Claudia Navas Dangel
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Esta semana le ha puesto acento a lo que ya es cotidianidad en Guatemala: corrupción. Pero no a secas, eso lo vivimos desde que tengo memoria. Ahora tenemos corrupción con apellido. “Descarada@Pérez”.
Y es que la insistencia en decir que desconoce lo que ocurre del aún presidente, su rostro compungido y esa contemplación de una guayaba ya demasiado exprimida es algo inaudito, algo made in Guatemala, algo vergonzoso, escandaloso y extremadamente condenable.
Hay que tener pellejo de buey para estar ahí, perdón por la expresión “aplastado nomás”, calentando la silla, mientras el pueblo a gritos le exige la renuncia.
Para estar en sintonía los congresistas llamados, no sé por qué, de oposición, le ponen sazón al asunto al ser acusados por la Cicig de lavado de dinero y de enriquecimiento ilícito, háganse una idea, o quizá ya tenemos todos claro, lo que nos espera.
Por su lado, el otrora mandatario de la nación, ex presidario, en algún momento prófugo de la justicia, capturado, declarado culpable y condenado a una pena irrisoria, se postula hoy como candidato a diputado y se ríe abusivamente de nosotros al decir que no soporta que se traicione al pueblo de Guatemala, ¿y el qué hizo pues?
La hija del genocida no quita el dedo del renglón pese a que la ley electoral es muy clara, e insiste en meterle cuchillo a lo que va quedando, luego de tanto sinvergüenza que ha dirigido al país.
De ahí que no es de extrañar lo ocurrido esta semana en el Centro de Prevención Juvenil Las Gaviotas. Es terrible escuchar a un joven decir crudamente que ha matado gente, pero es más duro oír que lo hizo para que le pusieran atención. Sin justificar un acto tan terrible, ¿cómo podemos condenar algo así?, si les damos cancha a los que anteriormente describí.
El caos nos rige. Nos llueve sobremojado, literalmente y no. La selección de fútbol, a la que no comprendo por qué respaldan y apoyan tanto, mientras el área de cultura agoniza en el ministerio que “coordina” ambas disciplinas, se luce de nuevo, perdiendo como siempre.
Dicen que no hay mal que dure cien años, yo no estoy tan segura. Enfermo que los aguante… pues… ahí estamos, seguimos, como diría Benedetti, consternados, rabiosos. Gobernados por ineptos, ladrones y en ascuas, por saber quién será el que venga a darle matarili a lo poco que queda, de lo mucho que se han llevado. Eso es to, eso es to, eso es todo, por hoy.