Flaminio Bonilla

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Flaminio Bonilla Valdizón
flamabonilla@gmail.com

Desempeñé tareas, construí quimeras y medité profundamente con este cacumen, mis “craneadas” las columnas políticas y filosóficas. En estos siete meses estuve varios paréntesis con agudeza, ingenio, imaginación, muchas ilusiones y sueños como articulista crítico en La Hora. Y ahora sigo con esta saga con los Bonilla. En el episodio anterior VII, que es parte de la historia real y vivida para recordar anécdotas entre mi padre y yo, como les dije Bonilla Isaacs se fue a la cárcel y este columnista fue rehén de la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA).

En mi vida tengo muchos amigos y camaradas “mis cuates”, esos amigos bandoleros desde que éramos unos “chavos”, amigos sinceros y que conmigo se formaron, estos compañeros nos admiramos y nos jodíamos. En el devenir de nuestra vida, en nuestros recintos universitarios que tuvimos como testigos de mil batallas y combates con la pluma y muchos amigos guerrilleros, hombres y mujeres que tuvieron firmeza para defender la justicia, desterrar la bajeza e infamia y mezquindad, perseverando exactamente en el testimonio constante ecuánime y fervoroso de la equidad y la templanza y vivir con entereza, tolerancia, con modestia, sencillez y franqueza. Mi papá en su vida tuvo la retentiva y las remembranzas; siempre con sapiencia, con coraje y paciencia, su sobriedad, su mesura y también modestia, con su ironía, su chanza y humorismo.

Les he dicho que en ocasiones las narrativas están escritas en tercera persona, aunque los relatos casi estarán en primera persona. Por ello en el capítulo VI tuve una digresión que resulta ineludible de algunas figuras e instituciones de la contrarrevolución, queremos derrotar a los neoliberalismos patéticos y “libertarios” fascistas llenos de desperdicio y bazofia. Es totalmente divergente el neoliberalismo “es como el agua y el aceite”, totalmente diferente con la socialdemocracia; esta democracia se representa “actuar en el campo político nacional para organizar, educar y conducir nuestro pueblo, para la plena realización de una estructura social y económica basada en la libertad y la justicia”. En Guatemala debemos respetar los postulados de un partido -izquierda revolucionaria nacionalista- con democracia social, planteamiento por la Internacional Socialista, pero como una tendencia más moderada “en la cual es posible la coexistencia del pluralismo, la libertad, la discusión ideológica, ajena totalmente a cualquier tentación totalitaria.” Cuando hay partidos de izquierda revolucionaria deben con estructuras como estas: primero establecer gobiernos auténticos democráticos con “expresión de la voluntad mayoritaria del país” “a través del sufragio universal y secreto”; segundo lugar, “se establece el derecho al voto de todos los ciudadanos mayores de dieciocho años, sin discriminaciones de sexo, credo o religión.”; en tercer lugar, “se defienden las garantías y la efectividad de las libertades públicas, derechos individuales y sociales que se consagren en la Constitución Nacional”; cuarto: “se proclama el derecho soberano del Estado, de revisar todo tratado, acuerdo o convenio lesivo al país”; y último, “se pronuncia por garantías plenos para la libertad de culto o religión.”

Mi padre me obsequió en julio de 1985 el libro titulado: “Política y Partidos Modernos en Venezuela”, del político y abogado venezolano Gehard Cartay Ramírez. Mi papá tuvo memorias para leer cientos o miles de obras, era su hábito la lectura desde “patojo” y con varios tópicos. Y conversando y dialogando de política y políticos, este fragmento de Cartay Ramírez, dijo a los socialdemócratas: “. . . si lográramos el cometido propuesto: darle a la juventud elemento de compresión sobre nuestra más reciente historia política, sus partidos y su aún joven democracia. Y, sobre todo, motivarlos a que asuman este complejo proceso con autenticidad suficiente como para reconocer lo positivo que puede tener, respetándolo y consolidando, y –al mismo tiempo– desbrozándolo de los vicios y errores que amenazan con destruirlo si no somos capaces de cambiarlo en la dirección que los pueblos exigen.”

Nosotros los socialdemócratas queremos sociedades solidarias, hombres y mujeres revolucionarios, que sueñan para pelear y realizar un día la utopía, de ser partícipe del nacimiento de una sociedad redimida, más justa, humana, cohesionado, fraternal, indisoluble con dignidad, con amor, con hombres libres.

Terminado este pequeño prefacio filosófico-político, disertando otras anécdotas, lo que nos ha pasado con propósitos y existencias, porque como dice el dicho: “tiene más de siete o nueve vidas que un gato.” Continuará.

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