Mario Alberto Carrera

Entre otros muchos aspectos, rasgos y características muy propias, Milla destaca por su nacionalismo, es decir, costumbrismo o afán por presentar en sus distintos registros (novelas, poemas, crónicas viajeras y cuadros de costumbres) lo guatemalteco –lo típico nuestro– y crear y encontrar –a su modo– el ser del país, aun cuando realice su propósito desde la perspectiva conservadurista. Se trata de un nacionalismo conservador y nada revolucionario.

Ese nacionalismo de Milla brota más urgente, rotundo y contundente en sus cuadros de costumbres que, por muchos años y en dos o tres periódicos, da a la estampa para que sus lectores se deleitaran y para que hasta el día, los guatemaltecos y extranjeros –pero sobre todo los primeros– los disfruten y los adquieran con complacencia y fruición (y no digamos goce y placer).

Porque hay que decir que, con Asturias y algún otro, es Milla de los autores guatemaltecos que se adquieren, que se compran constantemente (acaso por méritos propios o porque se encuentran como lecturas obligatorias en el plan de estudios respectivo) y que por lo tanto constituyen una especie de permanentes best-sellers –en el medio– tan nugatorio y distante de los nacionales respecto de las Letras y sus autores.

Mesonero Romanos y Larra, en España, escriben los mejores cuadros de costumbres de la Península durante el siglo XIX. Tras de sus pasos va Milla y este escribidor –en el XX- con mi Libro “Costumbres de Guatemala” (200 páginas), desde luego en mi caso con menor calidad. Pero conviene indicar que el primer germen de la novela realista (sucesora y antagonista de la novela y el cuadro de costumbres románticos) lo constituye paradójicamente también el cuadro de costumbres realista.

En el contexto romántico, el cuadro de costumbres representa el mejor perfil realista y por lo mismo está más cerca de la realidad que de la idealidad. Realidad que por definición rehuía el artista romántico en alas de la evasión, de la pérdida de contacto de lo inmediato –intentado tocar fondo en sus propias e íntimas emociones– que constituyen el venero –el hontanar– del romanticismo.

El cuadro de costumbres no es lo más propio del romanticismo. Más aún: podríamos decir que es el principal germen realista que contiene el romanticismo para producir el cambio hacia la siguiente escuela: el realismo-naturalismo.

Por lo tanto, si Milla en sus novelas histórico-románticas no nos resulta tan romántico como el sentimental Jorge Isaacs en su “María” (por no llegar a conquistar puntos de exaltación emotiva más allá de la tragedia y lo melodramático) lo es menos aún en sus cuadros de costumbres, donde más que todo intenta el encuentro con una fotografía de su ambiente y el reflejo de esa fotografía –en el texto del cuadro de costumbres– publicado en el único medio de información masivo del XIX: el periodismo escrito o impreso.

Pero ¿logra con sus cuadros de costumbres enraizarse tanto en lo nuestro como para enterrarse y hurgar en las raíces del ser del guatemalteco o son sus cuadros parciales tomas de algunas áreas de la sociedad nacional, sin mayor inmersión y hondura?

A mí me parece que Milla –con su vasta y enjundiosa labor– contribuye a la comprensión y formulación del concepto del ser del guatemalteco, aun cuando sea con su enfoque conservador de clase media acomodada. Pero queda a su lector la posibilidad de contestar a la duda de si Milla es más romántico que realista en sus cuadros de costumbres. Y en definitiva ¿completamente romántico?, en la creación de sus novelas históricas, que fundamentaron un ala vigorosa del romanticismo, basada no tanto en lo emotivo, sino el enredo de situaciones sentimentales y en el asunto que brinda la Historia a la novela de Victor Hugo y de Dumas padre, principalmente, y no digamos a sir Walter Scott y su “Ivanhoe” como paradigma.

Sea o no más romántico que realista (que es lo que le correspondería por cronología de estilos o escuelas) o quepa alguna otra clave en sus pentagramas literarios, lo objetivo es que Milla es el más grande literato del siglo XIX, fundador de la novela centroamericana y uno de los dos o tres más grandes literatos del país, por lo que, a dos siglos de su nacimiento, debemos rendirle homenaje de agradecimiento y exaltación, entusiasmo y enardecimiento.

Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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