partidos que tienen recurso para hacer propaganda han tenido que recurrir a los métodos ya expuestos ayer de manera magistral, y son los únicos que tienen alguna posibilidad de atraer votos. Pero lo más importante es que aquí nadie, ningún partido político ni ningún dirigente, tuvo la entereza de denunciar el sistema antes de que la CICIG actuara. Ahora algunos hablan de hacer reformas, pero se encontraban cómodos apostando a mantener el sistema que algo salpica aun a los que pierden pero pueden vivir de la política.
Ayer el Comisionado nos pasó la estafeta. La solución es tema de la sociedad, dijo, y urge que encontremos una respuesta.