Por Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt

Las crisis pueden convertirse en oportunidades. Esa premisa es conocida por muchos, pero solo algunos la ponen en práctica. Y a esos no se les puede culpar. El problema es cuando únicamente lo hacen para conseguir beneficios, en detrimento del bienestar de los demás.

Una muestra la miramos ahora en el Congreso, donde algunos diputados intentan sacar partida de la crisis política. En medio de las protestas ciudadanas, los diputados oportunistas intentan cabalgar al caballo blanco, proponiendo reformas para las leyes obsoletas y mediocres.

¡Ya bájense del poni! Quieren aparentar ser transparentes, vanguardistas y hasta revolucionarios. Pero no son eso. Son personas que saben muy bien cómo calmar las aguas en medio de la tormenta y además quieren réditos políticos.

Un ejemplo son las reformas a la Ley de Compras y las mejoras al portal de Guatecompras. Está bien que los diputados cambien la normativa y ajusten los controles para las compras y contrataciones del Estado, pero ya sabemos que eso a los ciudadanos no nos garantiza que los recursos, nuestros recursos, se utilicen de forma correcta.

Los legisladores no son capaces ni de hacer pública la información sobre los salarios y las dietas que se cobran cada mes por supuesto trabajo en el Congreso: ¿Con qué cara le van a exigir rendición de cuentas en otras instituciones?

Cómo le podemos confiar al Congreso las reformas legislativas para combatir la corrupción, cuando la Comisión Internacional contra la Impunidad desenmascara a los diputados transeros, esos mismos que se burlan de la desnutrición infantil.

Un diputado, integrante de una mesa de discusión para reformar la Ley del Servicio Civil, es señalado por la manipulación de un contrato y plazas en el Congreso, para obtener beneficios económicos. ¿Se les puede dar un voto de confianza?

Que las instituciones están cooptadas por la corrupción no es un secreto y que no se puede confiar en la clase política, tampoco. El problema es que aún con esos conocimientos, los diputados se quieran lucir como agentes del cambio o los promotores de una reforma del Estado.

Todavía no puedo entender cómo los diputados que se han reelecto en repetidas ocasiones y que han hecho del Congreso su nido de negocios, ahora están impulsando las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, para limitar la reelección de funcionarios y hacer vinculante el voto nulo. Seguramente cruzarán los dedos y esperarán que las reformas fracasen.

Los ciudadanos tenemos una gran responsabilidad en todo esto. Votamos cada cuatro años por completos desconocidos y le confiamos nuestro futuro. Y aun así, esperamos un cambio. Yo soy escéptico sobre las reformas al Estado y sus resultados.

Espero que estas propuestas que se discuten en el Congreso no sirvan solo para calmar a los ciudadanos que están molestos por la corrupción, y se conviertan en medidas cosméticas para un problema que requiere de una profunda reingeniería.

De momento, los caballos blancos son solo para esos guatemaltecos y extranjeros que están desnudando a los corruptos y los corruptores. Para ellos, toda mi admiración y respeto.

 

 

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