La visita de Alejandro Giammattei a Ucrania, “atendiendo una invitación” que según el gobierno hizo el gobernante ucraniano a su colega guatemalteco, sin duda tomando en cuenta su tremendo peso, en el área internacional se entiende, se tradujo en acuerdos suscritos por ambos jefes de Estado y hay uno que es realmente magnánimo porque se comprometió a Guatemala a “brindar ayuda humanitaria… para superar las consecuencias devastadoras de la invasión rusa y restaurar la infraestructura civil de los asentamientos ucranianos destruidos”, tarea que sin duda piensa entregarle a los numerosos contratistas que realizan las maravillosas y resistentes obras que se construyen en el país.
Guatemala es uno de los países del mundo con mayor deficiencia en todo lo que tiene que ver con su infraestructura y el déficit de vivienda es pavoroso, por lo que llama la atención el ofrecimiento tan generoso de Giammattei quien, sin duda, debe haber dejado a Zelenski muy tranquilo al saber que puede dejar de pensar en ese problema y concentrarse en la resistencia para contener el avance abusivo y violento de las tropas de Putin.
Cuando uno cree que Giammattei ha dicho las mayores mentiras que se puedan concebir, surge con alguna que deja a cualquiera con la boca abierta porque es impensable que un país que tiene tan graves problemas en su infraestructura, que se derrumba con cualquier aguacero y que no se puede restablecer ni a mentadas de madre, tenga el tupé de presentarse ante el mundo como garante de la reconstrucción de la infraestructura que los ataques violentos de Rusia ha destruido en distintas partes de Ucrania.
Pareciera que disponemos de tantos recursos que podemos suspender o reducir nuestra propia inversión en la construcción de obras duraderas en Guatemala como para, por lo menos, ofrecer suficiente dinero para reparar los daños de la terrible guerra. La verdad es que lo único que faltó que ofreciera Giammattei es que se compromete a pedir suficientes bendiciones de Dios para asegurar que los muertos, de todos los sexos y edades, resuciten gracias a su poderosa intercesión.
Los voceros del gobierno harían bien en preparar una contundente presentación gráfica con fotos de las maravillas de nuestra propia infraestructura para que los escépticos entiendan que el gobernante guatemalteco no está hablando pajas sino asumiendo compromisos serios para compartir con uno de los países más necesitados en este momento, nuestra increíble capacidad para restaurar las obras que se destruyen, sea por odiosas guerras o por inoportunos aguaceros que, aquí, parecieran ser más devastadores que los mismos misiles que usa Putin.