Estuardo Gamalero

“Libertad y anarquía son dos cosas muy distintas”
Juan Montalvo

Hasta hace pocos días, cuando me preguntaban “¿cómo miraba la cosa?” respondía como la mayoría de guatemaltecos noveleros: “¡bien fregada muchá!”. Por supuesto de la mano con esa respuesta iban y siguen yendo opiniones y escenarios que para algunos son cosa de ciencia ficción y para otros una paranoia de niño.

Es incuestionable que en el Estado existe una crisis que abarca el ámbito político y el social. Abstrayéndome de los resultados que las circunstancias han acarreado para las personas vinculadas o relacionadas con actos de corrupción, la mayoría reconoce que el modelo de Nación y sus tres organismos del Estado son disfuncionales, no por el marco teórico-jurídico que los rige, sino como consecuencia de la operación y notorios resultados de quienes los han dirigido y conformado.

De todos es sabido que los procesos electorales han estado altamente contaminados por financiamiento excesivo e ilícito, lo cual se ha traducido en estructuras supra clientelares, patrocino del narcotráfico y negocios oscuros, que estamos viendo materializados a la vez, en niveles absurdos y descarados de corrupción.

Sin embargo, he reflexionado y llegado a la conclusión que en términos reales para la corrección de los problemas de fondo: Los guatemaltecos que mirábamos a nuestro país como un “paciente en coma”, estamos mejor, pues el efecto natural de la crisis, es que se logró interrumpir la gangrena estatal y confrontar dicho modelo de corrupción con los actores activos y pasivos. Por supuesto, los grupos negativos de poder político están batallando para mantener su “status quo” de la misma manera que pelea una infección tratando de contaminar un organismo.

El fenómeno de la corrupción y los corruptos en Guatemala, traía una inercia que en la sana lógica de cualquier ciudadano era imposible de disminuir no digamos corregir. Más aún, si tomamos en cuenta que dicho modelo perverso se viene replicando en la mayoría de países latinoamericanos, en donde lo ilegal se disfraza de populismo y una falsa empatía por satisfacer las necesidades de los más afectados.

En resumen, y desde el punto de vista de lo que entiendo como “la crisis”, opino que la ciudadanía guatemalteca encontró la cura de su enfermedad y tiene la oportunidad de recuperarse, si y sólo si, los guatemaltecos nos regimos por principios y no por intereses.

En este modelo de solución, la Embajada de los Estados Unidos de América ha tenido un papel positivo y protagónico, sin embargo, es fundamental que la potencia más grande del mundo apoye ideas y propuestas, no necesariamente actores. Digo lo anterior, pues Guatemala es muy particular y cada sector de incidencia y grupo de presión o manifestación, se ha caracterizado por defender sus intereses, no la realización del Bien Común Nacional.

Muestra de ello fue el atropello e insultos que el Embajador de EUA recibió en días pasados, al asistir al Congreso de la República, por parte de un grupo de manifestantes. Coincidentemente horas antes, en un programa de radio, el Embajador efectuó un respetuoso llamado de atención a los diputados en el sentido de «atender el clamor popular».

Quién o qué provocó el ataque al Embajador no me consta, pero me llamó la atención que se justificara y atribuyera la culpa del altercado al resentimiento de grupos paradigmáticos que no logran superar la participación del gobierno de EUA en el golpe de Estado del 54.

Lo importante en todo caso, es que tanto los chapines como los Embajadores y Jefes de Misiones Internacionales, seamos muy cautos al apoyar o bendecir a cualquier actor nacional, especialmente si esos actores tienen intereses por encima del respeto y resguardo del orden constitucional, pues hay quienes están sacrificando el debate de ideas e incitando a una anarquía que pretende a través del miedo, la alteración del orden constitucional antes o durante las elecciones, para justificar un «gobierno de facto transitorio» que ilegalmente convoque a una Asamblea Nacional Constituyente.

En otras palabras, lo que me preocupa no es la crisis, sino el efecto negativo de la misma y que describo como anarquía en el Poder Público y un vacío que estamos sufriendo en la gobernanza del país. Por ejemplo: ¿Quién dicta la agenda nacional? Por otro lado, muchos hablan de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, pero ninguno dice qué artículos pretenden modificar.

El artículo 182 de la CPR, dice que el Presidente representa la unidad nacional y debe velar por los intereses de toda la población de la República, unidad que en estos momentos no existe.

Artículo anteriorFILGUA 2015
Artículo siguienteDensa incertidumbre