Fernando Mollinedo C.
Esta Guatemala inédita nos proporciona cada sorpresa semanal, mensual y cuatrienal que ya es natural ver correr el tiempo sin que nos impacte la cambiante realidad que lleva la fuerza de la inercia hacia una mayor descomposición social.
Nuestra historia (documentada) cuenta acerca de la invasión extranjera y la esclavización de los aborígenes americanos; en Mesoamérica y en especial en Guatemala, con la imposición de la doctrina religiosa, sistema económico y administración política, derivó la conducta mayoritaria en una aceptación social «del diente al labio» pues hasta la fecha, existen resabios fundados respecto a la forma inhumana, arbitraria e ilegal que nos impusieron.
Los gobernantes guatemaltecos y sus equipos de ayudantes, adláteres, sobalevas, lameculos, chaqueteros, serviles, abyectos y hambrientos de ascenso económico y social, TODOS, desde el español Pedro de Alvarado (acusado de ladrón por sus mismos soldados) hasta el último de los actuales gobernantes, se hicieron acreedores a tal adjetivo; no importando su «pedigrí» de conservadores, liberales, católicos, protestantes, empresarios, militares y civiles; TODOS hicieron «algo» que les mereció ser calificados por la población de tal manera.
El súper rápido ascenso económico de algunos pobretones que aprendieron a huevear desde sus puestos de trabajo, hizo que naciera una nueva generación de políticos, empleados y funcionarios corruptos que se hicieron millonarios durante los gobiernos a los que «sirvieron» y según ellos, ascendieron de clase «social» pero siguieron siendo vistos como lo que fueron y lo que son.
Se entendió por mucho tiempo como «descomposición social» la realización de actos delictivos perpetrados por algunos miembros de la población marginada, de escasos recursos y sin formación educativa; SIN EMBARGO…, el concepto cambió debido al desborde de la avaricia que anidó en personas de estratos económicos más solventes y de alcurnia -los ricos- haciéndose y manejando ellos mismos el poder administrativo del Estado para sus muy particulares intereses, cuyas conductas de latrocinio, disponibilidad ilegal de los recursos económicos, aprovechamiento indebido, malversaciones, tráfico de influencias, nepotismo y vulgar desfachatez que raya en la ignominia como la de los últimos meses (lago de Amatitlán) manejaron y pretenden manejar per sécula seculórum.
En los nuevos escenarios, no hay que perder de vista los intereses comerciales y estratégicos de los ex y actuales imperios que de forma tan «generosa» le brindan al país préstamos y ayudas solidarias que nos pauperizan a cambio de la explotación de los aún disponibles y redituables recursos naturales «pagando» con limosnas y bagazos económicos para el Estado.
Lo anterior nos deja diferentes lecturas y consecuencias en la vida de la población guatemalteca durante los últimos cuatrocientos noventa y un años, pues cada quien, damos nuestra opinión desde nuestra posición, lo que me recuerda la frase del poeta español Ramón de Campoamor: «En este mundo traidor/ nada es verdad ni mentira/ todo es según el color/ del cristal con que se mira.